jueves, 3 de noviembre de 2016

La Arquitectura moderna vista con otros ojos

Recorrido Movimiento Moderno en Sevilla. Imagen de Entre Adoquines


Todos los jueves paso por delante de una casa en obras que bien podría ser del siglo XVIII. Semana a semana he ido viendo el vaciado del interior y cómo los zócalos de azulejos de su patio han sido arrancados y tirados a la cuba de escombros como si se tratara de basura. Todos los jueves llego a mi destino con muy mal cuerpo pensando en cómo tratamos nuestro patrimonio y reflexiono en torno al valor que se le da en una ciudad que presume precisamente de ser un reducto patrimonial importante. Viendo los destrozos que le infligimos al caserío histórico no es difícil comprender los actos vandálicos que se producen en los monumentos públicos de nuestros parques y plazas. Lo segundo escandaliza y sale en los medios de comunicación, lo primero es una labor silenciosa que poco a poco va convirtiendo la ciudad en una colección de fachadas sin correspondencia con lo que se encuentra tras ellas.

Sirva esta reflexión inicial para recalcar lo difícil que es explicar el valor del patrimonio contemporáneo y sobre todo de la arquitectura del Movimiento Moderno. ¿Cómo podemos pretender que la gente valore edificios como la Comisaría de la Gavidia, el Mercado de la Puerta de la Carne o la calle Imagen si se destruye un edificio del siglo XVIII con total libertad?


Ése es uno de los objetivos de la Asociación Entre Adoquines, formada por un grupo de jóvenes arquitectos 'interesados en la ciudad y su adaptación a los nuevos tiempos desde el punto de vista arquitectónico y social' y de la que ya os he hablado en el Blog a raíz de sus propuestas para la Comisaría de la Gavidia. En la mañana de ayer llevaron a cabo dos rutas por el centro histórico de la ciudad para dar a conocer la arquitectura del Movimiento Moderno a través de una serie de edificios que forman parte de la red Docomomo.

Escuela Infantil María Inmaculada (1932-37)


La visita comenzó en la Escuela Infantil María Inmaculada, ubicada en los Jardines de Murillo y que nació fruto del interés de la República por dotar a la ciudad de una serie de equipamientos educativos básicos. Juan Talavera y Heredia remodela entre 1932 y 1937 unas antiguas cocheras del Real Alcázar que habían sido construidas por Gómez Millán unos años antes tras la apertura de la actual calle Antonio 'el Bailarín'. Gómez Millán ya había utilizado el hormigón armado en la estructura, siendo una de las primeras estructuras que se levantan en Sevilla con este material. Talavera adaptó el edificio, que se abre a una amplia zona ajardinada, colocando las aulas y un pequeño módulo de viviendas para los docentes.

La Avenida de la Constitución es fruto de una serie de reformas y parcelaciones que se iniciaron en el siglo XIX con el derribo de la muralla y la Puerta de Jerez para culminar ya en los años treinta con la finalización de la que estaba llamada a ser la gran avenida que conectara el centro histórico con el río. Un paseo desde Puerta de Jerez hasta Plaza Nueva nos permite ver cómo fue evolucionando la arquitectura en estas primeras décadas del siglo XX y los diferentes lenguajes empleados por los arquitectos que allí trabajaron. 



Nuestro segundo punto de referencia es el edificio que José Galnares Sagastizábal y A. Wespi Schneider diseñan para José Ibarra y Lasso de la Vega como viviendas y locales comerciales. Esta zona de la ciudad fue ampliamente remodelada a principios del siglo XX, derribándose edificios como el Colegio de Santo Tomás, lo cual originó una serie de espacios libres donde se construyeron el Teatro Coliseo España o el edificio La Aurora. Curiosamente, en una primera remodelación de este espacio se levantaron varios edificios modernistas, que posteriormente se derribaron para construir otros más modernos. A la Sevilla histórica siempre le costó saltar el cordón de murallas para construir más allá del casco histórico y fue creciendo a base de derribar lo anterior.



El edificio en cuestión se construye entre 1935 y 1936, siendo por tanto uno de los primeros intentos de abrir la arquitectura sevillana a las corrientes internacionales antes del estallido de la Guerra Civil. Debido al escaso tamaño de la parcela, los arquitectos construyen una fachada portante que sostenga gran parte del edificio para poder liberarlo interiormente de pilares y muros de carga. La fachada actual es fruto de una serie de cambios que se realizaron al proyecto ante las críticas por su modernidad. Sólo hay que compararlo con el edificio regionalista de Espiau que tiene al lado para comprender la sorpresa de los sevillanos de la época al ver esos cierres acristalados en curva y esos paramentos lisos de piedra sin decoración alguna. Sin duda es uno de los edificios del Movimiento Moderno más bellos de cuantos se construyeron en la ciudad y uno de los pocos afortunados al no contar con elementos superfluos que desvirtúen su pureza.

Casa Lastrucci (1934-36)


Talavera y Heredia vuelve a aparecer en la ruta gracias a la Casa Lastrucci, en la calle Álvarez Quintero. Este edificio es un magnífico ejemplo de la fragilidad de la arquitectura de esta época. Construido por Antonio Delgado Roig (que firma el proyecto) con la colaboración de Talavera y Heredia entre 1934 y 1935, a día de hoy está tan desvirtuado que es difícil apreciar su calidad arquitectónica. La arquitectura del Movimiento Moderno se caracteriza, además de por el uso de materiales y soluciones constructivas novedosas, por la sencillez y la limpieza de paramentos. Es por ello que cuando se tergiversa su imagen primitiva añadiendo aires acondicionados, rótulos, cierres metálicos, modificando sus vanos... el resultado es desastroso. Lo mismo que ocurriría si le añadimos todo eso a un edificio de Aníbal González. Muchos de los edificios modernos que tanto disgustan a la ciudadanía en general, ganarían mucho si se sometieran a una limpieza que los despojara de añadidos y perversiones. 

Edificio Telefónica (1926-28). Juan Talavera y Heredia


Curiosamente la Casa Lastrucci, con su planta inferior decorada con mármoles de colores (que son los originales del proyecto) se diferencia muy pocos años con el edificio que Talavera levantó en Plaza Nueva para la Compañía Telefónica, donde el neobarroco alcanza su máxima expresión. Apenas seis años diferencian un edificio del otro, lo que sorprende y nos invita a reflexionar sobre la evolución de los arquitectos del Regionalismo hacia un lenguaje más sencillo y racional.



Plaza Nueva es otro de esos enclaves en los que la arquitectura se ha ido superponiendo una encima de la otra hasta dejarnos una amalgama de estilos. Ya poco queda de la reurbanización del siglo XIX cuando se dotó de un estilo unitario a toda la plaza, un lenguaje que se puede ver en la parte más cercana a la calle Barcelona. El Regionalismo hizo acto de presencia con el edificio de Telefónica y la Casa Longoria, de Vicente Traver. Posteriormente se fueron levantando nuevos edificios de oficinas como el que firman Luis Díaz del Río, Ricardo Albaurre y Herreros de Tejada, fechado entre 1961 y 1963. Se trata de una construcción sumamente sencilla que ha sido desprovista de parte de la decoración que tuvo en su última planta. Su arquitectura contrasta con el edificio que tiene al lado, construido en 1957 y cuya fachada se decora ricamente con estucos y esgrafiados dorados.


Sin salir de Plaza Nueva nos detenemos en el edificio Philips, de Alfonso Toro Buiza, construido en 1960. Se trata de una construcción sumamente interesante por el uso de la piedra como material en fachada, pero colocada de forma completamente diferente a lo que hemos visto hasta ahora ya que las piezas se insertan como si de ladrillos se tratase, dándole un juego de colores al paramento. También fue uno de los primeros edificios donde se experimentó con las lamas en las ventanas para evitar la incidencia del sol.

Edificio Philips (1960)



Seguimos el paseo hacia uno de los edificios míticos del Movimiento Moderno y uno de los que más críticas ha recibido siempre, el Cabo Persianas, de Rafael Arévalo y Gabriel Lupiáñez Gely (autor junto con Aurelio Gómez Millán del Mercado de la Puerta de la Carne). La plaza de la Magdalena, al igual que la del Duque, siempre ha arrastrado el crimen patrimonial que se cometió en ella cuando todos sus palacios fueron derribados en aras de una mal entendida modernidad. Como comentaba antes, esta destrucción del patrimonio (que a día de hoy prosigue a menor escala) es fruto de una forma de entender la ciudad en la que todo debe ocurrir en el centro histórico, que se construye y reconstruye sin límite en función de la especulación o del 'desarrollo turístico'.

Cabo Persianas (1938-40)


El Cabo Persianas se asienta sobre una parcela muy estrecha y alargada, lo que motivó la construcción de un voladizo que permitiera ganar metros cuadrados. Los arquitectos mantienen la línea de fachadas de la calle e incluso la volumetría del edificio historicista que tiene al lado, como podemos ver en el tamaño y altura del voladizo, idéntico al del edificio contiguo. Mientras que la parte trasera no se trata lo más mínimo, la parte que da a la plaza se soluciona con ese frente curvo que rompe con la línea recta propia del racionalismo para acercarse a un organicismo más amable con el entorno. De nuevo podríamos hablar de lo que ganaría este edificio si se pintase, se eliminaran toldos, carteles y aires acondicionados y se unificasen las persianas. 


Nuestra ruta llega a su fin en el emblema de la arquitectura del Movimiento Moderno en Sevilla, la Comisaría de la Gavidia, concluida en 1962 según proyecto de Ramón Montserrat Ballesté. Los años sesenta son un momento de incipiente apertura del régimen franquista tras años de autarquía en los que España se cerró a las influencias internacionales. Con este edificio se intentaba mejorar la imagen del régimen y apostar por un lenguaje novedoso y amable. Por eso se opta por un edificio contemporáneo con grandes cristaleras y zonas ajardinadas. La realidad fue mucho más dura y de 'amabilidad' sólo quedó la idea del arquitecto, pero la Gavidia vino a solucionar el problema del derribo del antiguo Colegio jesuita, eliminado unos años antes. La Comisaría se abre a la nueva plaza y juega con los volúmenes para no agobiar el espacio. Sólo hay que comparar este edificio con el de Hacienda de la Casa de la Moneda o los Juzgados del Prado de San Sebastián para entender que el concepto arquitectónico es completamente diferente.


Desde su compra por parte del Ayuntamiento hace unos años, el edificio se ha convertido en un quebradero de cabeza para los distintos gobiernos que han pasado por Plaza Nueva. El Plan General de la ciudad lo blinda como Suelo de Interés Público y Social, a lo que hay que sumar su protección como Bien inscrito en el Catálogo General del Patrimonio andaluz. Las propuestas planteadas hasta ahora han sido de lo más variopintas, desde el centro comercial que planteó Zoido al hotel (derribo incluido) que propuso Espadas y que tanto dio que hablar. Lo cierto es que el edificio estructuralmente está bien, pero necesita una rehabilitación que subsane años y años de abandono. La Asociación Entre Adoquines ha venido trabajando en los últimos meses en una propuesta de usos que aboga por ir ocupando el edificio parcialmente llevando a cabo pequeñas intervenciones que permitan su habitabilidad. El Ayuntamiento y los grupos de la oposición ven con buenos ojos la idea planteada por esta asociación de convertir el edificio en un centro de investigación asociado a la Universidad, una idea que casaría con la protección del mismo y que añadiría un contrapunto a la excesiva terciarización que vive el centro histórico. El único problema es el dinero que cuesta recuperar el edificio. El tiempo dirá si se consigue recuperar la Gavidia para la ciudad o si finalmente, a base de dejar pasar el tiempo, termina viniéndose abajo por efecto de la gravedad.


La difusión y puesta en valor del patrimonio es una tarea que nos atañe a todos como sociedad. Cada uno desde nuestra parcela podemos aportar nuestro granito de arena para que la ciudad se adapte a los nuevos tiempos sin necesidad de destruir su pasado histórico, arquitectónico y artístico.

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