martes, 26 de julio de 2016

Hospital de los Venerables, la magia del siglo XVII



Afortunadamente en Sevilla aún quedan algunos lugares en los que la magia de la historia se puede sentir prácticamente con los cinco sentidos. Espacios en los que es posible imaginar cómo fue la vida de aquellos que pisaron los mismos suelos por los que transitamos nosotros a día de hoy. El Hospital de los Venerables, sede de la Fundación Focus Abengoa, es uno de esos rincones en los que, si dejas en la puerta el siglo XXI, puedes regresar sin problemas al XVII.


Engranajes Culturales realiza durante este verano una serie de visitas a espacios emblemáticos tras la puesta del sol. Es una forma diferente de conocer un edificio, con unos grados menos y con unos juegos de luces de gran belleza. El Hospital de los Venerables es sede de Focus Abengoa desde hace veinticinco años, un aniversario que se celebrará por todo lo alto a partir de noviembre cuando se inaugure la que será la gran exposición del año en Sevilla: 'Velázquez. Murillo. Sevilla'.



Pero volvamos al edificio. El Hospital de los Venerables Sacerdotes fue fundado por el canónigo Justino de Neve, gran amigo de Murillo, a finales del siglo XVII, comenzando las obras en 1675 según proyecto de Juan Domínguez. Sin embargo, en las trazas del edificio, sobre todo en espacios como el patio central, es fácil reconocer la mano de uno de los grandes arquitectos europeos de la época, Leonardo de Figueroa, que sería el encargado de continuar unas obras que culminaron en 1698.



El Hospital de los Venerables Sacerdotes, como su propio nombre indica, fue construido para acoger a enfermos, pero debemos tener en cuenta que el concepto 'hospital' se diferencia bastante de lo que entendemos hoy en día. Para empezar, en la Sevilla del XVI y XVII había decenas de hospitales, espacios gremiales que construían determinados colectivos para acoger a aquellas personas del gremio que padecían los estragos de una ciudad muy rica, pero al mismo tiempo, inmensamente pobre. Así, cada gremio tenía su hospital, del mismo modo que otros estaban especializados en enfermedades concretas (el de San Lázaro para los leprosos, el de los Inocentes para los enfermos mentales...) o colectivos. Es en este segundo grupo en el que entra el Hospital de los Venerables, fundado para acoger a sacerdotes ancianos o enfermos que no tenían a dónde ir.

El edificio se asienta en parte sobre unas casas y terrenos cedidos por el conde de Gelves, que ostentaba también el título de duque de Veragua. Ante la falta de espacio, fue necesario comprar los terrenos más cercanos a la calle Jamerdana para poder construir las enfermerías (la alta para el invierno y la baja para el verano) y la iglesia, donde se despliega un programa iconográfico que gira en torno al respeto y veneración hacia el oficio del Sacerdocio.



Un patio de planta cuadrangular centra todo el conjunto. El espacio cuenta con galerías de columnas y arcos de medio punto en planta baja mientras que en la superior se cierra con balcones. Lejos del modelo italiano de hospitales a gran escala que en Sevilla copiaría el Hospital de las Cinco Llagas, actual Parlamento de Andalucía, en los Venerables no existen una serie de galerías cuyo punto central sea la capilla con diferentes patios alrededor, aquí el patio está en el centro al modo del claustro de los conventos. En este patio es fácil reconocer otras construcciones de Figueroa como el claustro del convento de San Acacio o el patio principal del Palacio de San Telmo. Particularmente interesante es la fuente rehundida en el centro del patio, decorada con cerámica trianera y cuya profundidad se debe a la necesidad de alcanzar el nivel del agua para facilitar la presión, un truco que se repite en la fuente del antiguo convento de Los Terceros.

Como elemento principal del edificio, el patio da acceso a las diferentes estancias del mismo, como la enfermería baja, construida en paralelo a la calle Jamerdana y cuyas dos naves se separan por arcos de medio punto sobre columnas de mármol, o la iglesia, auténtica joya del Hospital y que alberga todo un repertorio iconográfico diseñado por Juan Valdés Leal y pintado en gran parte por su hijo Lucas Valdés.



La iglesia del Hospital de los Venerables es un templo de una sola nave, lo que se conoce como 'de cajón' con una gran cúpula en el crucero. La decoración pictórica de muros y bóvedas está diseñada para ensalzar la labor del Sacerdote y recordar al fiel la obediencia y respeto que se le debía a la Iglesia Católica. Si la cúpula central se reserva para las efigies de diferentes sacerdotes que destacaron por su entrega y servicio, los muros de la iglesia se decoran con una serie de pinturas que, a modo de tapices, narran diferentes escenas en las que los poderosos cedieron su lugar a representantes de la Iglesia Católica. Entre las escenas encontramos algunos personajes reconocibles, como el rey Carlos II, que en uno de sus viajes se encontró con un sacerdote al que invitó a subirse a su carroza mientras el monarca y su séquito lo acompañaron a pie hasta su destino.





El retablo principal es una reconstrucción del siglo XIX que utiliza parte del retablo original del XVII. La pintura central representa la Última Cena, cuadro de Lucas Valdés. Del mismo autor es el San Fernando, titular del templo, que remata el ático del retablo, donde también hay dos lienzos de Virgilio Mattoni que representan a San Clemente y San Isidoro. El texto en griego que centra toda la composición es un alegato al sentido iconográfico del templo: 'Teme a Dios y honra al hombre', una advertencia que incluye tanto a sacerdotes como a los fieles que asistieran a las celebraciones religiosas.

Retablo Mayor de la iglesia

Retablo donde estuvo la Inmaculada de Murillo

San Pedro, de Pedro Roldán (siglo XVII)


A lo largo de la nave nos encontramos una serie de retablos entre los que destacan los dos que fueron expoliados por los franceses en el siglo XIX. En el lateral de la Epístola (derecha) se encuentra el retablo donde en su día estuvo la Inmaculada de Murillo que hoy descansa en el Museo del Prado mientras que en este mismo lateral, pero a los pies, persiste el retablo donde colgaba el San Pedro Penitente, también de Murillo, que gracias a la labor de Focus ha regresado a Sevilla y se encuentra en el Centro Velázquez, dentro del mismo recinto del Hospital de los Venerables. La presencia de obras de Murillo en los Venerables se explica por la gran amistad que mantuvo con su fundador, Justino de Neve, del que pintó un formidable retrato hoy expuesto en la National Gallery de Londres.



Si espectacular es el templo, no lo es menos la pequeña sacristía, donde al margen de las piezas litúrgicas que se conservan destaca la formidable pintura que cubre el techo, un espectacular trampantojo realizado por Juan Valdés Leal que representa la exaltación de la Santa Cruz. 



A la planta superior del Hospital se accede por una monumental escalera de dos tramos cubierta con una cúpula elíptica donde de nuevo se hace referencia a la labor sacerdotal, en este caso con los símbolos del que está considerado el primer sacerdote de todos, San Pedro. 



La galería superior, con sus balcones abiertos al patio, sirve de elemento vertebrador de esta planta, donde se ubica la enfermería alta, así como el antiguo refectorio donde actualmente se encuentra la biblioteca de la Fundación, con más de 27.000 volúmenes dedicados a Sevilla y al Barroco. También desde estas galerías se accede a las tribunas que, ocultas tras una celosía, permiten vislumbrar lo que ocurre en la Iglesia, garantizando la asistencia al oficio religioso a aquellas personas que por la razón que fuese no pudieran acudir directamente. La otra celosía, en el lado de la Epístola, estaba reservada para la familia del duque de Veragua, que a cambio de la cesión de parte de los terrenos donde se levantó el Hospital, consiguió una serie de beneficios y privilegios, como el contar con tribuna propia o que su familia pudiera ser enterrada en el templo.





La visita culmina en la parte más alta del edificio, un torreón-mirador abierto al paisaje y cubierto con una armadura de madera original del siglo XVII. Desde aquí se tienen una vistas privilegiadas de la Giralda y los edificios del entorno, un broche de oro para una visita que no sólo nos ayuda a conocer uno de los edificios más interesantes de la Sevilla barroca, sino que nos habla de la importancia de conservar nuestro patrimonio más allá de una fachada monumental.

Armadura de madera del mirador-torreón del Hospital de los Venrables



>> Gracias a Marián Ariza y a la Fundación Focus Abengoa por la invitación para poder conocer mejor la historia de un edificio tan interesante.

2 comentarios:

Mari Carmen dijo...

Sí, gracias a Mería Ariza y a la Fundación Focus Abengoa, pero muy especialmente a tí, Sergio por habernos logrado esta joya tan meritoriamente explicada, con los detalles tan minuciosos y que culminan en un trabajo excelente.
Lo he visitado en varias ocasiones, pero has hecho que aprendiera algo más de esta joya del arte de Sevilla, posiblemente por falta de tiempo, siempre a los guías se les quedan algo en el tintero. Aquí se ve que te has recreado para poder plasmarlo en el blog.
Mi más entusiasta enhorbuena.
Felices vacaciones cuando te toque, y de nuevo al "tajo" ¿eh?
Un abrazo.

Sergio Harillo dijo...

Muchas gracias por tus palabras, Mari Carmen, siempre me emocionan tus comentarios.

Es un placer dar a conocer el patrimonio, el arte y la cultura de nuestra ciudad :)

Un abrazo y descuida que las vacaciones serán un descanso, luego vuelvo a la faena ;)