Enero de 2014 |
Seguimos asistiendo al cambio radical de nuestro caserío. En este caso se trata de un edificio del popular barrio del Arenal. La primera foto corresponde a enero de 2014, cuando comenzaban las obras de rehabilitación del edificio, un ejemplo del caserío de finales del siglo XIX y principios del XX. No es precisamente un Aníbal González pero tenía su encanto.
Septiembre de 2014 |
La segunda imagen, aunque no lo parezca, es del mismo edificio unos meses después, concretamente de septiembre de este mismo año. El cambio es evidente. Al margen del color, que podrá gustar más o menos y habría que estudiar el tono original; la fachada ha cambiado en todo salvo en el número de vanos, que es lo único que se ha respetado. Se han eliminado las molduras, las cornisas, los balcones con sus ménsulas e incluso los interesantes canecillos que sostenían la cornisa superior del edificio y que pueden verse en el edificio contiguo de la izquierda. Incluso se han añadido unas bandas verticales para delimitar la fachada que antes no existían. El resultado es una fachada que ha perdido los elementos que la hacían característica para pasar a ser un ejemplo más del modelo que se repite hasta la saciedad en los edificios de nueva construcción. ¿Se podría haber respetado la fisonomía original del edificio? Seguramente sí, pero quizás costaba más dinero. O tal vez no.
3 comentarios:
Aparte del pésimo gusto, la actuación es lamentable por lo que a la pérdida de patrimonio se refiere. ¿No existe ningún reglamento que proteja estos edificios? ¿Puede llegar cualquiera y hacer lo que le plazca con ellos? ¿Por qué en Sevilla, que es una gran ciudad, nos hemos vuelto más catetos que en ningún sitio? Esgrimimos nuestros valores patrimoniales como atractivo mientras nos los cargamos por otro lado...
Mucho repetir Sevilla tiene que tiene, pero dentro de poco no tendrá nada.
Gracias por las respuestas Sergio. Entiendo lo que me comentas, pero en mi cabeza no termina de caber la idea de que exista gente designada por las administraciones para ocuparse de estos asuntos y que, sin embargo, eludan sus responsabilidades, especialmente con lo que tal elusión conlleva (la pérdida del patrimonio). Si se cumple lo que me comentas sobre que al menos la fachada debe de estar protegida, entonces quizás podríamos encontrarnos ante un caso denunciable.
Claro que existe un reglamento, no sólo tenemos la Ley de Patrimonio estatal, sino que existe la andaluza, además de los planes específicos del Ayuntamiento que regulan qué se puede y qué no se puede hacer en cada edificio del centro histórico (incluyendo los arrabales). Sin consultar el Plan específico de esta zona, me arriesgo a decir que lo que se ha hecho no está permitido, ya que por la fecha del edificio y por su ubicación, mínimo la fachada estaba protegida.
¿Qué pasa entonces? Pues que no existe sensibilidad alguna en cuanto a conservación del Patrimonio, ni la tiene la inmensa mayoría de la ciudadanía (a la que estos temas le dan exactamente igual), ni la tienen los constructores, que buscan el mayor beneficio económico, como es lógico, ni por supuesto la tienen las administraciones, que no hacen un seguimiento de las licencias de obra que se aprueban y sólo actúan cuando salta un caso excesivamente escandaloso, como para demostrar que hacen algo cuando en realidad no hacen nada.
Es una pena, pero así es la ciudad en la que vivimos. Por suerte hay personas, como es su caso, que advierten que dentro de poco no se conservará nada de la Sevilla que tanto se pregona, tan sólo tendremos un puñado de edificios monumentales inconexos y fuera de contexto.
¡Saludos!
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