jueves, 3 de diciembre de 2015

Los techos verdes como apuesta por un futuro sostenible

Caserío histórico en Sevilla con cubiertas a un agua

Las imágenes antiguas de Sevilla tomadas desde la Catedral o a cierta altura con respecto al suelo nos muestran un caserío muy diferente al que vemos hoy en día. Frente a las azoteas que se popularizaron en el siglo XIX y tuvieron su particular boom con el Regionalismo, la Sevilla de los siglos XVI, XVII y XVIII era una ciudad con cubiertas de tejas a una o dos aguas.


Este tipo de cubiertas que ahora prácticamente han desaparecido del caserío popular (no digamos de los edificios modernos) tan sólo se conservan en los grandes monumentos de la ciudad, como iglesias y casas palacio. Además de la función obvia para facilitar la evacuación del agua, el aislamiento térmico era importante ya que actuaba como cámara que aislaba los edificios del frío en invierno y del calor en verano. Al ser un espacio que en ocasiones se podía ventilar por medio de aperturas al exterior, se permitía la circulación del aire por dentro de la estructura de madera que sostenía las cubiertas, regulando de manera natural la temperatura de los edificios. Si bien las grandes casas disponían de doble altura, con una planta habitada en verano (la inferior) y otra en invierno (la superior), el caserío histórico, normalmente de una planta, no tenía otra forma de  regular la temperatura interior que con los propios materiales de la arquitectura y sus posibilidades constructivas.

Edificio Laredo. El Regionalismo popularizó las azoteas

De esa ciudad acomodada al clima hemos pasado a unos edificios poco sostenibles con muros cada vez más finos y cubiertas poco preparadas para soportar los efectos del calor y de las lluvias. La mala preparación para las temperaturas adversas ha obligado al uso de elementos externos como son los aires acondicionados para ofrecer un mayor confort dentro de las casas. El uso masivo del aire acondicionado no sólo contamina acústicamente, sino que contribuye al efecto isla de calor y consume una energía excesiva que en poco ayuda al Medio Ambiente.

Techos verdes de los edificios podio de Puerto Triana

¿Qué se puede hacer para paliar la temperatura y, al mismo tiempo, ayudar al Medio Ambiente? Además del uso de materiales apropiados para cada clima (en Sevilla un paramento de ladrillo es infinitamente más sostenible que un muro cortina de vidrio, por ejemplo) en otras ciudades del mundo cada vez se está recurriendo más a la instalación de techos verdes en las azoteas de los edificios. Toronto, en Canadá, fue una de las ciudades pioneras en el uso de lo verde como aislante construyendo en apenas unos años 1,2 millones de metros cuadrados verdes en las azoteas de centros comerciales, edificios públicos y viviendas consiguiendo un ahorro energético de más de 1,5 millones de kWh. En Europa ha sido la danesa Copenhague la que se ha sumado a la eficiencia energética a través de una normativa que obliga a que los nuevos edificios cuenten con techos verdes, una medida que se suma a años de legislación y concienciación en favor del Medio Ambiente.

Techo verde en Toronto. Imagen de EcoInteligencia

¿En qué consiste un techo verde? Son varios los beneficios que la instalación de techos verdes proporciona a las ciudades además del estético. Para empezar reduce las incidencias producidas por la lluvia, al absorber hasta un 80% de las precipitaciones, reaprovechándose dicho agua para el riego de esas áreas verdes o incluso para la climatización del edificio. También reducen el efecto isla de calor gracias a las especies vegetales que aportan humedad al ambiente y aíslan térmicamente los edificios  protegiéndolos de los rayos UV y de los cambios bruscos de temperatura. Tampoco se puede olvidar la función más práctica para el ser humano, pueden proporcionar alimentos al ser un espacio donde se pueden cultivar hortalizas y verduras.

Esquema de un techo verde. Imagen de Muchomasqueplanos


Al margen de los beneficios medioambientales la instalación de techos verdes es una apuesta por el sector de la construcción ya que su instalación requiere de una especialización, no siendo tan sencillo como echar tierra directamente en el suelo de la azotea. Hay que hacer un estudio de la estructura del edificio, calcular la evacuación del agua, usar materiales impermeabilizantes, etc. Todo esto generaría empleo en el sector, movimiento económico y contribuiría a la creación de empleo cualificado. Si además de los techos verdes se regulase la rehabilitación de edificios para hacerlos más eficientes (uso de energías renovables, reutilización de aguas grises...) estaríamos ante un nicho de empleo sumamente interesante que, además, contribuiría al desarrollo sostenible de nuestras ciudades. Claro está que lo fácil es seguir permitiendo la construcción en suelos urbanizables de viviendas y más viviendas que nadie va a ocupar, fomentando una segunda burbuja inmobiliaria como la que nos ha llevado a la situación económica que todos conocemos. Frente a ese modelo caduco podemos apostar por la sostenibilidad y un modelo de ciudad más compacto y con mejor calidad de vida.

Fuente: Revista EcoHabitar (enlace)
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