jueves, 14 de febrero de 2019

Torrigiano, el florentino que trajo a Sevilla la escultura renacentista italiana




"Era un hombre de figura hermosísima, audacísimo; parecía más bien un gran soldado que un escultor, principalmente debido a sus gestos admirables y a su voz sonora, con un fruncimiento de cejas capaz de amedrentar al hombre más valiente (...)". Quien así habla es Benvenuto Cellini, uno de los principales escultores del Renacimiento italiano, que en su autobiografía 'Vida' (*) se refiere a Pietro Torrigiano en esos términos. La lectura de las andanzas de Cellini, uno de mis escultores favoritos, ha vuelto a cruzar en mi camino a Torrigiano, escultor que tuvo mucho que ver en la revolución artística que tuvo lugar en la Sevilla de principios del siglo XVI.


San Jerónimo de Pietro Torrigiano (hacia 1525). Museo de Bellas Artes


Pietro Torrigiano (Florencia, 1472 - Sevilla 1528) es famoso principalmente por el episodio en el que en plena discusión con Miguel Ángel, cuando ambos estudiaban escultura en el jardín de los Médici, le dio tal puñetazo al autor del David que le dejó la cara desfigurada de por vida. El escándalo fue mayúsculo y Torrigiano tuvo que huir de Florencia. Nunca sabremos qué habría ocurrido si Torrigiano hubiese sabido canalizar su ira de otro modo y no hubiese abandonado Florencia, pero lo cierto es que en su huida fue diseminando por Europa los prodigios del Renacimiento italiano.


San Jerónimo de Pietro Torrigiano (hacia 1525). Museo de Bellas Artes

Retablo de San Jerónimo en el monasterio de San Isidoro del Campo de Martínez Montañés (1609)


Tras pasar por Roma y Siena, nuestro escultor viajó a Amberes e Inglaterra, donde tuvo grandes encargos como el sepulcro del rey Enrique VIII, trabajo que lo llevó de nuevo a Florencia para contratar colaboradores y donde coincide con Cellini. Según relata Vasari, Torrigiano recaló en España en 1521, primero en Granada y luego en Sevilla, donde además de legarnos una de las obras cumbre del Renacimiento español, su San Jerónimo, hizo gala de su fuerte carácter. Fue precisamente su falta de control la que lo llevó a destruir una Virgen con el Niño que había realizado para el duque de Arcos al considerar que el noble estaba menospreciando su trabajo al no pagarle lo que le pedía por la obra. Según Vasari, la disputa acabó en el tribunal de la Inquisición (destruir una imagen religiosa se consideraba una falta muy grave) y finalmente Torrigiano murió de hambre en las cárceles del trianero castillo de San Jorge en 1522. A pesar de los datos aportados por Vasari, existen referencias que atribuyen a Torrigiano un busto de la emperatriz Isabel de Portugal realizado con ocasión de su boda con Carlos V en Sevilla, hecho que aconteció en 1526. En la actualidad se tiene por válida como fecha de su muerte el año de 1528 ya que fue cuando su viuda reclamó una serie de pertenencias tras la muerte del escultor.


'Santo Domingo de Guzmán' de Martínez Montañés (1605 -09)


El hecho de que en Sevilla contemos con dos esculturas del artista florentino es algo que no valoramos lo suficiente. El San Jerónimo que realizó para el monasterio de Buenavista, hoy conservado en el Museo de Bellas Artes es una pieza clave en el Renacimiento hispalense y su influencia se alarga hasta el siglo XIX. La herencia en Martínez Montañés es más que evidente y el San Jerónimo que realizó el jiennense para uno de los retablos de San Isidoro del Campo bebe claramente del de Buenavista, al igual que se pueden establecer paralelismos con su Santo Domingo de Guzmán conservado en el Bellas Artes. Pero no fue el único que se dejó asombrar por la obra de Torrigiano. Goya fue otro de los artistas que sintió admiración por la obra del florentino y hasta en dos ocasiones visitó el monasterio de San Jerónimo antes de su desamortización para contemplar la portentosa imagen. La admiración de Goya por Torrigiano fue tal que incluso le dedicó un grabado en el que aparece moribundo en una hipotética celda del castillo de San Jorge. 


Virgen de Belén de Torrigiano (hacia 1525). Museo de Bellas Artes

Virgen de Belén. Círculo de Torrigiano. Capilla Universidad de Sevilla


En la misma sala del Museo de Bellas Artes donde se expone el San Jerónimo, se expone una Virgen con el Niño, también en terracota, que proviene igualmente del monasterio de San Jerónimo de Buenavista. Viendo esta imagen nos podemos hacer una idea de cómo pudo ser la pieza que realizó para el duque de Arcos. En la capilla de la Universidad de Sevilla se conserva otra Virgen de Belén que perteneció al altar de reliquias de la iglesia de la Anunciación y que, si bien está atribuida al Círculo de Torrigiano y no al maestro, nos ayuda a entender el impacto que causó en Sevilla la obra del florentino. Estas piezas están fechadas hacia 1525 y son el inicio de una nueva corriente artística en la ciudad que eclosionará gracias a la importancia que alcanza Sevilla a lo largo del siglo XVI. Escultores como Diego de Pesquera o Jerónimo Hernández formarán parte de esa órbita de artistas que si bien no llegaron a conocer al florentino, pues nacieron tras su muerte, emplearán en sus piezas las pinceladas manieristas importadas por Torrigiano. 


'Cristo Resucitado' de Jerónimo Hernández (hacia 1580). Parroquia de la Magdalena




* Edición de Alianza Editorial. Libro Primero, página 63.

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