La Fundación Tres Culturas del Mediterráneo tiene su sede en el Pabellón de Marruecos levantado por nuestro país vecino con ocasión de la Exposición Universal de 1992. A pesar de su carácter efímero (estaba planteado para desmontarse una vez acabada la Muestra) Marruecos no reparó en gastos a la hora de construir un edificio en el que participaron decenas de artesanos traídos expresamente desde Marruecos.
Michel Pinseau fue el arquitecto diseñador del edificio, inscrito en una planta con forma de estrella de ocho puntas en cuyo centro se erige la gran sala central, todo un alarde estético en el que maderas, yeserías y alicatados de azulejos dan forma a un espacio de singular belleza. En el centro de este espacio se colocó una fuente con el vaso acristalado para permitir la visión desde abajo de toda la altura de la sala, cubierta por una espectacular armadura de madera decorada con mocárabes y maderas policromadas.
El Pabellón fue diseñado con el objetivo de mostrar lo mejor de la artesanía marroquí al mismo tiempo que se deslumbraba al mundo con una decoración tan exquisita que es fácil adivinar lo que sentían los viajeros europeos de los siglos XVIII y XIX cuando se veían envueltos por el denominado exotismo oriental. En 1992 Marruecos quería mostrarse como un país moderno de grandes oportunidades tanto para el Turismo como para los negocios, de ahí que se apostara por lo mejor sin tener en cuenta el carácter efímero del edificio.
Una vez acabada la Exposición Universal, el edificio estuvo varios años en desuso hasta que fue cedido por el Reino de Marruecos para acoger la Fundación Tres Culturas, institución dedicada a fomentar el entendimiento y el diálogo entre los países mediterráneos, tomando como modelo el ficticio equilibrio que durante años se dio en Al Andalus entre cristianos, musulmanes y judíos. El edificio cuenta con salas de exposiciones, aulas, un auditorio para 250 personas y una biblioteca especializada, todo ello puesto al servicio de las múltiples actividades culturales que realiza al cabo del año.
Sala tras sala, el visitante queda absolutamente maravillado por la riqueza que esconde cada rincón del Pabellón. Particularmente bella es la zona donde estuvo el restaurante. Este espacio se encuentra como congelado en el tiempo ya que no ha vuelto a ser utilizado desde que concluyese la Expo, con el mobiliario tal cual estaba en 1992.
La última sorpresa nos la encontramos en la azotea del edificio, con unas vistas espectaculares de la Cartuja. Un colofón magnífico para una de las grandes joyas de la Expo, que a día de hoy está en trámites para ser declarada Bien de Interés Cultural.
>> La Fundación Tres Culturas tiene un programa de vistas durante todo el año. Más información aquí
Gracias a Antonio y a Toñi por mostrarnos el edificio y explicarnos la labor de la Institución.
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