martes, 18 de octubre de 2011

El museo que Sevilla no sabe aprovechar

El Ministerio de Cultura ha decidido remodelar nuevamente el Museo Nacional Colegio de San Gregorio, de Valladolid, que volverá a llamarse Museo Nacional de Escultura. Al histórico edificio que le sirve de sede se unirán dos más, el Palacio de Villena y la Casa del Sol, que incluye la iglesia de San Benito el Viejo. Estos dos inmuebles contribuirán a ampliar las dependencias del Museo que contará a partir de ahora con nuevas salas de exposiciones temporales y la gran sorpresa, la incorporación del Museo Nacional de Reproducciones Artísticas. Éste museo, fundado en 1877, ha contado con varias sedes en Madrid desde su creación: el Casón del Buen Retiro, el Museo de América o el del Traje, en cuyos sótanos se encuentran hoy en día las más de 3.000 piezas que conforman su colección desde que el museo cerrara sus puertas como tal en 2002. Con esta mudanza, las piezas de yeso, vaciados de obras fundamentales de la Historia del Arte universal, volverán a ser expuestas al público.

Una vez abra al público de nuevo el Museo Nacional de Reproducciones Artísticas serán dos los centros españoles destinados a dar a conocer estas obras de arte que sirvieron como modelos en las academias decimonónicas y que durante años han sido maltratadas y descuartizadas. Además del centro de Valladolid, en Bilbao existe otro museo del que ya hablamos en el Blog y que reaprovecha la antigua iglesia de San Francisco como sede. El tercer gran museo podría estar en Sevilla.

La Universidad de Sevilla conserva un conjunto muy valioso de vaciados en yeso. Se pueden ver muchas de sus piezas expuestas en las facultades de Filología, Historia o Bellas Artes, muchas de ellas mutiladas, pintadas y maltratadas. La recuperación de este valioso conjunto de piezas podría dar lugar a un tercer centro museístico con innumerables opciones didácticas y culturales. No sólo podríamos disfrutar de piezas como el Torso Belvedere, los frisos del Partenón, el Diadúmenos o el San Jorge de Donatello sino que se podría articular un interesante programa educativo en torno a ellas. Algunas de las piezas se remontan al siglo XVIII por lo que su importancia está más que contrastada. A pesar de ello, la Universidad sigue sin dar la relevancia que merece a su patrimonio, relegándolo a meros objetos decorativos, permitiendo su deterioro y fomentando su abandono. Mientras Bilbao o Valladolid exhiben con orgullo estas piezas, Sevilla las desprecia demostrando, una vez más, que las ciudades que más tienen son las que menos empeño poner en valor su patrimonio.


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