Instituto de Higiene del Doctor Murga. Imagen de Wikipedia |
La construcción de nuevos equipamientos sanitarios, tanto públicos como privados, a principios del siglo XX en Sevilla, vino a descongestionar el gran hospital de la ciudad de aquella época, el de las Cinco Llagas. Además, la apuesta por nuevas terapias y técnicas trajo a la ciudad avances médicos que con el paso del tiempo se consolidarían como imprescindibles en la medicina.
Uno de los pioneros en estos avances científicos fue el doctor Leopoldo Murga Machado, nacido en Cuba en 1861. Tras su llegada a Sevilla, en 1883 funda en la calle Zaragoza un Instituto de Higiene que en 1896 pasará a la calle Julio César y que acabará mudándose a un edificio de grandes dimensiones en la calle Marqués de Paradas, junto a la nueva estación de Córdoba.
Grupo escultórico 'La Ducha' de Adolfo López Rodríguez. Imagen del Blog Fotos y postales antiguas de Sevilla |
Las obras de este edificio neoclásico, inspirado en el Museo Británico, se iniciarán en 1905 a cargo del ingeniero Francisco Franco Pineda, quedando concluidas apenas dos años después. El nuevo centro contará con salas de consulta, baños para su uso público (toda una novedad en la ciudad), laboratorio y dos pabellones de especialidades, uno dedicado a la electroterapia y otro a la hidroterapia. Murga fue uno de los introductores en Sevilla de los análisis clínicos y también fue pionero en el uso de los Rayos X, términos con los que a día de hoy estamos más que familiarizados pero que en aquella época supusieron toda una revolución.
Laboratorios Quer, ya sin las esculturas de la fachada. Imagen de Wikipedia |
El edificio, derruido en 1958 y cuyo solar ocupa el actual ambulatorio de Marqués de Paradas, tuvo una corta vida ya que durante la Guerra Civil fue cerrado y abandonado. En los años cuarenta volverá a abrir sus puertas como sede de los Laboratorios Quer, pero apenas una década después caería víctima de la misma piqueta que se llevó por delante una gran parte del patrimonio sevillano. En la fachada del edificio, que contaba con un pequeño jardín, llamaban la atención dos grupos escultóricos realizados por Adolfo López Rodríguez (Sevilla, 1862-1943) y que simbolizaban, de manera alegórica, la Ducha y la Higiene, un concepto muy interesante en cuanto a su representación escultórica y del que ya se ha hablado en el Blog. Ambas esculturas desaparecieron con el edificio, si bien existen fotografías previas al derribo en las que ya no aparecen, por lo que cabe la posibilidad de que sobrevivieran a la destrucción.
Fachada del Instituto de Higiene del Doctor Seras |
En el otro extremo de la ciudad se levantó otro gran Instituto de Higiene, concretamente en la actual calle Luis Montoto. El onubense Antonio de Seras y González, tras formarse en Medicina en Sevilla, completa sus estudios en París, en el prestigioso Instituto Pasteur. Tras regresar a Sevilla en 1896 como director del Instituto Provincial de Higiene, decide fundar, a principios de siglo, un Instituto y Laboratorio propio. De las obras del edificio, de estilo modernista, se encargará Simón Barris. La ampliación de la ciudad hacia el este supondrá la consolidación de la entonces calle Oriente como nuevo acceso a la misma, una vía en la que se irán intercalando las promociones de viviendas con conjuntos fabriles y nuevos equipamientos para el barrio de Nervión. Precisamente el Instituto y Laboratorio del Doctor Seras, que abrirá sus puertas en 1907, se construye en parte de lo que había sido el convento de San Agustín, una manzana donde también se levantarán otros edificios modernistas diseñados por Aníbal González (casas para Juan de la Rosa) y Simón Barris, que instala su vivienda particular junto al nuevo Instituto de Higiene.
El nuevo edificio contará con salas de consultas, camas para ingresos, servicio de vacunación y laboratorio para análisis clínicos. El Instituto de Higiene del Doctor Seras, al contrario de lo que ocurrió con el del Doctor Murga, sobrevivirá a la Guerra Civil y se irá adaptando a las nuevas necesidades de la población hasta los años sesenta, cuando apenas pueda competir con los hospitales públicos de la Seguridad Social. Finalmente cerrará sus puertas y será convertido en apartamentos con bajo comercial. De su antigua época de esplendor apenas queda la fachada, rematada con el busto de Pasteur.
Además de la iniciativa privada, desde las instituciones públicas también se hizo un gran esfuerzo desde finales del siglo XIX por prestar una serie de servicios que mejoraran la calidad de vida de la ciudadanía y sobre todo, desarrollasen las medidas de higiene necesarias para evitar epidemias. En 1883 se crea el Laboratorio Municipal de Sevilla, institución que se encargó de aspectos clave en la salubridad pública: controlar irregularidades y falsificaciones en la distribución de alimentos, análisis de aguas o la lucha contra plagas. En 1912 culminan las obras del nuevo y flamante Laboratorio Municipal diseñado por el arquitecto Antonio Arévalo Martínez en la Ronda Histórica, un edificio que bebe de las tendencias eclécticas de finales del XIX que tanto éxito habían tenido en Europa. La fachada se remata con un conjunto escultórico compuesto por una victoria, seguramente algún tipo de alegoría, y sendos dragones a sus lados. Desafortunadamente estas piezas han desaparecido con el paso del tiempo, si bien no estaría de más que se recuperasen para devolverle la imagen original al edificio.
De estos mismos años son otros dos grandes edificios que también tenían como objetivo el cuidado de los sectores más necesitados de la población. Por un lado, entre 1912 y 1916 se construye la nueva Casa de Niños Expósitos en Miraflores, un proyecto que la Diputación Provincial encargó al arquitecto Antonio Gómez Millán. La misión de esta institución era acoger a los niños huérfanos y en el diseño de las nuevas instalaciones se apostó en todo momento por cumplir con las medidas higiénicas promulgadas por organismos nacionales e internacionales, contando con un amplio jardín que permitiese la ventilación natural de los distintos edificios. De estos mismos años es el Protectorado de la Infancia de la calle San Jacinto, ideado por Antonio Arévalo Martínez y terminado en 1918. Se trata de otra institución benéfica fundada a principios del siglo pasado para velar por los niños, en este caso como centro de enseñanza, uso que sigue teniendo a día de hoy.
Las epidemias que asolaron Europa en el siglo XIX motivaron un cambio de mentalidad tanto en administraciones como en la ciudadanía en general. La construcción de nuevos equipamientos sanitarios, así como medidas higiénicas fundamentales tanto de carácter privado como público, supusieron una nueva forma de afrontar el día a día para millones de personas. Aún así la Humanidad tuvo que seguir enfrentándose a pandemias como la conocida gripe española de 1918 o los terribles conflictos bélicos que asolaron Europa durante gran parte del siglo XX. La Humanidad se enfrenta de nuevo a los efectos de una pandemia que, en realidad, nos recuerda algo que quizás habíamos olvidado, nuestra vulnerabilidad frente a lo desconocido. La situación que estamos viviendo nos obligará a introducir cambios en nuestra forma de vida, algo que tal vez nos resulte incómodo, pero que no deja de ser un problema con el que la Humanidad lleva conviviendo desde hace siglos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario