lunes, 14 de enero de 2019

Tarragona, una ciudad entre ruinas



Tarragona fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en el año 2000 en reconocimiento por su importante legado romano. Y es que no se puede hablar de esta ciudad sin hacer referencia a su ingente patrimonio arqueológico que te vas encontrando salpicando la ciudad actual. El pasado mes de diciembre pude visitar por fin una ciudad que se me ha resistido durante demasiado tiempo y la impresión fue más que positiva. La arqueología me ha apasionado desde siempre y en todos mis viajes voy buscando el más mínimo resquicio arqueológico, así que llegar a una ciudad donde las ruinas salen a tu encuentro en cualquier plaza es una auténtica maravilla.


Maqueta de Tarraco en su período de máximo apogeo (ss II - III d.C.)


Colonia Iulia Urbs Triumphalis Tarraco fue una de las principales ciudades de la Península Ibérica durante el Imperio Romano. Ya en los conflictos entre Roma y Cartago la ciudad apostó por el bando vencedor y con la llegada de Julio César primero, y Octavio Augusto después, Tarraco empezará a tomar cada vez mayor relevancia en el arco mediterráneo occidental. Su pujanza llegó a su apogeo ya en el siglo I de Nuestra Era cuando se convirtió en la capital de la provincia Hispania Citerior o Tarraconensis. Como capital contó con un desarrollo urbanístico espectacular que cristalizará en su foro provincial, un enorme espacio construido a partir del 70 d.C. en la parte alta de la ciudad y que se distribuía en diferentes terrazas.


Anfiteatro (siglo II d.C.)


Como ciudad portuaria, el mar juega un papel fundamental en su crecimiento urbanístico, disponiéndose su núcleo principal en la parte más baja donde se encontraban el foro local, edificios termales y el teatro. También junto a la costa, pero extramuros, se ubicaba el anfiteatro, ya del siglo II d.C. y donde en el año 259 fue martirizado el obispo cristiano Fructuoso junto a sus diáconos Augurio y Eulogio. El ascenso del cristianismo a lo largo del Imperio Romano en los siglos posteriores motivó que, ya en época medieval, se levantara en el centro de la arena del anfiteatro una basílica para recordar el martirio. Este contecimiento tuvo una gran repercusión en la Tarraco cristiana y favoreció el desarrollo de la necrópolis de la zona sur, también hoy excavada y que cuenta con múltiples enterramientos asociados a la tumba del obispo Fructuoso.


Zona del circo romano donde los carros daban la vuelta

Bóvedas del circo (siglo I d.C.)


Una vez hecha la introducción y puestos en contexto, conozcamos mejor el desarrollo urbano de Tarragona. Tras la caída del Imperio Romano la ciudad vivió un período de crisis que se alargó durante varios siglos. No es difícil imaginarse cómo debía ser vivir en una ciudad medio en ruinas en la que la población se redujo drásticamente. La ciudad medieval se concentra en la zona más alta y empiezan a colmatarse precisamente aquellos espacios más monumentales. En la actualidad nos encontramos con dos grandes espacios que nos ayudan a interpretar cómo debió ser el gigantesco foro provincial. El foro se componía de tres terrazas comunicadas por escalinatas monumentales. En la zona inferior estaba el circo (donde se disputaban carreras de caballos), que servía de frontera entre los edificios públicos y la ciudad consolidada. Su arena ocuparía la actual Plaça de la Font, donde se encuentra el Ayuntamiento. Los edificios de esta plaza están construidos sobre las gradas del circo. La segunda terraza era una enorme plaza porticada ajardinada y con fuentes donde se ubicaba el aparato administrativo de la ciudad. Por último, en la última terraza se encontraba el templo principal de la ciudad, edificio que ha sido excavado recientemente y que se situaba bajo la actual catedral. La escalinata que, a día de hoy lleva hacia la catedral causó el mismo efecto en época antigua al tener en lo más alto el templo dedicado a Augusto, que iba apareciendo conforme se ascendía.


Acceso al Pretorio del foro provincial de Tarraco

Galerías interiores del foro provincial de Tarraco (siglo I d.C.)


De todo esto quedan amplios restos en diferentes puntos del centro histórico. Parte del circo es visitable, con sus colosales estructuras de opus caementicium (el hormigón romano) así como las galerías laterales de la plaza porticada del foro donde se disponía la administración del Estado. Todas estas estructuras se han ido reaprovechando con el paso del tiempo. Por ejemplo, la conocida como Torre del Pretorio fue en realidad una monumental caja de escaleras que permitía ascender desde el circo a la segunda terraza del foro. Con el paso de los siglos el edificio se reutilizó como baluarte defensivo y residencia real, es en este momento cuando se le añade un nuevo piso en altura con una formidable cubierta del siglo XIV emparentada con el famoso Salón del Tinell de Barcelona, también residencia de los reyes de la Corona de Aragón.


Galerías inferiores del circo romano


La monumentalidad de las construcciones romanas es sin duda el mayor atractivo en cualquiera de las visitas que realices en Tarragona. La escala monumental de los pasillos interiores del circo o de la torre del Pretorio hacen que te sientas insignificante. 


Basílica del foro local de Tarraco

Tabernae reconstruidas en el foro local de Tarraco


Ya en la ciudad baja nos encontramos el foro local de Tarraco, donde se conservan restos de diferentes construcciones como la basílica (donde se impartía justicia), parte de una calzada con su sistema de cloacas, la parte trasera del capitolio (templo principal de toda ciudad romana donde se rendía culto a la Tríada Capitolina: Júpiter, Juno y Minerva) y un curioso aljibe que si bien pasa bastante desapercibido me llamó especialmente la atención por su ubicación, en pleno foro. Precisamente en Sevilla descolocó bastante la aparición de un aljibe romano en la Plaza de la Pescadería donde siempre se ha ubicado (sin constancia arqueológica por el momento) el foro de Hispalis.


Restos del teatro de Tarraco (siglo I d.C.)


De los grandes monumentos romanos de la ciudad el que peor estado presenta es el Teatro, parcialmente reconstruido y que a punto estuvo de desaparecer en los desarrollos urbanísticos de los siglos XIX y XX. En la actualidad se está a la espera de una intervención que permita su visita y mejor puesta en valor.


Museo y necrópolis paleocristianos


Por último es necesario hablar del Museo y Necrópolis Paleocristianos, pertenecientes al Museo Nacional de Arqueología de Tarragona. Se trata de un recinto ubicado a las afueras de la ciudad y cuyos restos aparecieron en los años veinte del siglo pasado durante la construcción de la fábrica de tabacos. A la vista de la importancia de los restos excavados se decidió trasladar la fábrica unos metros para salvaguardar los restos y construir un pequeño museo con apariencia de templo donde exponer los materiales hallados. Lo que más me impactó de la visita fue el acceso a un pequeño mausoleo subterráneo, al que se accede por un angosto pasillo y que, por el nivel de las aguas freáticas, se encontraba parcialmente inundado. El mauseolo, de planta cuadrángular, es muy sencillo. Se accede a él por unas escalinatas y está compuesto por tres arcosolios y una cubierta abovedada. La sencillez más absoluta, pero un espacio mágico que, sin duda, fue de lo que más me sorprendió de todo lo que visité. 


Mausoleo paleocristiano (siglo V  d.C.)


Los restos de la necrópolis se expanden más allá de los límites del museo y en el centro comercial que hay enfrente, en su aparcamiento, se hallan los restos de una basílica paleocristiana de la que tuve constancia gracias al personal del museo. Por supuesto no dudé en visitarla, a pesar de la profunda tristeza que produce el ver unos restos descontextualizados en mitad de un aparcamiento, cubiertos de polvo y con la música del centro comercial de fondo. Al menos están ahí, pero a qué precio.


Moll de Costa


No puedo culminar el recorrido por la ciudad de Tarragona sin hacer referencia a una zona que me gustó especialmente, el puerto. Como ocurre en muchas otras ciudades, Tarragona ha vivido de espaldas al mar durante gran parte de su historia más reciente. Las vías del tren suponen una gran barrera entre la ciudad y el mar pero la reciente recuperación de la zona portuaria histórica junto al barrio de El Serrallo ha abierto parte de la ciudad al mar. El Moll de Costa ha sido habilitado como espacio de paseo y sus antiguos tinglados reconvertidos en equipamientos públicos (pensemos en la avenida de La Raza en Sevilla con sus naves portuarias). En uno de ellos se encuentra la sede provisional del Museo Nacional de Arqueología de Tarragona, cerrado por reformas.


Pintura parietal en el Museo de Arqueología




Con una selección de obras clave se ha hecho un recorrido por la historia antigua de la ciudad. Entre las piezas destacan esculturas, restos arquitectónicos, bellísimos mosaicos e incluso pinturas parietales. La exposición es de una delicadeza y está montada con tan buen gusto que hará las delicias de todo amante cultural (¡ay nuestro Antiquarium!). El paseo culmina en la plaza principal de El Serrallo donde no puedo dejarme atrás la fuente que centra el espacio y que lo dota de gran personalidad.


Frente marítimo del barrio de El Serrallo


Sucinto recorrido por una ciudad muy agradable, donde el turismo no es en absoluto un problema y que se visita con gran tranquilidad. Tenía muchas ganas de visitar Tarragona y desde luego la espera ha merecido la pena. Volveré.

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