Construido entre 1874 y 1876, el Muelle de mineral de la Compañía Riotinto es una de esas infraestructuras que no te dejan indiferente. La explotación minera, sobre todo de cobre, en la provincia de Huelva motivó la construcción de una vía férrea que conectara las minas de Riotinto con el puerto de la ciudad para poder exportar el material de manera rápida. A día de hoy los 1.165 metros del embarcadero se han convertido en uno de los monumentos más interesantes de la provincia, siendo declarado Bien de Interés Cultural en 2003.
Para todo aquel amante de la arquitectura industrial y en hierro, la estructura diseñada por los ingenieros George Barclay Bruce y Thomas Gibson es todo un alarde de ingeniería. Que ciento cuarenta años después podamos recorrer esta formidable construcción a pesar de la corrosión propiciada por el agua, el uso durante décadas y el posterior abandono, es un privilegio. Las dos plataformas ahora visitables correspondían en realidad a dos espacios bien diferenciados en cuanto a sus usos. Mientras que por la superior circulaban los trenes de minerales, la inferior se utilizaba como plataforma de carga y descarga de mercancías de los barcos.
El embarcadero fue utilizado hasta 1975, precisamente cuando se cumplía el siglo de su construcción. Comienza entonces una verdadera penitencia para esta estructura que pocos años después fue mutilada para construir una carretera, quedando a día de hoy dividida en dos. El posterior abandono y su relativa 'inutilidad' condenaron al Muelle a la desidia y un lento deterioro hizo peligrar su conservación hasta que en los años noventa comenzó una restauración que duraría hasta el año 2007. En la actualidad, gracias a la construcción de un nuevo paseo fluvial que comienza justo en el Muelle, esta obra de ingeniería se ha convertido en el punto de encuentro entre la ciudad de Huelva y su ría.
Tal y como me recordaban por Instagram al subir la foto del muelle, es una pena que en Sevilla no hayamos sabido - podido - querido aprovechar la oportunidad de recuperar el Puente de Alfonso XIII (o de Hierro) para un uso peatonal como pasarela sobre el río. El puente languidece en un solar de la Autoridad Portuaria a la espera de que los amigos de lo ajeno se lo terminen de llevar por trozos para venderlo como chatarra. Puedo entender que no todo el mundo sienta la misma admiración por la arquitectura en hierro, pero lo que jamás comprenderé es que como ciudad maltratemos de este modo el patrimonio. Ojalá llegue el día en que volvamos a ver el Puente de Hierro sobre el Guadalquivir cumpliendo la función para la que fue diseñado y los días de olvido y abandono queden muy lejanos. Ver cómo ha quedado el embarcadero de Huelva me anima a seguir manteniendo la esperanza.
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