martes, 22 de diciembre de 2015

Bécquer y Cernuda reclaman su espacio en la ciudad

Hoy 22 de diciembre se cumple el 145 aniversario del fallecimiento de Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla 1836 - Madrid 1870) y con tal motivo se ha organizado para esta tarde, en el Panteón de Sevillanos Ilustres, un acto artístico en el que además de una performance a cargo del Colectivo Alberto, se recitarán textos del poeta.

A raíz de esta efeméride me ha dado por pensar que últimamente nos estamos acordando mucho de nuestros literatos. Le acabamos de inaugurar un monumento a Antonio Machado en Dueñas, la Asociación 'Con los Bécquer en Sevilla' está recogiendo firmas para salvar la Venta de los Gatos, hay voces que piden que se salve la casa natal de Luis Cernuda e incluso ha vuelto a aparecer en los medios el proyecto de monumento al autor de Ocnos que hace veinte años se proyectó en la Plaza de Molviedro. 


Siendo todas estas propuestas muy positivas, no hacen más que dejar en evidencia el poco interés que Sevilla muestra en general hacia sus más ilustres hijos. Normalmente nos conformamos con un monumento que se inaugura con gran boato y que luego cae en el olvido o montamos una gran fiesta con ocasión de algún centenario (Murillo 2017) pero a la hora de la verdad, durante el resto del tiempo, la gran mayoría de la población no se acuerda ni de Bécquer, ni de Velázquez, ni de ninguno de todos esos grandes hombres y mujeres que hicieron de Sevilla una ciudad inmortal. ¿La solución es, como proponen algunos, hacer un centro de interpretación de Bécquer en la Venta de los Gatos u otro dedicado a Luis Cernuda en su casa natal? Personalmente creo que no, de nada sirve seguir abriendo espacios culturales si la sociedad en general no los demanda. Lo he dicho más de una vez en el blog, ojalá Sevilla demandara más bibliotecas, más museos, espacios dedicados a la creación... pero la triste realidad es que la sociedad no los pide y las administraciones tampoco están muy por la labor ni de crearlos ni de fomentar los que ya hay. Esto no da vía libre para que la Venta de los Gatos o la casa natal de Cernuda sean derruidas, evidentemente que no. Deben ser espacios protegidos y mimados y cualquier obra o cambio urbanístico que se acometa en ellos debería contar con la cautela que merece cualquier bien cultural o etnológico aunque no estén catalogados como tales. Quizás lo mejor que le podría pasar a la Venta de los Gatos es que siguiera teniendo un uso hostelero y que la casa natal de Cernuda siguiera estando habitada, eso daría vida a esos edificios y los conservaría para la posterioridad. No podemos hacer un museo en todo elemento patrimonial, primero porque no es rentable (ojalá lo fuera) y segundo porque tampoco es aconsejable. 

El recuerdo a nuestros literatos debería centrarse en otras actividades, como dar a conocer en los colegios su importancia, difundir su obra en bibliotecas (el fomento de la lectura, esa gran asignatura pendiente) o potenciar la Casa de los Poetas y las Letras, que existir existe aunque pase completamente desapercibida en la ciudad. El movimiento civil es sin duda fundamental para conseguir que la sociedad sea más justa, más igualitaria y más libre, pero hace falta mucho trabajo aún para que en Sevilla exista una corriente civil que sea escuchada, valorada y atendida. Lamentablemente el patrimonio, la literatura, la cultura en general, no son una de las prioridades de nuestros políticos, a no ser que sean vendibles como productos turísticos, que entonces sí. Es ahí cuando surgen las rutas turísticas literarias, los grandes proyectos conmemorativos, etc, pero la cultura de base, que es la que realmente hace que la sociedad demande cultura, está muy olvidada y denostada. ¿Cuál es la solución? Pues sería un interesante tema de debate que tal vez habría que proponer para analizar hacia dónde quiere ir Sevilla. Quizás en una Sevilla más culta (entendiendo culta como demandante de cultura) no sería necesario recoger firmas para salvar la Venta de los Gatos, la casa natal de Cernuda estaría en perfectas condiciones y en cada efeméride del nacimiento o muerte de algún poeta, pintor o escritor, se organizarían múltiples actividades a las que acudiría en masa la gente. Es un supuesto, claro está, pero sería bonito aspirar a ello.

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