domingo, 8 de enero de 2017

Antonio Susillo, renovador de la escultura sevillana



Al leer el artículo que Juan Parejo ha publicado en Diario de Sevilla recordando la figura del escultor Antonio Susillo por el ciento veinte aniversario de su muerte me eché las manos a la cabeza, '¿cómo se me ha podido olvidar dicha fecha?'. La intrigante figura de este escultor de la segunda mitad del siglo XIX siempre me ha llamado poderosamente la atención, no sólo por la calidad de su obra sino por lo poco que se ha estudiado su producción y su vida y el relativo poco interés que se le ha prestado a una figura capital en la historia del arte sevillano, quizá porque, como indicaba Parejo en su artículo, no se dedicó a la escultura procesional. Con el objetivo de rendirle un merecido homenaje, os propongo realizar una ruta por la ciudad de Sevilla para conocer parte de las obras que se siguen conservando en la ciudad.


Antonio Susillo nace en Sevilla el 18 de abril de 1857 en la Alameda de Hércules. Vida y leyenda se fundirán en la figura de este escultor autodidacta hasta el punto de que es complicado trazar una línea entre lo que ocurrió de verdad y lo que fue fruto del ideario popular. Fue el pintor José de la Vega quien descubrió el talento de Susillo modelando figuras en barro y quien se encargó de su primera formación artística. La calidad de sus figuras fue tal que fue animado a participar en la Exposición Regional de Bellas Artes de 1882, donde obtuvo gran éxito con su obra 'La madre hebrea', lo que le abrió las puertas de los dos grandes palacios sevillanos, el Alcázar y el de San Telmo. Para el primero la reina Isabel II adquirió obras del joven Susillo y para el segundo fue directamente contratado por los duques de Montpensier para participar en la remodelación estética de lo que había sido Escuela de Mareantes. En San Telmo se encargó de realizar los bustos de barro cocido que decoran el patio principal, completando la arquitectura de Figueroa, y la famosa galería de sevillanos ilustres que remata la fachada del apeadero del palacio. 

Galería de sevillanos ilustres en el Palacio de San Telmo, 1895


Es precisamente en el Palacio San Telmo donde iniciamos el recorrido por la producción de Susillo deteniéndonos en la fachada norte que Balbino Marrón construyó para los duques de Montpensier. De la decoración escultórica se encargó Susillo realizando doce piezas en piedra artificial (un material asimilable al cemento que también fue empleado en las puertas de la Catedral de Sevilla realizadas en el XIX o posteriormente en algunos pabellones y conjuntos escultóricos de la Exposición Iberoamericana de 1929). Se trata de una galería de retratos inaugurada en 1895, justo un año antes de la muerte del escultor y por tanto obras de su última producción. En ella se ensalza la figura de doce grandes prohombres de la historia sevillana cuyo objetivo era reafirmar la relación entre la familia Montpensier y su ciudad de acogida. Por orden, y de izquierda a derecha, nos encontramos a Bartolomé de las Casas, Per Afán de Rivera, Bartolomé Esteban Murillo, Benito Arias Montano, Luis Daoiz, Fernando de Herrera, Diego Ortiz de Zúñiga, Lope de Rueda, Miguel Mañara, Diego de Silva Velázquez, Rodrigo Ponce de León y Juan Martínez Montañés. La calidad de estas esculturas, a nivel compositivo y técnico, bien merece detenerse con tiempo a contemplarlas con tranquilidad, saboreando todos y cada uno de sus detalles.


Monumento a Miguel Mañara, 1902


De San Telmo podemos seguir el recorrido hacia el centro por el Paseo Colón hasta llegar a los Jardines de la Caridad donde nos encontramos otra de las últimas piezas de Susillo, el monumento a Miguel Mañara, instalado en 1902. Esta pieza de bronce bebe directamente de la que realizó en piedra para la fachada de San Telmo. En ella podemos ver a Mañara portando en brazos a un enfermo camino del Hospital de la Caridad. Se trata sin duda de una de las piezas más espectaculares de su producción y en ella queda patente la amplísima formación del escultor en París y Roma. De su formación internacional apenas tenemos algunas notas. En Francia estuvo gracias al mecenazgo del príncipe ruso Romualdo Giedrioik, que quedó entusiasmado con la calidad de sus obras en barro y fue enviado por el zar Nicolás II para encargarle un busto del monarca Romanov. Entre 1883 y 1884 se formará en la École de Beaux Arts de París junto al escultor Bonaumax, con quien aprenderá las técnicas de fundición que tanto utilizará a su regreso a Sevilla. En 1885 viajó a Roma pensionado por el Gobierno español, completando unos estudios que, a su llegada a Sevilla lo encumbrarán como el mejor escultor tras la etapa barroca.

La flores de San Francisco, 1896

La siguiente parada en nuestro recorrido nos lleva al futuro Museo Bellver, en la casa Fabiola. Aunque aún falten unos meses para la inauguración de este espacio, no podemos obviar en la ruta las dos piezas que forman parte de la colección Bellver, un 'Ángel apocalíptico' fechado en 1890 y un sublime San Francisco de 1896, ambas piezas de barro cocido. El modelado en barro será una técnica que Susillo jamás dejará y en la que conseguirá altas cotas de calidad. Lamentablemente estas piezas 'menores' no han sido valoradas en su justa medida y se les ha ido perdiendo la pista. No es complicado encontrar obras de Susillo en anticuarios y subastas, por lo que aún estamos a tiempo de adquirir piezas bien para el futuro Museo Bellver o para el Museo de Bellas Artes.

Maqueta del Monumento a José Zorrilla, 1893


La Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría posee otra pieza de Susillo dentro de la colección de esculturas que decoran el patio de su sede, la Casa de los Pinelo. Se trata de la maqueta para el monumento a José Zorrilla, fechada en 1893. En apenas ochenta centímetros el escultor es capaz de resumir toda la obra del escritor, con alusiones a sus principales obras. El monumento, que jamás se llevó a cabo, se remata con el busto del dramaturgo sobre una columna rodeada de figuras alegóricas.

Los Reyes Católicos reciben a Colón. Museo de Bellas Artes de Sevilla, 1893


De la Academia, atravesando el centro, nos dirigimos al Museo de Bellas Artes, donde se expone un gran relieve en bronce réplica del que decora el monumento a Cristóbal Colón de Valladolid. Fechado en 1893, representa el momento en el que los Reyes Católicos reciben al almirante en el Salón Tinell de Barcelona. El Museo también conserva, aunque no está expuesto, un relieve en barro titulado 'El harén de Boabdil', fechado en 1895 y donado a la institución por la marquesa de Yanduri.

Monumento a Velázquez, 1892


Si por algo es conocido Susillo en nuestra ciudad es por los monumentos públicos que realizó. Tras su regreso a Sevilla después de su periplo europeo, el Ayuntamiento le encargó una serie de obras para decorar las nuevas plazas y espacios públicos que se estaban abriendo en la ciudad. De 1892 es el monumento a Velázquez, levantado en la Plaza del Duque en honor 'al pintor de la verdad'. Unos años antes, en 1887, había realizado Susillo el monumento a Luis Daoiz de la Plaza de la Gavidia. De nuevo la ciudad ensalza la figura de uno de sus más ilustres hijos, héroe de la Guerra de la Independencia. El monumento fue fundido en la Fábrica de Artillería sevillana y se compone de un alto pedestal en el que se insertan dos relieves en bronce alusivos a la vida del militar. En uno de ellos se refleja el levantamiento del 2 de Mayo y en el otro la muerte de Daoiz. El conjunto se rodea con una original 'valla' compuesta por cañones y sogas de bronce, también fundidos en Artillería, como demuestran los delfines que los decoran, símbolo de la fábrica sevillana.

Monumento a Luis Daoiz, 1887

De la Gavidia nos movemos hacia la Alameda, concretamente a la calle Antonio Susillo, donde el escultor tuvo su taller y su residencia. Al margen del nombre de la calle no encontraremos nada más que recuerde en este lugar la presencia del escultor, ya que al contrario de lo que ocurre con tantísimas figuras folclóricas sevillanas, a Susillo no se le ha dedicado un azulejo con el típico "aquí vivió..."

San Francisco del Convento de Capuchinos


Antes de dirigirnos al último punto de nuestra ruta, en el Cementerio de San Fernando, haremos una rápida parada en el Convento de los Capuchinos, donde si bien no podremos visitar la pieza original que se atesora en sus dependencias, sí está a la vista de todos la réplica que se colocó en la puerta de acceso al recinto, en plena Ronda Histórica. Se trata de una figura de barro cocido que representa a San Francisco, de una sencillez asombrosa si la comparamos con otras obras del artista, pero no menos bella.

Cristo de las Mieles en el Cementerio de San Fernando, 1880


La última parada, como no podía ser de otro modo, es en el Cementerio de San Fernando, donde reposan los restos de Susillo bajo otra de sus esculturas más conocidas, el Cristo de las Mieles. De nuevo realidad y leyenda se cruzan al final de la vida del artista. Fue un 22 de diciembre de 1896, en pleno y ascendente éxito de su carrera, cuando Susillo decide quitarse la vida de un disparo en San Jerónimo. Su muerte fue calificada como 'demencia transitoria' para que su cuerpo pudiera ser enterrado en el cementerio, ya que en aquella época estaba completamente prohibido que un suicida se enterrara en suelo sagrado.  La leyenda dice que fue la propia duquesa de Montpensier la que pidió encarecidamente al arzobispo del momento que su escultor preferido fuese enterrado en cristiana sepultura. 




Sobre las razones de su muerte tampoco se sabe mucho más. Hay quien lo achaca a la profunda depresión que embargó al escultor tras la muerte de su primera esposa, una dolencia que se vio agravada por la supuestamente despótica actitud de su segunda mujer, María Luisa Huelin. Cuando fue encontrado el cadáver se hallaron en su bolsillo dos cartas, una en la que se leía "Al Sr. Juez: me mato yo. Mi mujer, María Luisa Huelin, es mi única heredera", la otra, dedicada a su esposa decía así: "Perdóname, María de mi alma. Me he convencido de que mi carrera no produce para ganar la vida. Adiós, mi vida". Desde luego no parecen las notas de alguien 'demente' ni que estuviera pasando por una mala racha en su matrimonio, lo cual no hace más que alimentar la leyenda sobre las circunstancias de su muerte. La triste realidad es que Susillo murió cuando aún le quedaba mucho por explorar en el terreno artístico, siendo un artista muy valorado y premiado, que dejó una amplia nómina de pupilos como Lorenzo Coullaut Valera o Castillo Lastrucci, renovadores de la estética escultórica sevillana. 

La visita al cementerio de San Fernando y la contemplación del Cristo de las Mieles, sirven como epílogo en la ruta dedicada a este gran artista que rescató la escultura sevillana para darle un nuevo impulso. Hoy en día la ciudad aún está en deuda con él y espero que este artículo sirva para aportar un granito de arena en el conocimiento de uno de los grandes escultores españoles.

Juan Martínez Montañés, 1895


Más información sobre Antonio Susillo en este artículo de Jot Down (enlace)

Bibliografía sobre Antonio Susillo:

- Catálogo del Museo de Bellas Artes de Sevilla. Ediciones Gever, 1991
- El Palacio de San Telmo. Ediciones Gever, 1991
- 'Temas de Estética y Arte XI'. Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, 1997.
- Mestros de la escultura española en la Colección Bellver (Siglos XIX-XXI). Catálogo de exposición en la Academia de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría, 2014.

2 comentarios:

Trilogías dijo...

Me ocurrío exactamente lo mismo al leer ese artículo del Diario de Sevilla pero por desgracia este tipo de cosas es demasiado frecuentes en esta santa ciudad.

Sergio Harillo dijo...

Bueno, el granito de arena está puesto ya. En realidad el año pasado sí que se hicieron algunas actividades con motivo del 120 aniversario, incluso se ha publicado algún libro novelado. A ver si para el 125 se hace algo más :)