jueves, 6 de octubre de 2016

Santa María de los Reyes abre temporalmente sus puertas


La azarosa historia del antiguo convento Santa María de los Reyes de la calle Santiago es un ejemplo más del devenir que ha padecido el patrimonio sevillano durante siglos. Saqueos, incendios, bombardeos y cambios de titularidad han contribuido a que el edificio, a día de hoy, sea la sombra de lo que fue, aunque siga conservando auténticos tesoros en su interior.



Con motivo de la Semana de la Arquitectura, la Consejería de Fomento y Vivienda de la Junta de Andalucía ha decidido abrir, durante unos días, el antiguo convento, recientemente consolidado. Durante el último año se ha intervenido en el edificio con un presupuesto de 1'3 millones de euros para evitar su ruina, estabilizando aquellos elementos que corrían peligro de desaparecer, actualizando las zonas que ya habían sido recuperadas en 1992 y adaptando todo el recinto a la actual normativa de accesibilidad.


Los orígenes del edificio se remontan a época islámica, cuando se construyen una serie de casas almohades tras la ampliación del recinto amurallado de la ciudad a mediados del siglo XII. Las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el solar han permitido documentar enterramientos romanos previos y una zona utilizada como escombrera, ya que este espacio se encontraba extramuros de Hispalis.

Primitiva iglesia del convento con artesonado de madera del Palacio de los Veragua


No será hasta el siglo XVI cuando el edificio empiece a adquirir su morfología actual de casa palaciega y en torno al 1600 los duques de Veragua realizarían una serie de reformas que a día de hoy aún se pueden rastrear en el antiguo convento. De esta época pervive el patio de la casa, de planta cuadrada y con galerías porticadas en sus cuatro frentes en planta baja, mientras que en la superior los arcos rebajados se distribuyen en tres de los frentes, dejando el cuarto como solarium, siguiendo la moda de otras muchas casas palacio de la ciudad como Pilatos, Salinas, Dueñas o Marqueses de la Algaba.



Don Nuño Álvarez Pereira Colón y Portugal, descendiente de Cristóbal Colón, será el encargado de transformar las casas medievales en un auténtico palacio, importando mármoles de Génova para las columnas del patio y construyendo el que está considerado como último palacio renacentista de la ciudad. La familia Veragua, descendiente de los Condes de Gelves, habitará por poco tiempo el edificio pero su impronta quedará unida al edificio para siempre en dos elementos fundamentales, los dos capiteles con escudos del Ducado de Veragua del patio y los dos centenarios ombúes del jardín, único vestigio que se conserva actualmente de las zonas verdes con que contó el palacio.

Fuente del convento con azulejos del siglo XVIII
Superposición de volúmenes en el claustro. Galería del palacio y pilares del claustro del XVIII


Tras la muerte de don Nuño en 1622, el edificio quedará abandonado, siendo alquilado por la Inquisición entre 1628 y 1635, año en el que las monjas dominicas descalzas compran el antiguo palacio. Las reformas se sucederán durante los siglos siguientes, pero manteniendo en gran parte la estructura original. Así el patio se convertirá en claustro, construyéndose una nueva galería ya en el siglo XVIII para dar forma rectangular al espacio y colocando en el centro una fuente con forma estrellada de ocho puntas. La primitiva iglesia se instalará en uno de los salones del palacio, cubierto aún hoy con un bello artesonado de madera con motivos mudéjares.

Escudo del Ducado de Veragua en uno de los capiteles del patio
Comunicación entre el patio y los jardines del palacio


La intervención llevada a cabo en este espacio por el estudio de arquitectura MGM ha permitido consolidar y detener el deterioro de una zona que no fue intervenida en 1992. Del claustro se pasa a los antiguos jardines, utilizados por las monjas como huertas y donde se conservan los dos magníficos ombúes, auténticos monumentos naturales difíciles de datar pero que superan los trecientos años.


En las huertas se conserva una antigua noria de extracción de agua de un pozo que fue utilizado por el convento una vez se dejó de recibir el agua del acueducto. Tener agua corriente en la Sevilla de la Edad Media y Moderna fue un lujo que sólo se podían permitir aquellos que tenían el capital suficiente como para pagar el 'enganche' al acueducto de los Caños de Carmona, el resto de la ciudadanía debía conformarse con el agua de las fuentes públicas. El palacio de los Veragua tuvo dicho privilegio, pero con la llegada de las monjas se perdió la conexión y hubo que buscar otra fórmula para abastecer de agua al cenobio.

Pozo y restos de la noria de extracción del agua


Medio en ruinas subsiste el antiguo noviciado del convento, edificación del siglo XIX que se construyó en torno a un patio interior y que tenía comunicación directa con la enfermería del convento. Este espacio, hoy en muy malas condiciones, tiene tantas posibilidades como usos se le quieran dar una vez rehabilitado.

Ombúes y noviciado del convento, hoy en ruinas


Como suele ocurrir en muchos de los conventos sevillanos, Santa María de los Reyes cuenta con fachada a varias calles. Esta característica hizo que los arquitectos responsables de la intervención concibieran una serie de accesos secundarios que contribuyeran a mejorar la conexión del barrio, facilitando la permeabilidad del espacio y la comunicación entre unas calles y otras a través de las antiguas huertas. Del espacio verde no queda prácticamente nada lo que abre las puertas a dejar volar la imaginación para dotar de usos a lo que hoy no es más que un solar irregular.


En nuestro recorrido lo último que nos encontramos es la iglesia del convento, hoy sala de exposiciones. A mediados del siglo XVIII la compra de una serie de terrenos permitió ampliar el convento, construyéndose este templo diseñado por Diego Antonio Díaz y ejecutado por Francisco Jiménez Bonilla. La nueva iglesia, de planta de salón y una sola nave, quedaría unida por su testero a la antigua, que se seguiría usando como sacristía y apoyo al templo principal. El terrible incendio que asoló el edificio en 1991, cuando ya era de titularidad pública, acabó con los elementos decorativos (pinturas, retablos...) que aún pervivían en el convento y que no se llevaron las monjas tras su partida en 1970.


En este año 2016 se cumplen exactamente treinta años desde que la Junta de Andalucía comprara el edificio. Como ocurre en otros edificios (Atarazanas, San Isidoro del Campo) el pertenecer a una institución pública no ha contribuido precisamente a agilizar el proceso de recuperación de estos monumentos, con unas obras que se dilatan en el tiempo sin que se lleven a cabo por completo. El actual proyecto de intervención en Santa María de los Reyes data del año 2004 y no ha sido hasta 2015 cuando se ha ejecutado un mínimo porcentaje del mismo ante la más que previsible ruina del edificio. 

Como ciudadanos no podemos más que exigir, una y otra vez, la puesta en valor de estos edificios, que, al fin y al cabo, se mantienen con dinero público. Santa María de los Reyes se puede visitar únicamente durante esta semana (mañana viernes es el último día, en horario de 10 a 14) y la divulgación de esta apertura ha sido bastante escasa. Este antiguo convento ha tenido, durante el tiempo que ha estado abierto, una intensa actividad relacionada con la arquitectura, sin embargo una vez cerrado pocas han sido las voces que han insistido en su reapertura. A partir de la semana que viene volverá a estar cerrado, de nosotros depende que podamos disfrutar de él lo antes posible.



>> Toda la información sobre el edificio, con imágenes, textos y vídeo explicativo en la web de la Consejería de Fomento y Vivienda (enlace)

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