En los últimos meses estamos asistiendo a un tira y afloja entre el Ayuntamiento y los empresarios que se encargan de las artes escénicas de la ciudad. El primer encontronazo fue por las ayudas al sector no convocadas el pasado 2011. Luego vino la idea de convertir los festivales en bienales con la excusa de que así se podrían destinar más recursos a los mismos al tiempo que se ajustaba en el tiempo la oferta escénica de la ciudad. Ya dijimos en su momento que era absurdo pensar que si no hay dinero para los festivales anuales, hubiera el doble cada dos años. Las matemáticas no salían y así se ha demostrado cuando se ha impuesto (bueno, consensuado) el nuevo mapa cultural de la ciudad. El dinero es el mismo o incluso menos y algunos festivales como el Fest o el Perfopoesía ya han anunciado que va a ser difícil programar con el presupuesto asignado. Podríamos estar ante el principio del fin de varios festivales.
El penúltimo asalto ha venido de la mano de los presupuestos de este año. El Ayuntamiento destina dos millones de euros para artes escénicas, de los cuales prácticamente un millón y medio se los llevan el Lope de Vega y el Teatro Alameda, ambos municipales. La cuantía para las demás salas de teatro de la ciudad alcanza los 50.000 euros, una cantidad tachada de insuficiente por los empresarios teatrales que advierten de que está en juego no sólo la oferta cultural de la ciudad, sino el empleo de cientos de personas.
En este cruce de acusaciones hay varios temas extraños. El primero es que el Ayuntamiento asegure que todo este plan ha sido consensuado con los empresarios, un extremo que niegan éstos, que aseguran que se han enterado por la prensa. ¿Quién no dice la verdad?
El segundo es el tema de subvencionar espacios privados. Sevilla debe agradecer, y mucho, a los espacios escénicos de la ciudad su labor por la cultura en la ciudad. Sin embargo, ¿hasta qué punto es lógico y lícito que año tras año el Ayuntamiento subvencione empresas privadas? Es una cuestión peliaguda. Gracias a esas ayudas, los teatros pueden programar a precios más populares y así llenar las salas, pero a la vez, no dejan de ser empresas privadas que deberían subsistir por sí solas. Volvemos al tema de siempre, ¿la cultura debe ser subvencionada porque cumple un servicio social o debería imperar la ley de la oferta y la demanda? Tenemos el caso del Teatro Quintero, que de momento no entra dentro del grupo de empresarios molestos con el Ayuntamiento, seguramente porque no reciba subvenciones. Además, es uno de los teatros de mayor aforo de la ciudad. Pero eso sí, las entradas para sus espectáculos (normalmente obras muy populares) son bastante más caras que las de otros espacios como Sala Cero, la Fundición o TNT.
La solución se antoja complicada. Quizás este recorte (que la delegada atribuye una y otra vez a la herencia socialista, aunque habría que ver si no hay excesos por otro lado) sirva para cuadrar el mapa cultural de la ciudad, a lo mejor Sevilla no puede tener tantos espacios teatrales porque no hay demanda, o tal vez habría que agrupar la oferta para que no esté tan dispersa por toda la ciudad, de modo que exista un barrio teatral (lo que se quiso hacer en el Cerro del Águila) que permita aunar sinergias y oportunidades. Sólo esperemos que este cambio de ciclo no signifique una pérdida en la calidad de vida en la ciudad, que podría pasar de ser una de las más dinámicas culturalmente del país a una más dentro del montón.
Más información en: Diario de Sevilla y El Correo de Andalucía
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