martes, 28 de junio de 2016

De visita por el Palacio de las Dueñas


Sevilla tiene un palacio, el Real, que en realidad es la suma de varios y se conoce como Alcázar. El resto son casas, incluso aquellas que por historia, patrimonio y linaje bien podrían ser llamados palacios. El origen de la palabra está en el momento en el que en Sevilla empieza a prosperar el comercio y la nobleza comienza a comprar casas para, tras una profunda remodelación, convertirlas en una residencia palaciega. Por eso se conoce como 'Casa de Pilatos', 'Casa Salinas' o 'Casas de los Marqueses de La Algaba' a estos auténticos palacios y por extensión a otros edificios que a pesar de pertenecer a siglos posteriores también mantuvieron la misma denominación, como es el caso de la Casa de las Sirenas o la Casa de los Guardiola, por citar sólo dos ejemplos del siglo XIX.



Dueñas, sin embargo goza del privilegio de utilizar indistintamente el apelativo de Casa o Palacio, categoría que ya aparece en documentos del siglo XVIII. Tras varios meses abierta al público, por fin he podido visitar este edificio, residencia durante muchos años de la duquesa de Alba. Esa característica, el haber estado habitada hasta hace apenas unos meses, ha dejado una fuerte impronta en el edificio, tanto en su curiosa decoración como en la exuberante vegetación que inunda patios, jardines y fachadas. Sin duda la simbiosis entre naturaleza y arquitectura alcanza en el patrimonio sevillano una suntuosidad y belleza que si bien se aleja de los simétricos jardines de los grandes palacios europeos, consigue con su intimidad atrapar al visitante y hacerlo partícipe del esplendor de la naturaleza

Apeadero

A Dueñas se accede por un frondoso patio que durante años ha servido de frontera entre la ciudad y lo que ocurría dentro de la residencia privada, cumpliendo la misma función que el compás de un convento, frontera entre lo público y lo privado. Desde aquí se entra al apeadero, un amplio espacio que ejerce de antesala a la joya patrimonial y artística del edificio, el gran patio principal que sirve de elemento vertebrador de todas las dependencias tanto en planta baja como en la superior.




La historia más reciente del palacio de las Dueñas se remonta a finales del siglo XVI cuando doña Catalina de Ribera, viuda del Adelantado Mayor de Andalucía, don Pedro Enríquez, compra unas casas mudéjares frente al monasterio cisterciense de las Dueñas, que se encontraba justo enfrente de la actual fachada del palacio, construida ya en el siglo XVIII. 

'La Coronación de espinas' de José de Ribera


Desde la compra por parte de la familia Ribera el edificio sufrirá una profunda transformación que mantendrá su esencia mudéjar pero con una nueva apariencia renacentista que correrá pareja a la que la misma familia llevó a cabo en su otra residencia, la Casa de Pilatos. Las columnas de mármol genovés sustituirán entonces a los pilares del patio, las yeserías cubrirán muros y arcos y las pinturas murales, hoy prácticamente desaparecidas, otorgarán un lenguaje clásico al viejo edificio medieval. El segundo hijo de Catalina de Ribera, don Fernando Enríquez de Ribera y su esposa, Isabel de Portocarrero, emprenderán una lenta transformación que se prolongará durante gran parte del siglo XVI tomando siempre como referencia el Alcázar y compartiendo artistas y artesanos con la Casa de Pilatos.

Portada de la capilla, transición del Gótico al Renacimiento

Uno de los espacios más interesantes de la planta inferior es la capilla, con acceso directo desde uno de los salones del patio. El pequeño recinto sagrado está cubierto por dos tramos de bóvedas de terceletes y en su testero destaca el retablo del florentino Neri di Bicci, en el que aparece la Virgen con el Niño acompañada de Santa Catalina y María Magdalena entre otros santos.



La relación de este edificio con los Alba no se producirá hasta el siglo XVII cuando por el matrimonio de doña Antonia Enríquez de Ribera con don Fernando Álvarez de Toledo, VI duque de Alba, el palacio pasará al linaje de los Alba. El paso del tiempo y la cada vez menor presencia de los Alba en Sevilla hará que el edificio entre en un profundo letargo similar al que vivieron otras residencias nobiliarias sevillanas tras el traslado de las familias a la capital. Al igual que el palacio de Altamira o el de los marqueses de La Algaba, Dueñas se compartimentará y terminará siendo utilizado como casa de vecinos en el siglo XIX, en una de las cuales nacerá en 1875 el poeta Antonio Machado.




El resurgir de Dueñas tendrá lugar en el siglo XX cuando Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó, XVII duque de Alba, llevará a cabo una serie de obras para recuperar el palacio, redecorándolo con piezas romanas y sacando a la luz artesonados y yeserías que habían sido ocultadas años atrás. La duquesa de Alba prosiguió la labor de restauración emprendida por su padre eligiendo el palacio de Dueñas como una de sus residencias favoritas, de ahí que en la actual visita se pueda ver una casa particular más que un museo donde todo está colocado a la perfección. 

Armadura que cubre la escalera principal del edificio

Arco que da acceso del patio al jardín


La visita al edificio se ha planteado de manera completamente libre lo que permite al visitante recorrer sus salones y estancias con plena tranquilidad. En cada espacio existe un panel informativo que aporta información tanto artística como de curiosidades del mismo y aquellas piezas más destacadas cuentan con su propio panel para resaltar su relevancia. No hay que olvidar que las Dueñas, tanto continente como contenido, está declarado Bien de Interés Cultural, por lo que sus valores y patrimonio gozan de la máxima protección que permite la ley.


Con la apertura del Palacio de las Dueñas al público se pone a disposición de la ciudadanía uno de los monumentos más desconocidos y a la vez más populares de la ciudad. Con esta ya son varias las casas palacio que se pueden visitar (Salinas, Pinelo, Pilatos y Lebrija) dando una visión bastante enriquecedora de la arquitectura civil que durante décadas construyeron las principales familias nobiliarias de la ciudad. En Sevilla, como en otras ciudades, es mucho el patrimonio que se ha perdido, pero también es cierto que conservamos, a día de hoy, un importante legado patrimonial que atestigua las luces y las sombras de una ciudad que ha vivido largos períodos de esplendor a lo largo de su milenaria historia.




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Fuente para la realización del texto: 'Casas Sevillanas' de Editorial Maratania

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