Del mismo modo que todo atentado contra el patrimonio o abandono del mismo debe ser denunciado para generar una conciencia más respetuosa hacia nuestro legado cultural, es necesario equilibrar esa balanza elogiando y dando a conocer intervenciones acertadas que logran devolver a un bien su integridad física y emocional. El retablo del 'Descendimiento de Cristo', realizado por Andrés de Ocampo y policromado por Vasco Pereira entre 1603 y 1605 para la iglesia de San Vicente acaba de ser restaurado por David Triguero y Borja Martín Prieto. El resultado es espectacular, no solo porque se ha recuperado gran parte de la policromía original y se han paliado las causas de deterioro que habían dañado la obra, sino porque absolutamente nadie se podía imaginar que debajo de esa capa de suciedad que todos hemos visto durante décadas se encontraba una obra de semejante entidad.
El actual relieve del Descendimiento de Cristo formó parte de un retablo de mayores dimensiones que estaba ubicado en la capilla familiar de los Ponce de León, un agregado al templo gótico en la cabecera de la nave de la Epístola que se hace a finales del siglo XVI como lugar de enterramiento. En el siglo XIX la capilla es ampliada, derribándose el muro donde se ubicaba el retablo, por lo que este fue trasladado junto al presbiterio de la iglesia. Ya en el siglo XX la pieza se traslada a su actual ubicación, en el lateral de la Epístola de la iglesia. El altorrelieve ha sido intervenido en varias ocasiones a lo largo de su historia coincidiendo con dichos traslados, a lo que habría que sumar repintes y actuaciones varias tendentes a paliar en parte su estado de conservación, aunque no siempre siguiendo criterios del todo adecuados. Las obras de rehabilitación del templo a finales de los noventa y principios de los dos mil supusieron un nuevo daño para este retablo que quedó cubierto con plásticos mientras la nave carecía de techumbre, con la consiguiente exposición a fenómenos meteorológicos.
La actual intervención, que se ha prolongado desde octubre del año pasado hasta finales de este verano ha consistido en un pormenorizado estudio de la pieza que ha permitido un amplio conocimiento de la misma y un trabajo de restauración centrado en las patologías que le afectaban. A la limpieza general del retablo se ha sumado la fijación de la policromía original (cubierta por otra del siglo XIX de peor calidad), el sellado de grietas, ensamblaje de piezas desprendidas así como un tratamiento final antiparásitos. El resultado es una obra muy similar a la que salió del taller de Andrés de Ocampo hace cuatrocientos años.
Andrés de Ocampo es uno de los principales autores del Barroco sevillano. Pertenece a una familia ampliamente conocida en Sevilla debido a su relación con la Semana Santa. Tanto Andrés como su sobrino Francisco de Ocampo realizaron algunas de las obras maestras de la imaginería procesional como el Cristo de la Fundación (Andrés), los crucificados del Calvario y Carretería o los nazarenos de la Candelaria y el Silencio (Francisco). La restauración de este maravilloso relieve ofrece nueva información a la proyección de este escultor que está enterrado, precisamente, en la iglesia de San Vicente.
Fuente: Pasión en Sevilla (enlace)
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