Escuchar hablar sobre algo a una persona que siente verdadera pasión por ese tema siempre es una delicia. Es lo que me ocurre cada vez que voy a una visita organizada por Basilio Moreno, presidente de la Asociación Histórica Retiro Obrero y activo integrante de la Plataforma Salvemos la Fábrica de Vidrio 'La Trinidad', una persona a la que admiro por su labor desinteresada en favor del patrimonio de nuestra ciudad. El pasado sábado el motivo de la visita era concienciar, una vez más, sobre la importancia del patrimonio industrial, amenazado en esta ocasión por el anuncio de derribo de la antigua fábrica de Ballestas de la avenida de Miraflores, edificio construido entre 1917 y 1918.
Mientras Basilio explicaba cómo la Plataforma consiguió que la fachada del Garage Miraflores se integrara en el nuevo edificio de viviendas que se está construyendo a pesar de no contar con ninguna protección tras el cambio del PGOU de 2006, no podía dejar de pensar en el poco tacto que ha tenido la promotora a la hora de unir la fachada histórica y el nuevo bloque. Si bien aún está en construcción, el resultado se antoja de lo más anodino y con un nulo respeto hacia la parte histórica conservada, más bien parece como que se relega la parte diseñada por Ramón Balbuena y Huertas en 1921 a mero zócalo de un edificio de viviendas bastante insulso. Frente a esta forma de integrar patrimonio y nuevas construcciones me venía a la mente la solución adoptada en la cercana calle Arroyo, donde se integró la fachada regionalista de la antigua Industrias Sombrereras Españolas en una nueva promoción de viviendas.
Si bien el edificio de viviendas en el caso de la calle Arroyo también es muy sencillo arquitectónicamente, al menos se tuvo la delicadeza de retirar la nueva construcción de la fachada fabril, dejándola respirar, e incluso se ubicó una zona ajardinada en la zona central de la misma para que todo el protagonismo recaiga sobre la bella portada con su rótulo cerámico. La diferencia de criterio con lo que se está haciendo con el Garage Miraflores es más que evidente.
Pero ¿qué es lo que se ha conservado en la calle Arroyo y por qué se ha preservado en lugar de demolerse y levantar más metros cuadrados de viviendas? La historia industrial de las sombrererías sevillanas se remonta al siglo XIX cuando varias empresas competían por un negocio que tenía en la exportación cada vez un mayor nicho de negocio. En 1930 ante la moda de ir descubierto y la caída de las ventas, varias empresas españolas se fusionaron para crear Industrias Sombrereras Españolas S.A. (ISESA), las sevillanas Fernández y Roche (fundada en 1885) y Herederos de Carmelo Palarea, la granadina Industria Sombrerera y la firma Hijos de Jorge Graells Llansana, con sede en Barcelona. Las cuatro formaron una poderosa empresa con un capital social inicial de 3.550.000 millones de pesetas y con sede en Sevilla, concretamente en la calle Castellar, en la conocida Fábrica de Sombreros con acceso también por las calles Heliotropo y Maravillas y cuya chimenea es visible desde diferentes puntos del centro histórico. La gran fábrica del entorno de San Luis era la sede de Fernández y Roche, quizás la más importante de las cuatro empresas que formaron ISESA, y en ella llegaron a trabajar más de quinientas personas. El edificio, aunque se remonta a la segunda mitad del siglo XIX, debe su configuración actual al diseño de José Espiau y Muñoz, que lo construye en 1917. Esta fábrica de la calle Castellar estuvo en activo hasta que en 2003 la producción se trasladó a un polígono industrial de Salteras, desde donde a día de hoy se sigue exportando un producto de gran calidad que tiene en la comunidad judía ortodoxa de Nueva York a su principal cliente. La histórica fábrica del centro se abandonó y luego vinieron las noticias de su okupación. En la actualidad el edificio está completamente abandonado, esperando la ruina a pesar de su importancia histórica y arquitectónica (en su interior se conserva o conservaba una caldera Babcock Wilcox de 1929).
Las referencias sobre el edificio de la calle Arroyo son menores. Si bien no he encontrado información directa que diga a quién perteneció este edificio, se podría aventurar que esta fábrica fue la sede de la otra gran empresa sombrerera sevillana, la de Herederos de Carmelo Palarea. Llego a esta conclusión básicamente por eliminación (si la fábrica de la calle Castellar perteneció desde finales del siglo XIX a Fernández y Roche, ésta de la calle Arroyo tuvo que ser la de la otra empresa). Además, si nos fijamos en las letras que rematan los frontones de los torreones de la fachada vemos claramente una 'S' y una 'C' además de una 'P' que se entrelaza con otra letra, quizás una 'L' o una 'E'. Si usamos estas iniciales, vemos que se corresponden con el nombre de la empresa: Carmelo López Palarea. Esta empresa se fundó en 1872 (anterior por tanto a Fernández y Roche) y tras la muerte de su fundador, José Durende, pasó a manos de su viuda y luego a su hijo político, Carmelo López Palarea de quien tomaría el nombre definitivo. En un artículo de ABC de 1929 se hace referencia a la visita de los Reyes al stand que la empresa tenía en la Exposición Iberoamericana, llamándola en ese momento 'Sucesores de Carmelo López Palarea', precisamente las iniciales que podemos ver en la fachada del edificio. La noticia relata la importancia de la empresa, su apuesta por la maquinaria más moderna del momento, sus exportaciones y cómo en esos momentos se estaba culminando el nuevo edificio de la fábrica, seguramente el de la calle Arroyo, que habría construido Antonio Arévalo Martínez. Tras la creación de ISESA este edificio funcionó como segunda fábrica de la empresa sombrerera en la ciudad hasta 1954 cuando la producción se centralizó en la calle Castellar. Por fortuna el proyecto para esta manzana previó una correcta intervención de la fachada, quizás por realizarse antes del Plan General de 2006 cuando la protección del centro histórico se extendía mucho más allá de lo que lo hace hoy en día o tal vez por mero capricho del promotor. El resultado es una fachada bastante bien integrada, que sirve de acceso al complejo residencial y que destaca en la avenida gracias a la zona verde que tiene detrás. La conservación de este pequeño porcentaje del edificio original sirve como testigo del pasado industrial de la ciudad de Sevilla, un pasado que muchos desconocen y algunos se empeñan en olvidar, porque en Sevilla en el siglo XIX no todo fueron viajeros románticos atraídos por el exotismo de una sociedad costumbrista, sino que tuvimos nuestra particular revolución industrial a la par que el resto de Europa, con edificios que supieron aunar las corrientes arquitectónicas de cada momento con el uso fabril que debían albergar.
Tras esta larga historia os dejo una fotografía del nuevo edificio que se está construyendo en el antiguo Garage Miraflores para que podáis comparar. Se ha conservado la fachada regionalista, sí, pero el nuevo volumen fagocita completamente la fachada histórica que quedará bajo los balcones del piso superior. Lo que podría haber sido el elemento distintivo del complejo residencial queda como algo residual a pesar de la gran cantidad de metros cuadrados con que contaba la parcela en la que se podrían haber distribuido de forma diferente los metros útiles del edificio para oxigenar la fachada histórica.
Más información sobre la Fábrica de Sombreros de la calle Heliotropo aquí (web del IAPH)
Más información sobre el proceso de fabricación de los sombreros en la fábrica Fernández y Roche en el Blog 'El Aristócrata'
2 comentarios:
Hace unos años, durante el trabajo de campo para la elaboración de un reportaje, di con alguien que tenía documentación fotográfica justamente sobre esa sombrerería, ISESA. Si interesa, puedo mandar algunas para comprobar que la memoria industrial de la Sevilla fabril que fue también se conserva en formato documental.
Saludos.
¡Muchas gracias, Felipe! Si te parece bien las puedes enviar al mail del Blog e incluyo alguna en el post para completar la información.
¡Un saludo!
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