domingo, 4 de octubre de 2015

El CAAC restaura una 'fotografía' de 1714

Lienzo de Lucas Valdés que muestra el presbiterio de la iglesia de la Cartuja en 1714

Mientras España se enfrentaba en el nordeste peninsular a una cruenta guerra civil que terminaría con la dinastía de los Borbones reinando en la figura de Felipe V, en la apacible Sevilla de principios del siglo XVIII los pleitos eran mucho más domésticos. La fecha de 1714 ha aparecido en los últimos años una y otra vez por motivos políticos en relación a Cataluña, pero también es el año en el que Lucas Valdés pinta el lienzo titulado 'Representación de los sepulcros de la familia Ribera en la Cartuja de Sevilla', la primera imagen conservada del recinto cartujo y una fuente documental fundamental para conocer cómo era la iglesia del monasterio en un momento determinado de la historia.


La pintura sirvió como cierre del pleito mantenido entre el X duque de Medinaceli, Nicolás Fernández de Córdoba Figueroa, y el prior del recinto cartujo, Juan de Allona, con motivo del cambio de ubicación de los sepulcros familiares dentro de la iglesia. La familia Ribera ha sido históricamente el principal mecenas del monasterio de Santa María de las Cuevas, ubicándose en el recinto diferentes sepulcros de sus principales miembros, entre ellos los de Catalina de Ribera y Pedro Enríquez, joyas del primer Renacimiento andaluz o Per Afán de Ribera. En el siglo XVIII el prior del convento quiso remodelar la disposición de los sepulcros dentro de la iglesia para apartarlos del centro del Presbiterio, en parte por considerar indecoroso que la tumba de Per Afán de Ribera el Viejo estuviera acompañada por las de sus dos mujeres, María Rodríguez de Mariño y Aldonza de Ayala, y seguramente con el objetivo de lograr un espacio más diáfano. La nueva ubicación de los sepulcros, realizados en 1529 por el genovés Antonio María Aprile de Carona, fue el acuerdo final al que llegaron el prior y el duque, y para sellar el pacto se encomendó a Lucas Valdés que realizara esta pintura.

Presbiterio de la iglesia en la actualidad, desprovisto de toda decoración. Sólo se conservan dos tondos

El cuadro supone, además de una obra de gran calidad del hijo de Valdés Leal, un testimonio de cómo era el presbiterio de la iglesia del monasterio en 1714. En él podemos ver parte de la sillería de coro, con la sede prioral, hoy en la Catedral de Cádiz, el extremo del retablo mayor, actualmente perdido aunque se conservan algunas esculturas en el propio CAAC, una serie de pinturas y esculturas que decoraban el lateral del presbiterio como las figuras de los profetas Elías e Isaías, atribuidas a Duque Cornejo (también en el CAAC) o dos lienzos actualmente desaparecidos. De todo el repertorio decorativo reflejado en el cuadro lo único que se conserva in situ es el gran reloj, habiéndose perdido las obras de arte que hicieron de este espacio un enclave único y donde destacan las pinturas murales, que vuelven a hablarnos de la riqueza cromática de nuestros edificios históricos.

Sillería de coro del Monasterio de la Cartuja, conservada en los almacenes del CAAC

Los talleres de restauración del CAAC han llevado a cabo una profunda intervención en la obra, donada por los duques de Alba en 1992 a Andalucía. Con motivo de su inclusión en la exposición 'El Gran Silencio', que devolverá a la Cartuja con motivo del XXV aniversario del Centro una gran cantidad de obras desamortizadas en el siglo XIX, el lienzo ha sido sometido a una limpieza que ha respetado el soporte de tela que se le añadió en el XIX. La eliminación de la capa de barniz, muy oxidada, ha permitido devolver al óleo su colorido original, necesitándose de alguna reintegración puntual de la capa pictórica. 'Representación de los sepulcros de la familia Ribera en la Cartuja de Sevilla' muestra ahora más que nunca un episodio concreto de la historia del recinto en un momento clave de la historia de la ciudad. Apenas tres años después Sevilla perdería el monopolio del comercio con América tras el traslado de la Casa de la Contratación a Cádiz en 1717. Este hecho supuso el principio del fin de la economía de la ciudad, que vio cómo le arrebataban de un plumazo su mayor fuente de ingresos. El cuadro refleja la opulencia y la riqueza de una Sevilla que dejaría de existir tal y como se había conocido hasta ese momento y que tuvo que esperar hasta finales del siglo XIX para empezar a recuperar el pulso económico gracias a la industrialización y la Exposición Iberoamericana.


Fuente e imagen del lienzo: Gabinete de Prensa de la Junta de Andalucía (enlace)
Más información sobre el traslado de los sepulcros con motivo de la Expo92 aquí

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