jueves, 29 de septiembre de 2016

La fragilidad de la cerámica

Friso cerámico. Diciembre de 2014


Lejos queda el concepto de artes aplicadas a la arquitectura. Vivimos en una época en la que la arquitectura, en su propia evolución, ha ido desprendiéndose de todo aquello que la adornaba, buscando perpetuar su imagen únicamente con los materiales constructivos básicos. Hormigón, vidrio y acero se han convertido en los materiales por excelencia de la arquitectura, que rehuye de cerámicas, esculturas, pinturas o maderas. Pero no queda tan lejano en el tiempo esa unión entre las artes aplicadas y la arquitectura, en los años sesenta del pasado siglo XX se seguía utilizando la cerámica como elemento distintivo y aún hoy podemos rastrear en Sevilla comercios y viviendas donde paneles cerámicos y azulejos decoran fachadas e interiores.



Detalle de friso cerámico. Diciembre de 2014


Lamentablemente el valor de estos elementos no está muy extendido y del mismo modo que la Plaza de España es objeto continuo de robos y destrozos, la cerámica más contemporánea se enfrenta a un doble olvido, el del paso del tiempo y el de ser considerada de menor valor. El ejemplo del que quiero hablaros hoy se encontraba (porque hay que hablar en pasado) en una casa de la calle Córdoba, en pleno centro de la ciudad. Sobre el local comercial se conservaba un bello friso cerámico de estética contemporánea (nada de alusiones barrocas ni regionalistas) aunque era heredero de esa tradición cerámica que algunos remontan hasta las santas Justa y Rufina. El edificio fue restaurado por FAQ Arquitectura hace unos años y además de llevar a cabo una interesante rehabilitación interior, se respetaron todos los elementos de la fachada, incluido este rótulo cerámico, al que ya le faltaba un trozo por haber sido instalado un aparato de aire acondicionado.


En enero de 2015 el local comercial fue ocupado por una zapatería que instaló un nuevo rótulo sobre el friso cerámico. El resultado podría gustar más o menos, pero la cerámica se conservó debajo del nuevo cartel.

El problema vino cuando la Gerencia de Urbanismo, apoyándose en la ordenanza de publicidad para el Centro Histórico que sólo permite rótulos con letras corpóreas, instó a los inquilinos del local a colocar las letras sobre el paramento del edificio y no sobre un elemento externo. A pesar de los intentos tanto de la propiedad del edificio como de los inquilinos del local por respetar el friso original, aunque fuese ocultándolo, se optó por eliminarlo para cumplir la normativa. Sin duda resulta tremendamente paradójico que el cumplimiento de unas ordenanzas municipales conlleven la destrucción de un elemento artístico de estas características.


La desaparición de este friso cerámico habrá pasado desapercibido para el 99% por ciento de la población, pero eso ocurre porque nadie le ha enseñado a mirar y a comprender por qué tiene un valor. Y ¿por qué lo tiene? Pues porque la industria cerámica sevillana es milenaria, forma parte de nuestra tradición desde antes que otras tradiciones que todos tienen muy arraigadas. Puede que ya no seamos un foco importante en cuanto a industrias cerámicas, pero desde Sevilla salieron azulejos para decorar edificios no sólo en España, sino en los territorios de ultramar. Los azulejos y la cerámica sevillana se exponen en los mejores museos del mundo y estos zócalos, frisos y paneles de los años sesenta fueron el último intento de una industria que buscaba en su renovación, la superviviencia. Por eso es importante que conservemos estos pequeños detalles, porque forman parte de nuestra historia y de nuestro patrimonio.

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