El proyecto de remodelación de la Plaza del Pan que se llevó a cabo hace unos años incluía, además de las famosas farolas y bancos que fueron retirados, un par de árboles en la embocadura de la calle Alcaicería. Con la presencia de verde se pretendía, no sólo aportar sombra a la plaza, sino disminuir esa sensación de plaza dura que tiene, una imagen que, por otro lado, tampoco se hace incómoda debido a las reducidas dimensiones de la misma. No es lo mismo plantear la Plaza Nueva sin un sólo árbol, por ejemplo, que una plaza pequeña como la del Pan.
No obstante, los árboles fueron eliminados del diseño definitivo, quizás para evitar entorpecer la visión de algún edificio o por el extraño miedo que tenemos en Sevilla a tener árboles en nuestras calles y plazas.
Finalmente el Ayuntamiento decidió, en el anterior mandato (el mismo que quitó farolas y bancos) dotar a la plaza de sombra en verano para satisfacer la demanda de los comerciantes. La colocación de toldos en algunas calles del centro es un tema que no deja de sorprenderme. Al margen de su carácter más o menos tradicional (hay cuadros del siglo XIX donde ya se aprecian las velas que se disponían en algunas calles para mitigar los efectos del sol, no sé hasta qué punto sirven para fomentar el comercio. Entre que su instalación deja grandes huecos sin tapar (en el eje Tetuán-Velázquez o en Sierpes, por ejemplo, hay más zonas de sol que de sombra) es lógico pensar que el posible cliente acostumbrado a venir al centro prefiera acudir a los centros comerciales donde hay aire acondicionado en los meses veraniegos. La razón es simple, hemos convertido nuestras principales calles comerciales del centro en una sucesión de franquicias, en la calle Sierpes o en Tetuán están las mismas tiendas que en el Nervión Plaza o en Los Arcos, por lo que es más cómodo acudir a uno de esos centros comerciales a comprar la misma ropa que te puedes encontrar en el centro pero sin tener que pasar tanto calor. La calle Feria, por poner un ejemplo de calle sin toldos, no cuenta con franquicias comerciales, por lo que su clientela seguirá acudiendo a comprar a sus tiendas sea enero, mayo o agosto. Es un razonamiento bastante simple que no se apoya en ningún estudio ni encuesta a pie de calle, pero habría que preguntarse si realmente la colocación de toldos va unido al aumento de las ventas o a una mayor presencia de gente en las calles.
Por otro lado, a la vista del resultado, surgen otra serie de preguntas que seguramente nadie responderá. Por ejemplo, si había necesidad de entoldar la plaza, ¿por qué sólo se ha dispuesto sombra en una mínima parte de la misma? Tal y como se han puesto los toldos, darán sombra a apenas cuatro comercios, siendo uno de ellos un establecimiento de hostelería que ya ocupaba su parte de la plaza con sus propias sombrillas. Si de todos modos el peatón no va a poder utilizar la sombra (los bancos quedan fuera de ella, por ejemplo), ¿para qué se han instalado toldos? ¿No hubiera sido más práctico disponer una hilera de naranjos, por ejemplo, en la fachada contraria a la de la iglesia del Salvador a todo lo largo de la plaza?
Plaza del Salvador con toldos y árboles. Un modelo mucho menos agresivo estéticamente |
Y por último está el tema estético. Las sujeciones que se han instalado para disponer los toldos son tan agresivas que cuesta entender que se haya optado por este modelo cuando en la plaza de al lado, en la del Salvador, tenemos una sencilla solución que se usa desde hace años, con un menor impacto visual y que permite una mayor superficie de sombra. Cuando ves cosas así no puedes más que preguntarte por qué se toman determinadas decisiones. Si realmente era necesario que la Plaza del Pan tuviera sombra se deberían de haber tenido en cuenta dos aspectos bien sencillos: mínimo impacto visual y máxima superficie a cubrir, y para eso la mejor opción era copiar literalmente el modelo del Salvador, la Plaza de San Francisco o la Plaza Nueva. Pero en lugar de eso se ha optado por una estructura excesiva, que deja la mayor parte de la plaza (y sus comercios) sin sombra y que encima supone un daño visual colateral para la iglesia del Salvador o la casa de Espiau de la esquina con Puente y Pellón. Auguro que, al igual que las primitivas farolas y bancos de la plaza, esta estructura tiene los días contados, y no será difícil que cuando haya un cambio de Gobierno en el Ayuntamiento, una de sus prioridades sea la de cambiar los toldos con el consiguiente desembolso económico. Con lo fácil que resulta hacer las cosas bien desde el principio.
1 comentario:
La palabra horrible se queda corta. Qué falta de sensibilidad. La ciudad va perdiendo atractivo a pasos agigantados.
Publicar un comentario