Fachada interior del Centro Cerámica Triana, de AF6 Arquitectos |
El pasado jueves en el foro que se celebró en el Centro de la Cerámica sobre el papel de la artesanía en la actualidad, Jesús Marín, presidente de la Asociación de Amigos de la Cerámica Niculoso Pisano lanzó una interesante pregunta: ¿por qué no revitalizar la cerámica artística incluyéndola en los concursos públicos? Se refería Marín a que a la hora de licitar un concurso para construir un edificio público, un equipamiento o remodelar un espacio público, se incluyese una cláusula que obligase de alguna manera a incluir la cerámica como complemento artístico.
Panel de azulejos en los Servicios del Centro Cerámica Triana |
La idea lanzada por el presidente de la Asociación Niculoso Pisano, siendo muy interesante, debería ser muy matizada. Para empezar, todo aquello que se impone, causa cierto rechazo. Si en la construcción de un colegio, por poner un ejemplo, se añade una cláusula que obligue al arquitecto a incluir un paño de cerámica en alguna parte, lo más seguro es que el arquitecto vea cercenada su libertad creativa y lo haga a regañadientes, disponiendo el mural en una zona marginal. El hecho de que la cerámica, al igual que la escultura, la pintura o cualquier arte decorativa haya desaparecido de nuestros edificios es una consecuencia de la propia evolución de nuestra sociedad. Tras la exuberancia del Modernismo, a finales del siglo XIX y principios del XX, la arquitectura huyó de todo adorno superfluo para mostrarse tal y como es, sin añadidos. Bien es cierto que una historia de simbiosis milenaria no se acaba de la noche a la mañana y durante el siglo XX han sido muchos los arquitectos que han seguido apostando por la decoración en sus edificios, pero la tónica general ha sido que la propia arquitectura y sus materiales son suficientes para componer una obra arquitectónica.
Glorieta de Luis Montoto, Parque de María Luisa. Luis Gómez Stern y Emilio García Ortiz, 1959 |
No obstante, en lugares como Sevilla, con una tradición también milenaria en el uso aplicado de la cerámica, sería interesante apostar por la recuperación de ésta y otras técnicas artísticas en edificios y espacios públicos. Un ejemplo claro es el propio Centro de la Cerámica, donde los arquitectos responsables del proyecto han utilizado la cerámica como material para construir la fachada del centro, dotando de una nueva personalidad a la antigua fábrica. También se ha empleado la cerámica en los baños a modo de composiciones artísticas contemporáneas que aportan un valor añadido al espacio. Si comparamos este edificio con otros construidos recientemente en Sevilla, como la ampliación de Fibes, por ejemplo, veremos que es mucho más "sevillano" el Centro de la Cerámica, pues hunde sus raíces en la tradición artística y arquitectónica local. El nuevo auditorio de Fibes, con sus grandes cristaleras, sus paneles metálicos y sus vigas de hormigón, bien podría estar en Sevilla o en Estocolmo, pero el Centro de la Cerámica de Triana sólo puede estar en Sevilla.
Estación de Metro T-Centralen, Estocolmo. Fuente |
No hay que remontarse al Regionalismo para encontrar un maridaje entre espacios y edificios con la cerámica. En los años cincuenta y sesenta hubo un intento de actualizar el lenguaje artístico en este tipo de intervenciones. Lo vemos en la fachada del Corte Inglés del Duque, con su friso cerámico o en monumentos públicos como la Glorieta de Luis Montoto en el Parque de María Luisa. La valoración de las tradiciones artísticas es el primer paso para una recuperación de estas técnicas. Si la ciudadanía no valora algo, difícilmente lo podrá pedir. A cualquiera que utilice el Metro a diario, las estaciones le parecerán un alarde de ingeniería, pero al mismo tiempo sentirá una sensación de frío y soledad. ¿Por qué no decorar las estaciones de Metro con instalaciones artísticas realizadas específicamente para ese espacio? Sería una manera de dotarlas de vida al mismo tiempo que se educa a la ciudadanía en el arte contemporáneo. Lo mismo se podría hacer con las zonas verdes o espacios públicos. Con esta medida se fomentaría el tejido artístico y artesano local, se crearía empleo, se revitalizaría un sector hoy en fuerte retroceso y se lograría una mejora estética de esos espacios. Con el tiempo, la ciudadanía vería como algo normal el uso de la cerámica u otras técnicas artísticas en el espacio público y no sólo valoraría más el arte contemporáneo, sino que los propios arquitectos se educarían en la simbiosis entre arquitectura y artes aplicadas.
3 comentarios:
Triana es universalmente conocida por su arte de cerámica, entre otras muchas cosas. Muy buena entrada Segio, certero una vez más. Enhorabuena.
Un abrazo.
Gracias Sergio por tus como siempre estupendos artículos. Déjame sólo que rompa otra vez una lanza a favor de la iniciativa privada. Entiendo tu punto de vista pero, más que incrementar el gasto público y tratar de educar la sensibilidad artística desde la administración, creo que deben ser las asociaciones y los artesanos los que lo hagan. Son tiempos difíciles pero hay artesanos interesantes, como se ve en sitios tales como la feria de Navidad (incluida una japonesa afincada desde hace años que fusiona ambas tradiciones). De todas formas tenemos la cerámica de los edificios de Sevilla para que la gente se admire y se interese. Un saludo.
Coincido contigo, Gabriel, es tarea de todos que nuestro patrimonio esté vivo. Sin embargo, pienso que las administraciones pueden llegar a lugares donde lo privado no puede hacerlo. Por ejemplo, este blog, yo podré publicar un artículo como éste que leerán una serie de personas, pero jamás llegaré a un público tan amplio como si una administración decide darle un impulso a la artesanía incluyéndola en remodelaciones de espacios públicos, por ejemplo.
Un saludo y gracias por tu comentario :)
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