miércoles, 20 de septiembre de 2017

El patrimonio arqueológico como revolución

Yacimiento arqueológico de la Buhaira



El pasado fin de semana analizaba en el Blog la situación crítica en la que se encuentra el Antiquarium debido a la falta de conservación y mantenimiento de sus instalaciones. ¿Qué ocurre para llegar a tales extremos? En una ciudad patrimonial como Sevilla ¿qué es lo que falla para que su principal herencia se encuentre en el olvido? Para conocer un poco mejor la relación entre ciudadanía y patrimonio hace unos días realicé una ruta con Águeda, miembro del colectivo 'Centro Revolucionario de Arqueología Social (CRAS)', para visitar algunos elementos del patrimonio sevillano que están más que necesitados de una intervención urgente.



Yacimiento arqueológico de la Buhaira, repleto de pintadas


La ruta comenzó en la Buhaira, en los restos arqueológicos que se esconden tras el centro cívico. Se trata de un yacimiento de gran interés en el que se conservan los restos de una villa de recreo islámica del siglo XII utilizada por los gobernantes almohades para alejarse de la bulliciosa Isbilya. El palacete contaba con un sofisticado sistema de regadío compuesto por una gran alberca que se sigue conservando y un acueducto que traía el agua desde los caños de Carmona. Águeda, que no es sevillana, me comentaba lo interesantes que le resultaron estos restos cuando los conoció, una impresión que se convirtió en frustración cuando vio el estado en el que se encuentran, completamente abandonados, cubiertos de pintadas y basura. ¿Cómo puede un elemento patrimonial de tanto valor presentar este estado? En la conversación surgen los tópicos típicos de cualquier diálogo entre amantes del patrimonio: desinterés de la ciudadanía, desidia de las administraciones públicas, falta de civismo. ¿Cómo se soluciona este problema? La respuesta siempre es la misma: educación. Dar a conocer el patrimonio es fundamental para que la ciudadanía lo aprecie y en esa línea trabajan los miembros del CRAS, que tienen como lema 'revolucionar' la forma en que el patrimonio arqueológico se da a conocer al público general más allá del ámbito universitario.


Yacimiento arqueológico de la Buhaira, repleto de pintadas


Seguimos nuestro paseo atravesando las antiguas huertas del palacete musulmán para cruzar por la muralla renacentista que cierra los jardines hacia la Fábrica de Artillería. Este elemento fue restaurado hace apenas dos años, pero ya presenta síntomas de abandono, con morteros caídos, pintadas y manchas de humedad. El mantenimiento es una piedra angular para que la ciudadanía valore de otro modo el patrimonio, si presenta un estado de abandono se asocia con una imagen negativa, si se cuida, percibe el elemento patrimonial de otro modo. 


Exteriores de la Fábrica de Artillería cubiertos de maleza


Llegamos al siguiente punto del recorrido, la Fábrica de Artillería, en la que el Ayuntamiento está invirtiendo una buena suma en recuperar parte del recinto como espacio cultural. Las obras se llevan a cabo en el interior mientras el exterior se abandona completamente, presentado una imagen de absoluta degradación. Muros caídos, vallas oxidadas, vegetación creciendo de manera salvaje... "La ciudadanía debe ser cómplice de la conservación del patrimonio, sólo si lo siente como algo suyo entenderá que debe conservarlo y para ello debe comprenderlo" me comenta Águeda mientras vemos mecerse el pasto delante de la Fábrica de Artillería. "¿Y eso cómo se consigue?" le pregunto. "Es complicado" reconoce, "la arqueología y el patrimonio en general están reservados a un ámbito académico al que es muy difícil acceder, nuestra intención es realizar acciones que lo acerquen al público utilizando un lenguaje y unos medios más cercanos a la sociedad". Una de estas iniciativas es el concurso fotográfico que tienen en marcha en estos momentos en el que puede participar cualquier aficionado a la fotografía. Se trata de captar con la cámara yacimientos abandonados para denunciar su precaria situación. CRAS es un colectivo abierto a la participación por lo que además de las actividades propias que organizan están abiertos a la colaboración y a servir de marco a propuestas planteadas tanto por otros colectivos como por ciudadanos a título individual.


Exteriores de la Fábrica de Artillería

La ruta prosigue hacia el centro histórico, pasamos por las columnas de la calle Mármoles (otro elemento olvidado de nuestra arqueología local) y nos encontramos con el aljibe de la Plaza de la Pescadería. Águeda me confiesa que no lo conoce ya que lleva poco tiempo en Sevilla. Le respondo que aunque llevara años viviendo aquí lo más seguro es que tampoco lo conociese ya que nunca se ha abierto al público, ni siquiera cuando acabaron las obras de puesta en valor del yacimiento. La única oportunidad de verlo abierto ha sido durante la primera edición de la Noche en Blanco, después ha quedado relegado al último cajón de los asuntos municipales y las últimas noticias que han salido con respecto a este yacimiento es que se encuentra anegado al no funcionar la maquinaria que debe controlar el nivel freático. Este ejemplo es paradigmático de cómo tratamos el patrimonio arqueológico en Sevilla, se realizan unas obras, aparece un elemento que por su valía se recomienda conservar, se invierte un dinero en musealizarlo y luego se abandona. Podríamos hablar del Castillo de San Jorge, de la Buhaira, del Antiquarium o de la cripta del Patio de Banderas. El círculo vicioso del patrimonio es siempre el mismo, la ciudadanía no lo valora, los políticos se desentienden de él y cuando se llega a un momento crítico saltan todas las alarmas y nos llevamos las manos a la cabeza por el daño irreparable causado. Y vuelta a empezar. No hay mecanismos de control, no hay un verdadero interés, no existe una cultura de conservación del patrimonio. Y el patrimonio arqueológico se lleva la peor parte, porque en la mayoría de los casos ni nos enteramos de su destrucción.


Aceeso al aljibe romano de la Plaza de la Pescadería

Interior del aljibe romano de la Plaza de la Pescadería


Nuestro recorrido termina en el Antiquarium, monumento a la desidia. Millones y millones gastados en poner en valor un yacimiento que se cae a pedazos (literalmente). Los problemas que padece este yacimiento ya os los conté el otro día, no hace falta repetirse, pero la situación ha empeorado tras la visita y lo más seguro es que sea cuestión de días o semanas que haya que cerrarlo por seguridad tanto para los trabajadores como para los visitantes. Cuando eso ocurra llegarán las portadas de periódicos, las declaraciones políticas, los "y tú más" de Gobierno y oposición. Pasarán los días y caerá en el olvido, el mismo en el que lleva ya varios años. Le pasará como al Castillo de San Jorge o al aljibe de la Plaza de la Pescadería, nos acostumbraremos a verlo así, cerrado, abandonado. Pero la ciudadanía tiene mucho que decir, mucho que exigir a los responsables políticos que presumen de programación cultural mientras los espacios culturales que gestionan se caen a pedazos. Es momento de reflexión, empecemos los ciudadanos, quizá así podamos exigirle a los políticos que reflexionen también y que empiecen a hacer bien las cosas.


La verdina cubre los restos del Antiquarium



>> Muchas gracias a Águeda por el recorrido y por la conversación, ciudadanos implicados en la defensa del patrimonio siempre son un ejemplo a seguir.
>> Web del Centro Revolucionario de Arqueología Social (enlace)

2 comentarios:

Gabriel M. dijo...

Así es. La gente no va a terminar de valorar el patrimonio por sí mismo, salvo que sea 'superbonito y espectacular' (por ejemplo la giralda). Quedamos los aficionados 'a las humanidaddes' para apreciarlo, pero somos casi como los aficionados al jazz, un grupo 'especial' y minoritario. Ante eso, quizá tengamos que llegar a ser radicales: los sitios histórico-artísticos, o son de gran valor, y entonces los mantenemos cerrados, cuidados y vigilados, o no lo son y entonces, tras inventariarlos, documentarlos... los arqueólogos y otros especialistas, se dejan al albur de la gente, sin más exigencias que las normales de limpieza y conservación de cualquier espacio urbano.

Gabriel M. dijo...

Claro, al hablar de 'cerrados', no quería decir 'al público permanentemente', sino dentro de estructuras que permitan filtrar y controlar al público visitante, como hace cualquier museo por ejemplo. Por otro lado no hay que olvidar que las 'ruinas' o restos arqueológicos pueden mantenerse como parte de muros y otras estructuras más modernas, como se viene haciendo desde hace milenios.