jueves, 16 de marzo de 2017

El Bellas Artes rescata la obra de Carmen Suárez Guerra



¿Alguna vez os habéis parado a pensar en las pocas mujeres artistas reconocidas que hay en la Historia del Arte? De conocer algún nombre, seguramente los podáis contar con los dedos de una mano. Artistas mujeres las hubo, a pesar de que durante siglos no se les permitió acceder a las mismas opciones que los hombres, pero han sido condenadas a un silencio casi absoluto. 


Es por ello que hay que agradecer iniciativas como la del Museo de Bellas Artes, que con motivo del Día Internacional de la Mujer, ha rescatado de sus fondos dos piezas de Carmen Suárez Guerra, artista polifacética y autodidacta nacida en La Puebla de Cazalla en 1879. Su valía artística fue tal que llegó a exponer en la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París de 1925 donde consiguió medalla de oro con una bandeja de bronce dorado y esmalte presente en esta pequeña exposición.



De las dos piezas que se exponen en la Sala XIII del Bellas Artes, destaca la bellísima copa de bronce dorado decorada con esmaltes premiada en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1922. El esmalte es una técnica empleada en Europa desde la Antigüedad. Se trata de una pasta vitrificada aplicada sobre el metal y a la que se le da color gracias a la adición de óxidos metálicos como el hierro, el cobalto, el cobre o el manganeso. Sin duda una de las escuelas más conocidas es la de Limoges, cuyo auge tuvo lugar en plena Edad Media.



Carmen Suárez Guerra inicia su formación artística en Sevilla con el pintor Francisco Narbona decorando abanicos. Posteriormente se dedicó a otras técnicas como los tapices, la forja y la cerámica, lo que sin duda le dio la experiencia suficiente en el tratamiento de los metales y en la cocción para dar el salto a los esmaltes, técnica poco tratada en la España de la época. Su larga trayectoria artística culminó en Madrid, donde fue profesora de esmalte de la Escuela de Artes y Oficios.



La copa presente en la pequeña exposición es de una gran exquisitez y muestra el dominio de la técnica que tuvo la artista. El fuste se decora con esmaltes que imitan camafeos mientras que el cáliz, ovalado, se remata con dos asas en forma de dragón. Tal y como recoge el texto presente en la sala, la estética manierista de la copa "recuerda a la obra del orfebre francés Pierre Delabarre (siglo XVII), llamado Maestro de los Dragones, cuya producción compone el tesoro de Luis XIV y el de su hijo el Delfín de Francia, que se conserva en el Museo del Prado".



La otra pieza que compone la exposición es una bandeja, también de bronce dorado y cincelado, en la que los esmaltes reflejan motivos naturales. El faisán de la escena principal da paso a toda una serie de insectos que ocupan el perímetro de la bandeja. 

Una ocasión única para conocer la obra de esta artista y divulgar la colección del Bellas Artes más allá de murillos y zurbaranes. Para mí ha sido una gran sorpresa descubrir no sólo estas dos piezas, sino a la propia artista, y espero que en un futuro no muy lejano, cuando el Museo sea ampliado, sean expuestas en la colección permanente como complemento ideal de las piezas del siglo XIX y principios del XX.


>> Sala XIII del Museo de Bellas Artes. Hasta el 7 de mayo. Más información aquí

* Post recomendado: 'Artemisia Gentileschi. Una pintora en la Catedral de Sevilla' (enlace)

1 comentario:

Guillermo Daza dijo...

Somos muchos los que compartimos la misma opinión. Desde el campo de la educación estamos intentando romper esta dinámica y creo que lo conseguiremos. Yo siempre utilizo como referencia, en mis actividades con con los alumnos la obra de artistas de ambos géneros. De modo que nombres como Frida Kahlo, Louise Bourgeois, Tamara de Lampicka, Carmen Laffon, Natalia Goncharova, Luisa Roldana... etc, sean tan conocidos y familiares como la de otros artistas masculinos, y sinceramente creo que entre mis alumnos de secundaria y bachillerato lo he conseguido. Un saludo