viernes, 16 de diciembre de 2016

Descubriendo el Regionalismo: Casa Mensaque


Al hilo de mi post de ayer en el que reflexionaba sobre el escaso valor que se le da al patrimonio en Sevilla, hoy os quiero poner un ejemplo concreto de una casa de la calle San Jacinto. Construida en 1927 para la familia Mensaque, su diseño corresponde a José Espiau y Muñoz, autor del Hotel Alfonso XIII, entre otros muchos edificios regionalistas. La vivienda, distribuida en varias plantas y con dos patios, se encuentra en venta, y tanto la propiedad como la inmobiliaria han tenido la amabilidad de dejarnos fotografiarla por dentro a Retablo Cerámico y a mí para inventariar su riquísimo interior.



La familia Mensaque es conocida por ser la propietaria de una de las fábricas de cerámica más importantes de cuantas hubo en Triana desde finales del siglo XIX hasta finales de la pasada centuria. El boom decorativo que supuso el Regionalismo encumbró estas fábricas y sus propietarios se convirtieron en una incipiente burguesía que, como no podía ser de otro modo, utilizaba sus casas como escaparate de lo que sus fábricas creaban. Ya vimos el ejemplo de la otra casa de la familia Mensaque que hay en la misma calle San Jacinto, hoy sede del Distrito Triana. La que hoy nos ocupa es sin duda más discreta en tamaño, pero el despliegue decorativo es igualmente sorprendente y gracias a que ha estado en manos de los mismos propietarios desde los años treinta hasta ahora se ha conservado en muy buenas condiciones.


La primera muestra de cerámica nos la encontramos en el zaguán, cuya puerta está rematada por la figura de Santa Elena, nombre de la propietaria de la casa, construida como regalo de boda por su marido. La felicidad de la pareja duró poco ya que el dueño, uno de los hermanos Mensaque, fue fusilado durante la Guerra Civil y su viuda vendió la casa a los actuales propietarios.


La casa, muy estrecha y alargada, se distribuye en torno a dos patios, uno central que da luz a todos los niveles del edificio y uno posterior, de reducidas dimensiones pero que se abre por medio de una gran cristalera al comedor de verano de la familia. El patio está decorado con un retablo cerámico del Gran Poder y en las plantas superiores encontramos azulejos vidriados de color verde que permiten que la luz rebote en su reflejo para llegar hasta la planta inferior. El decorar el patio con azulejos es una solución que me recordó mucho al Modernismo barcelonés, con ejemplos como la propia Casa Batlló. Aquí, en lugar del imaginario gaudiniano tenemos azulejos salidos directamente de los hornos de las fábricas de Mensaque.



La Casa tiene dos estancias ricamente decoradas, sin duda un muestrario de lo que la fábrica Mensaque podía hacer. Ambas se ubican en la planta inferior, la más pública de las residencias burguesas de la época. No es difícil imaginar a la familia recibiendo a sus invitados en estos salones. Junto a la fachada nos encontramos esta bellísima sala decorada con zócalos de azulejos pintados a mano en los que se disponen escenas bucólicas y campestres acompañados de querubines que portan instrumentos musicales. El suelo, de baldosas hidráulicas, es sencillamente espectacular.




Debido a la estrechez de la planta, la distribución de la casa es algo extraña, con habitaciones muy pequeñas junto al patio principal que también están decoradas con azulejos y suelos hidráulicos. Realmente todas las paredes de la casa tienen azulejos más o menos trabajados, un auténtico catálogo en tres dimensiones de la producción de Mensaque. Al fondo de esta planta inferior nos encontramos el comedor de verano. Las casas aristocráticas y burguesas contaban con una duplicidad de estancias que se utilizaban en función de la época del año. En verano la familia residía en la planta inferior mientras que en invierno se mudaban a la superior, de este modo se garantizaba un mejor confort climático.


El salón comedor es otra auténtica maravilla. Abierto al patio trasero con una cristalera de madera, está decorado con zócalos de azulejos con escenas del Quijote. El suelo, aunque es hidráulico, imita el conocido como mosaico Nolla del que ya os hablé en su día. Este tipo de pavimento era realmente caro, puesto que había que importarlo, por lo que las fábricas de baldosas hidráulicas tomaron los modelos para que pareciera Nolla, sin serlo.




Por último llegamos al patio, donde nuevamente brillan con luz propia los diferentes zócalos de azulejos, todos diferentes. El banco, la pequeña fuente con ranas y la decoración de lo que parece ser una cocina exterior, siguen dando muestras de la riqueza cerámica de Mensaque.



Tampoco podemos dejar de lado las carpinterías originales de madera de hace noventa años. Maravillosas.


Mientras recorría la casa fotografiando cada uno de los paños de azulejos, cada baldosa hidráulica, el propietario me preguntó el por qué de mi interés. Le contesté que era un auténtico apasionado de este tipo de pavimento y que los azulejos eran todos una maravilla. La respuesta me dejó atónito, "¿pero estos suelos tienen valor?". Una muestra más del por qué en Sevilla el patrimonio está en constante peligro, nadie le da valor porque nadie se ha molestado nunca en explicar que un suelo hidráulico, una fuente o un zócalo de azulejos tienen un valor. Son elementos que el sevillano medio tiene tan interiorizado en su imaginario que ve como algo prescindible, total "ha estado ahí toda la vida y es viejo".




Durante la visita no pude reprimirme y pregunté cuál sería el destino de esta fabulosa casa de la que sólo os he mostrado algunos detalles de su decoración. Como decía al principio la casa está en venta ante la imposibilidad de que los propietarios actuales puedan mantenerla. Se ha barajado convertirla en un pequeño hotel pero su reducido tamaño haría inviable la inversión por lo que lo más seguro es que se convierta en apartamentos turísticos. Este uso, tan extendido por nuestro casco histórico, es una nueva amenaza para el patrimonio puesto que para convertir un edificio de este tipo en apartamentos, lo primero que hay que hacer es compartimentarlo, eliminando zócalos de azulejos, suelos y demás elementos decorativos para que sea lo más funcional posible. ¿No es paradójico que el turismo que viene atraído por nuestro patrimonio sea precisamente uno de los causantes de su destrucción?


Sirva esta casa como un ejemplo más del rico patrimonio que aún tenemos en nuestra ciudad, un patrimonio tan desconocido como vulnerable que desaparece a pasos agigantados sin que nadie diga ni haga nada. Si Retablo Cerámico no hubiese solicitado la visita, invitándome a acompañarlos, o si la propiedad se hubiera negado a que la visitáramos, seguramente esta casa habría pasado a la historia sin que nadie conociera lo que había en su interior. ¿Cuántos edificios estamos perdiendo sin saber de su existencia? Quiero dejar bien claro que entiendo perfectamente la postura de los propietarios, depositarios de un patrimonio que cuesta mucho dinero conservar. Mantener hoy en día una casa de este tipo resulta costoso y es lógico que quieran desprenderse de ella, pero, ¿qué pasa con el Patrimonio? El Regionalismo es un movimiento que dio una imagen a nuestra ciudad, esa imagen de fachadas bonitas con azulejos es la que siempre se ha vendido, pero ejemplos como éste demuestran que detrás de esas fachadas había (hay) mucho más. ¿De verdad lo único que se puede hacer con esta casa es convertirla en hotel o apartamentos turísticos? ¿De verdad nadie piensa en que un patrimonio así debe ser conservado, difundido y puesto en valor? Yo sí lo pienso, pero claro, no soy propietario de un edificio así por lo que es muy fácil hablar desde un teclado. Ojalá encontrásemos una fórmula para que todo este patrimonio siguiera vivo y engrandeciera el presente y el futuro de nuestra ciudad.



Quiero agradecer a Manuel, de Retablo Cerámico la invitación para visitar a esta casa y a los propietarios y a la inmobiliaria Grupo Jabel el haber permitido la realización del reportaje.

3 comentarios:

Gabriel M. dijo...

Gracias de nuevo por estos artículos sobre nuestro gran patrimonio regionalista. Desde luego, la solución pasa porque alguien -probablemente una instutución, aunque por qué no un particular con capacidad para ello- la compre y no deteriore los interiores.

Unknown dijo...

Buenas y gracias por el reportaje. Una solución para este tipo de inmuebles es la de solicitar la declaración de B.I.C.Tengo entendido que cualquier persona puede hacerlo, sin necesidad de ser propietario.


Saludos y gracias

Sergio Harillo dijo...

Gabriel, comparto tu respuesta. Personalmente pienso que este tipo de edificios sólo tienen dos salidas, o que sigan siendo utilizados como vivienda unifamiliar (¿por qué no? hay gente con mucho dinero que se lo puede permitir) o que tengan un uso público, ya sea cultural público (museo, biblioteca, centro cívico) o privado (fundaciones, salas de exposiciones...). Lo peor que se le puede hacer a un edificio así es convertirlo en hotel o apartamentos, más que nada porque cada habitación requiere un baño, por lo que ya hay que modificar todo el inmueble hasta dejarlo irreconocible, por muy respetuosa que sea la intervención.

Gracias por tu comentario, Raúl. En realidad no debería hacer falta que todo edificio histórico sea declarado BIC, se supone que tenemos unas leyes de patrimonio que deberían garantizar la salvaguarda del mismo. ¿Cuál es el problema? Que las administraciones son bastante laxas en este sentido y consienten auténticos desmanes. Si a eso le añadimos que los propietarios normalmente quieren sacarle el máximo partido a sus bienes inmuebles, pues nos encontramos que el patrimonio es más una carga que un preciado bien. Por eso se recurre, quizá en exceso, a la declaración BIC, es la única forma de evitar la destrucción del Patrimonio. Este edificio, siendo muy interesante, no creo que reúna los requisitos para ser considerado BIC, aunque eso no significa que deba ser derribado o transformado hasta dejarlo irreconocible, claro. Bien podría estar catalogado con la letra B, que impide cualquier reforma que no esté encaminada a garantizar su correcta conservación y lo blinda de ampliaciones o derribos. Al menos sobre el papel, la realidad ya es otra cosa.

¡Saludos!