viernes, 25 de julio de 2014

La Parroquia de Santa Ana invierte en su patrimonio


La iglesia de Santa Ana ostenta el honor de ser la primera iglesia que se construyó en Sevilla tras la Reconquista (con permiso de la desaparecida primitiva ermita dedicada a San Jorge del Castillo homónimo). Sus orígenes se remontan a finales del siglo XIII cuando el rey Alfonso X ordenó contruir un templo bajo la advocación de la madre de la Virgen tras curarse de una terrible enfermedad que casi le hace perder un ojo. Las obras se dilataron hasta el siglo XIV cuando tuvo que ser parcialmente reconstruida tras el terremoto de 1356, legando a la ciudad uno de los templos más maravillosos de cuantos se conservan, no sólo por sus elegantes y poco sevillanas formas góticas (aquí el Mudéjar sustituiría al Gótico rápidamente) sino por las importantes obras de arte que atesora.



La iglesia de Santa Ana está de actualidad por las obras de restauración que se están llevando a cabo gracias al buen hacer de su párroco, que no ha dudado en sacar financiación de debajo de las piedras para que el templo goce de la mejor salud. Recientemente se restauraron los jarrones cerámicos que decoran la torre y las cornisas superiores del edificio, que durante años han estado protegidos por mallas para evitar desprendimientos.


En el interior se está actuando en la capilla de San Francisco de Asís, a los pies de la nave del Evangelio, una capilla construida en 1545 por Francisco Vallejo como enterramiento familiar. De aquella época se conserva el retablo principal, con pinturas de Villegas Marmolejo y la reja, ambas obras fechadas hacia 1570. El terremoto de Lisboa de 1755 obligó a hacer reparaciones en todo el edificio, adquiriendo una nueva apariencia barroca que lamentablemente fue completamente destruida en la polémica intervención de Rafael Manzano de los años 80. Por suerte, algunos elementos barrocos como las yeserías de Martín de Toledo que coronan esta capilla y su gemela de las Ánimas se salvaron, sirviendo de testigo de la espectacular decoración ideada en la segunda mitad del XVIII.


Maite Béjar, Elena Belascoain y Elena Guisado son las responsables de sacar a la luz la belleza de una capilla que presentaba un estado de conservación nefasto. Las filtraciones por humedad han sido constantes a lo largo de los años (un daño que afortunadamente se solucionó hace una década lo que ha permitido trabajar sobre un muro seco) y las pérdidas, cuantiosas, pero estas tres profesionales se sienten optimistas respecto al resultado final. Lo primero que ha habido que hacer es fijar la capa pictórica al muro, ya que la fina capa de escayola que actúa como soporte estaba tan desprendida que hacía peligrar la integridad de las pinturas murales. La técnica empleada (pintura al temple y al óleo sobre una fina capa de escayola) ha contribuido a que las pinturas presenten un lamentable estado de conservación, sin embargo, tras rellenar con mortero el muro, la limpieza de la superficie está dando grandes sorpresas. La escena iconográfica representada muestra el momento en el que San Francisco de Asís se debatía entre si tomar los hábitos de sacerdote o no, momento en el que se le aparece un ángel portando un recipiente de cristal repleto de agua indicándole que su alma debe ser igual de pura y cristalina si quiere ordenarse sacerdote. Durante estos años del siglo XVIII cuando se pinta este muro, Domingo Martínez estaba trabajando en otras zonas del templo lo que ha llevado a pensar en la posible influencia del maestro en estas pinturas. En el Bellas Artes se conserva un lienzo con la misma iconografía pero éste sí atribuido al gran pintor barroco.

San Francisco confortado por el ángel. Domingo Martínez. Museo de Bellas Artes de Sevilla

Una vez limpiada la superficie pictórica, se procederá a la reintegración de lagunas, devolviendo el color y las formas a aquellas zonas que han desaparecido con el paso de los años. Para evitar falsos históricos, la pintura nueva se realiza con técnicas reversibles y nunca dibujando con detalle lo perdido, sino abocetando las formas para que desde lejos se aprecie la pintura en su totalidad pero desde cerca se pueda observar lo reconstruido. También se está pendiente de realizar una limpieza general del retablo de San Francisco, muy remodelado en el siglo XVIII y que presenta pérdidas y suciedad.


Una vez culminen las tareas de restauración la capilla de San Francisco mostrará una imagen completamente diferente a la que ha tenido en los últimos años, siendo posible recrearse en sus fantásticos detalles y lo que es más importante, devolviendo un trocito de su historia a este bello templo repleto de tesoros de grandes artistas como Niculoso Pisano, Alejo Fernández, Alonso Vázquez, Pedro de Campaña, Hernando de Esturmio, Domingo Martínez o Villegas Marmolejo.


Fuente: 'Iglesias de Sevilla' de Manuel Jesús Roldán

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