sábado, 19 de diciembre de 2015

El largo camino al Museo

Cristo Varón de Dolores, de Pedro Millán. Museo de Bellas Artes

¿Te has preguntado alguna vez cómo han llegado todas esas piezas que se disponen en los museos, una tras otra, hasta allí? ¿Te has parado a pensar que esos cuadros y esculturas jamás estuvieron hechos para estar donde están y junto a las otras obras con las que comparten sala? El Museo de Bellas Artes organiza cada mes una interesante actividad conocida como 'Mirar un cuadro' en la que un determinado especialista ofrece una conferencia sobre una pieza de la colección. La semana pasada la profesora de la Universidad de Sevilla Teresa Laguna dio a conocer el particular periplo que ha recorrido una de las piezas más interesantes de cuantas conserva el Museo, el Cristo Varón de Dolores de Pedro Millán, ubicado en la Sala I y fechado entre 1485 y 1503.


"P. Millan Ymaginero". La firma del autor es visible en los tres grupos escultóricos

La iconografía del Varón de Dolores se remonta al siglo XIII y rápidamente se irá extendiendo por toda Europa, evolucionando la forma de representar al Cristo resucitado que aparece tanto acompañado por ángeles como por la Virgen María y San Juan. El grupo que conserva el Museo de Bellas Artes formaba parte del antiguo retablo de la capilla de San Laureano de la Catedral de Sevilla, encargado por Antonio Imperial, racionero y provisor del Cabildo Catedral. Tras el progresivo derribo de la antigua mezquita aljama para contruir la gran catedral gótica que hoy vemos, las nuevas capillas se fueron entregando a aquellas personas con posibilidades de costear su decoración a cambio de utilizarlas como panteón. Así, serán diferentes familias las que doten las capillas de la catedral dedicándolas a sus santos protectores. Antonio Imperial escogió a Pedro Millán, gran referente del trabajo en barro de la Sevilla bajomedieval, para hacer los diferentes grupos escultóricos que decorarían su capilla. En total realizó tres grupos, el principal, dedicado al Cristo Varón de Dolores, que aparece acompañado de dos ángeles y una pequeña figurita que representa precisamente al comitente de la obra, y dos grupos de menores dimensiones, el del Entierro de Cristo, que también se conserva en el Bellas Artes y 'La lamentación sobre Cristo muerto', pieza que se consideraba desaparecida pero que en los años ochenta del siglo pasado fue ubicada en San Petersburgo como documentó la también profesora de la Universidad de Sevilla, María Fernanda Morón de Castro.

Entierro de Cristo, Pedro Millán. Museo de Bellas Artes de Sevilla

¿Cómo acaba un retablo del mejor escultor de la Sevilla de finales del siglo XV despiezado y repartido por el mundo? En los años ochenta del siglo XVIII el retablo fue desmontado; ya nadie se acordaba de Antonio Imperial y seguramente las bellas piezas góticas de barro cocido fueron consideradas anticuadas. El retablo de la capilla de San Laureano fue sustituido por uno nuevo y los grupos escultóricos acabarían en algún almacén hasta que a principios del siglo XIX fueron vendidos. Las dos piezas que se conservan en el Museo acabaron en la parroquia de El Garrobo mientras que el tercer grupo, el de la Lamentación, fue a parar al Castillo de Aracena y posteriormente a la colección del deán López Cepero, que se la vendió a su vez al Gran Duque Constantino de Rusia. Una vez en el país de los zares la pieza se pierde a pesar de ser buscada intensamente por varios investigadores hasta que apareció de nuevo a finales del siglo XX formando parte de la colección del Ermitage de San Petersburgo, donde sigue a día de hoy. Los otros dos grupos fueron localizados a principios del siglo XX en El Garrobo y a pesar de formar parte de las piezas que se exhibieron en la Exposición Iberoamericana de 1929, no pasaron a formar parte de la colección del Bellas Artes hasta que el Estado las compró en 1970.

Detalle del Entierro de Cristo. Museo de Bellas Artes

Detrás de cada pieza, de cada obra de arte que atesoran nuestros museos, hay sin duda una fascinante historia y un largo periplo. El porcentaje de obras desaparecidas por expolios, saqueos, incendios y demás catástrofes es inmenso, pero tenemos la gran suerte de poder contemplar todavía la herencia de nuestros antepasados en los museos, como testigos mudos de un pasado lejano que se resiste a desaparecer.

Detalle del Entierro de Cristo. Museo de Bellas Artes

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