El pasado mes de abril la Casa Fabiola - Donación de Arte Mariano Bellver cumplió sus primeros seis meses de vida, un período en el que el centro de la calle Fabiola no ha acogido una sola actividad más allá de la exhibición de las piezas donadas. Cuando se planteó la creación de este museo me temí que, una vez más, cayéramos en el error de abrir un espacio cultural sin actividad alguna. Los diferentes espacios museísticos dependientes del Ayuntamiento han vivido su particular travesía en el desierto hasta que se ha decidido dotarlos de una programación más o menos estable. El Centro de la Cerámica de Triana es quizás el que mejor funciona en este sentido gracias al proyecto Contemporánica que incluye exposiciones temporales, conferencias y talleres, además de la constante programación planteada por varias entidades ciudadanas con la Asociación Niculoso Pisano a la cabeza.
El resto de espacios han tenido peor suerte. Antiquarium se ha convertido en una especie de cajón de sastre donde recalan actividades de todo tipo que nada tienen que ver con los restos conservados. El Castillo de San Jorge apenas tiene actividad, algo similar a lo que ocurre con el Centro del Mudéjar, vacío de contenido más allá de la exposición de su colección permanente. Un espacio cultural en el que no se programan actividades es un espacio muerto, pues genera atractivo tras la inauguración por la novedad pero luego cae en el desinterés.
Lo primero que llama la atención del Bellver es su denominación. Casa Fabiola - Donación de Arte Mariano Bellver es un nombre que evita la calificación de museo. Para poder utilizar la denominación de 'museo' hay que cumplir una serie de requisitos recogidos en la Ley de Museos y Colecciones Museográficas de Andalucía. Esta Ley establece las normas para la creación, organización y gestión de los museos ubicados en nuestra Comunidad definiéndolos como "instituciones de carácter permanente, abiertas al público, al servicio de la sociedad y de su desarrollo que, con criterios científicos, reúnen, adquieren, ordenan, documentan, conservan, estudian y exhiben, de forma didáctica, un conjunto de bienes, culturales o naturales, con fines de protección, investigación, educación, disfrute y promoción científica y cultural, y sean creados en arreglo a esta Ley".
De esta definición, en apariencia sencilla, podemos extraer varias pautas. La primera es que para denominar a un espacio como 'museo' tienes que pedir permiso a la Consejería de Cultura que, en un plazo de seis meses, deberá dar una respuesta. Es decir, que en estos seis meses que lleva abierto el "museo" Bellver ya podríamos tener la denominación concedida. ¿Cuál es el problema? Pues todo lo demás. Aunque a priori podamos pensar que Casa Fabiola cumple todos los requisitos, si analizamos lo que quieren decir cada una de esas palabras recogidas en la definición de museo nos daremos cuenta de que apenas se cumplen algunas.
Casa Fabiola está abierta al público, con un horario y exhibe una serie de piezas con criterios científicos pero ¿y lo demás? Para todo lo demás es necesario una infraestructura que en el caso de Bellver no se da y que la Ley recoge claramente: "Será requisito mínimo para la creación de un museo contar con una estructura organizativa y personal cualificado y suficiente para atender las funciones propias de la institución" y aclara en el artículo 30 que los museos recogidos en el Sistema Andaluz de Museos deberán contar con una dirección que "ejerza las funciones técnicas de administración, protección, conservación, investigación y difusión".
La relación con el público es otro aspecto que está bien recogido en la Ley. Además de hablar de horarios y accesos se hace especial hincapié en la educación, disfrute y promoción científica y cultural al establecer en su artículo 28 que "los museos y colecciones museográficas del Sistema Andaluz de Museos deberán contar con un plan anual de actividades" precisamente para garantizar el fin vocacional de todo museo: acercar el patrimonio al público.
Son solo algunas pinceladas recogidas en la Ley andaluza de Museos que evidencian el por qué Casa Fabiola no puede, por el momento, optar a su denominación como museo. Quizás el nombre sea algo anecdótico, pero al menos de esa manera se garantizarían una serie de mínimos en aspectos básicos. Resulta tremendamente llamativo que Casa Fabiola no haya acogido ni tan siquiera una conferencia inaugural donde el comisario que ha hecho la selección de piezas de a conocer al público el criterio seguido o la importancia de la colección. Del mismo modo, no se organizan visitas guiadas ni actividades que den a conocer el edificio y las obras que atesora al público. Casa Fabiola abre cada mañana y vuelve a cerrar por la tarde sin más, como si se tratara de una oficina administrativa. Pero un espacio cultural es mucho más que eso, su misión principal es agitar a la sociedad para que conozca, piense, sea crítica. Estamos en campaña electoral y de momento no he escuchado a ningún candidato hacer alusión al futuro de los espacios museísticos municipales más allá del manido "se mejorará la gestión". Tal vez es un síntoma de lo poco que importan.
1 comentario:
Muy clarificador, gracias (y sustentado). No se trata de un museo, pues. Los poderes públicos no hacen de esta perseguida donación de Bellver una palanca cultural en la ciudad.
Publicar un comentario