miércoles, 17 de junio de 2020

Sagrario de San Lorenzo, una joya del siglo XVIII



"Una joya por descubrir". Así titulaba el post que hace cuatro años le dediqué a la capilla sacramental de la iglesia de San Lorenzo. En aquellos momentos me aventuré a calificarlo como 'uno de los espacios más bellos del setecientos sevillano'. Y vaya que si acerté. La restauración de la capilla, llevada a cabo en los dos últimos años gracias al patrocinio de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo y la Real Maestranza de Caballería, ha recuperado de manera integral un espacio que despertará la admiración de todo el que lo visite.




La capilla sacramental de San Lorenzo surge en su fisonomía actual en 1694 cuando se decide unir en un solo espacio las antiguas capillas de Santa Ana y Nuestra Señora del Pópulo. Silvestre Jordán será el cantero encargado de las primeras obras, labrando las cuatro columnas que centran el crucero de la nueva capilla, así como los zócalos, pilastras y demás elementos realizados en jaspe encarnado y negro. El maestro de obras Félix Romero Ojeda se ocupará de las labores de albañilería, unos trabajos que quedarán paralizados entre 1700 y 1702 por problemas estructurales que obligaron a demoler la cúpula para volver a hacerla.




La decoración de la capilla supuso un gran esfuerzo económico que motivó su realización en dos fases. El retablo corresponde a los primeros trabajos, siendo encargado el 5 de marzo de 1703 a Pedro Ruiz Paniagua y recayendo su financiación en gran parte en Francisco Antonio Bucarelli y Villacís, I marqués de Vallehermoso. Dividido en tres calles, destaca la figura central de la Inmaculada Concepción o de la Asunción (existen dos interpretaciones del tema), una bellísima pieza atribuida al escultor italiano Nicola Fumo. Acompañan a la Virgen las figuras de San José con el Niño, Santa Ana con la Virgen niña y un Niño Jesús en el ático.




Acabadas las obras del retablo en 1704, comenzó la decoración pictórica de toda la capilla en 1707 según diseño de Francisco Pérez de Pineda, pintor al que se atribuye el programa iconográfico de todo el conjunto. A los pocos meses de haberse iniciado las obras, problemas económicos derivaron en la paralización de las mismas, un paréntesis que finalmente se demoró durante diez años. No será hasta octubre de 1717 cuando se firme de nuevo el contrato de obras, pero con un cambio en los autores, ya que al no llegarse a un acuerdo económico con Pérez de Pineda, serán Domingo Martínez y Gregorio de Espinal los que se encarguen de finalizar las pinturas. La capilla se bendice apenas siete meses después, en junio de 1718. Hace exactamente trescientos dos años.


'Las bodas de Caná' en el lado de la Epístola



El programa iconográfico de la capilla gira en torno a la exaltación de la Eucaristía y de la Virgen María. Tres grandes pinturas murales decoran la 'nave' principal, con la Última Cena en el lado del Evangelio (inspirada en la famosa obra de Leonardo da Vinci), las Bodas de Caná en el lado de la Epístola y la Caída del maná en el desierto en el arco de acceso. El resto de pinturas murales contienen diferentes significados alegóricos como la presencia de Ruth, Abigail, Débora, Rahab, Esther y Judith, figuras femeninas que aparecen en el Antiguo Testamento y que se consideraban una prefiguración de la Virgen María. También aluden a la madre de Dios una serie de símbolos que hacen referencia a las Letanías marianas: la fuente, el pozo, la palmera, el ciprés, la torre... así como otros emblemas referentes a la Eucaristía como el pelícano o el Agnus Dei. En la cúpula se disponen los cuatro padres de la Iglesia Latina, San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio Magno y San Ambrosio de Milán junto con Santo Tomás que Aquino y San Buenaventura. Particularmente bello es el arco iris que decora la clave del arco que comunica con la capilla mayor, un arco sobre el que se ubica el gran escudo de la familia Esquivel Medina y Barca, propietarios de una de las capillas demolidas para la construcción del nuevo Sagrario.


'La caída del maná en el desierto' en el arco de acceso


La decoración mueble de la capilla se culminó con la contratación de los dos ángeles lampareros, encargados en 1733 a Benito Hita del Castillo, que apenas contaba con diecinueve años cuando asumió el encargo. Diez años después la Hermandad Sacramental volvió a contar con el escultor para adaptar las dos piezas con el objetivo de que portasen nuevas lámparas de plata. Se completa así un programa iconográfico de una gran belleza y espectacularidad. 


'La última cena' en el lado del Evangelio


La restauración de la capilla Sacramental comenzó con la intervención en los muros, un proceso largo que consistió en la impermeabilización de los mismos para evitar la humedad que ha afectado a las pinturas durante siglos y que ha motivado la pérdida de algunas zonas en las partes inferiores. Posteriormente se procedió a la limpieza de las pinturas y la renovación del sistema eléctrico que ilumina el espacio. El resultado es una auténtica maravilla y permite no solo la lectura teológica del programa iconográfico prácticamente completo, sino el disfrute de uno de los conjuntos pictóricos más hermosos de cuantos se conservan en la ciudad. La recuperación del Sagrario de San Lorenzo se une a obras recientes en las que se han recuperado ciclos pictóricos como San Antonio Abad, Santa María la Blanca, San Luis de los Franceses y su fabulosa capilla doméstica o la capilla del Dulce Nombre.




>> Documentación e información: paneles instalados en la propia capilla.

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