martes, 5 de mayo de 2020

La fuente de Catalina de Ribera



Hay que reconocerle a los sevillanos de principios del siglo XX que cuando querían hacer un monumento no se andaban con estrecheces. Si hacemos un repaso mental de los monumentos y fuentes más imponentes de la ciudad nos daremos cuenta de que la mayoría de ellos se erigieron en las tres primeras décadas del siglo pasado (aunque nuestro favorito siga siendo Antonio Susillo, su concepto de monumento no tiene nada que ver con los levantados con vistas a la Exposición Iberoamericana).

La fuente-monumento en homenaje a doña Catalina de Ribera es, sin duda, uno de los más logrados. La historia de este paseo comienza a mediados del siglo XIX cuando la Casa Real cede a la ciudad parte de los Jardines del Alcázar, la conocida como Huerta del Retiro, para mejorar la conexión entre las puertas de San Fernando y de la Carne. Se derriba la tapia original y se construye la actual para delimitar los jardines. El nuevo paseo se acondiciona en los años sesenta de ese siglo de manera superficial. El que durante un tiempo se conocerá como 'paseo de los lutos' se dedica a Catalina de Ribera a finales de siglo, dotando al espacio de nuevo ajardinamiento. Sin embargo no será hasta 1920 cuando adquiera su aspecto actual.



Fotografía antigua de la fuente que daba acceso al Paseo Catalina de Ribera


Es en este momento cuando se decide decorar el nuevo paseo con tres fuentes. Dos de ellas enfatizarán el eje principal del paseo ubicándose al principio y a mitad del mismo. La primera, hoy desaparecida, se encontraba en el acceso principal al paseo desde la calle San Fernando. Esta fuente, de la que ya os hablé en el Blog, seguía el ejemplo de las conservadas en los claustros del Hospital de los Venerables Sacerdotes y de Los Terceros, compuesta por una serie de escalinatas descendentes que dejaban el surtidor en el centro del círculo pero rehundido con respecto a la cota del paseo. Alrededor de la fuente se colocaron varios elementos decorativos provenientes de los Jardines del Cristina, que en esa época estaban siendo sometidos a una profunda remodelación. El hecho de que esta fuente no sobresaliera del suelo tenía un sentido práctico, no entorpecer la visión del monumento a Colón, la segunda de las fuentes construida en este paseo y que adquiere gran protagonismo en los jardines.




Relieve de la fuente de Catalina de Ribera (siglo XVI)


La tercera de las fuentes se colocó en una zona más discreta, apoyada en la tapia que cierra los jardines del Alcázar. Juan Talavera y Heredia, arquitecto municipal por aquellos entonces, diseñó una monumental composición a modo de grutesco en honor a Catalina de Ribera y Mendoza (1447-1505), dama de la nobleza sevillana a la que se debe la creación del Hospital de las Cinco Llagas. Es precisamente este hecho el que se conmemora en el monumento tal y como puede leerse en el texto que hay debajo del retrato de la homenajeada. El monumento se compone a modo de arco de triunfo con grandes pilastras y rematado por pináculos piramidales y un gran cesto con frutas, un elemento muy característico en la obra de Talavera. El pintor Manuel de la Cuesta y Ramos fue el encargado de realizar los frescos que decoraron los diferentes vanos de la composición, con el retrato de Catalina de Ribera en el centro, dos figuras alegóricas que hacían referencia a la fundación de las Cinco Llagas en los laterales, el escudo de la ciudad en el frontón superior y jarrones con flores sobre las hornacinas laterales. Todas estas pinturas se perdieron con el paso de los años y en 1965, cuando se procede a restaurar el monumento, se coloca un nuevo retrato de Catalina de Ribera, esta vez realizado con azulejos pintados por José Arévalo Luna en la Fábrica Montalván, y nuevas pinturas en los laterales ejecutadas por Francisco Maireles, que también repintó los motivos superiores.


Pinturas de Francisco Maireles de 1965 que sustituyen a las originales


Uno de los aspectos más interesantes de la fuente es que Talavera reutilizó una fuente previa. Tanto el vaso como el relieve de mármol con dos figuras mitológicas formaron parte de una fuente construida en el siglo XVIII en la Plaza del Pumarejo. Esta plaza nació en 1775 y fue fruto de una potente actuación urbanística por parte de Pedro Pumarejo, que obtuvo permiso del Ayuntamiento para derribar hasta setenta casas con el objetivo de levantar su palacio y la plaza delantera. El hecho de que Pedro Pumarejo fuese un rico comerciante y caballero veinticuatro del Ayuntamiento (figura que se correspondería con los actuales concejales) ayuda a comprender que se le consintiese semejante despliegue en una calle San Luis que había ido perdiendo protagonismo con el paso de los siglos. Con este nuevo palacio y la plaza se monumentalizaba un espacio donde también se construyó en 1785 la tahona municipal para garantizar el abastecimiento de trigo en períodos de escasez (edificio del que se conserva en parte la fachada en el lado norte de la plaza). La fuente, desmontada años más tarde, acabó en los almacenes municipales, de donde Talavera la rescató para su diseño. Lo curioso es que no era la primera vez que esta fuente se desmontaba y se volvía a montar ya que el relieve está fechado en el siglo XVI, por lo que antes de acabar en la Plaza del Pumarejo ya había pertenecido a otra fuente previa de la que no se tienen noticias (la Alameda tal vez ¿?). Algo similar ocurrió con la fuente de la actual Plaza de la Magdalena... pero esa ya es otra historia.


Plaza del Pumarejo, aspecto actual



>> Gracias a Manuel Pablo Rodríguez por la gestión para conocer el autor de los azulejos con el retrato de la homenajeada.

Bibliografía:

- Diccionario Histórico de las Calles de Sevilla. Tomo 2.
- El Cicerone de Sevilla. Alejandro Guichot y Sierra. Volumen primero.
- Inventario de Monumentos de la ciudad de Sevilla. Gerencia de Urbanismo (enlace)

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