La incomprensión hacia el patrimonio más reciente es algo que se ha dado constantemente en la historia. Los humanistas del Renacimiento renegaban del bárbaro Gótico de la misma manera que los neoclásicos no dudaron en tachar de abominables las exuberancias del Barroco. Más reciente en nuestra memoria quedan los derribos llevados a cabo en nuestra ciudad en las décadas de los años 50, 60 y 70 cuando se tiraron sin miramiento edificios por todo el centro histórico para dar paso a la modernidad. Lo mismo que cuando se derribaron las murallas o el convento de San Francisco en el XIX.
El anuncio del alcalde del posible derribo de la Comisaría de la Gavidia por su mal estado sienta un oscuro precedente que puede acarrear grandes problemas para el patrimonio de la ciudad. Guste o no, la Comisaría de la Gavidia está protegida y cuando se establece una protección no se hace únicamente por los valores estéticos de una obra en cuestión, sino por toda una serie de características que le aportan una singularidad. Este edificio se encuentra en muy malas condiciones, a la vista está, pero las razones de esa degradación son consecuencia de la dejadez y abandono absoluto de su propietario, el Ayuntamiento. Dejar que un edificio se arruine para conseguir de las administraciones licencia de derribo es una táctica tan antigua como las leyes de Patrimonio y por ello está sancionado. Si ante el mal estado de la Gavidia consentimos su derribo, ¿por qué no se derribó la iglesia del Salvador? ¿O la de Santa Catalina? ¿Tiramos la iglesia del Hospital de San Lázaro por estar prácticamente en ruinas? ¿Con qué autoridad le pedimos a Vázquez Consuegra ahora que respete los elementos heredados de la Expo si el mismo Ayuntamiento no tiene problema alguno en derribar un edificio que le estorba? ¿Para qué se han protegido varios pabellones de la Expo? ¿Tiramos el de Hungría por su mal estado?
Hace unos días hacíamos un reportaje sobre el Corral del Conde, edificio que estuvo sentenciado en los años setenta y que afortunadamente se salvó de la piqueta. ¿Cuántas veces hemos hablado de la importancia del Teatro Cervantes? El propio Espadas abogaba hace dos días por poner en valor la Fábrica de Artillería. Si nos atenemos al estado de conservación, ¿tiramos también la Fábrica de Vidrio de La Trinidad? ¿O cuando hablamos de patrimonio sólo lo hacemos de aquellos elementos que tienen alguna floritura en su fachada y por ello quedan bien en la postal? Sevilla no es que se caracterice precisamente por ser un ejemplo en conservación de su patrimonio, a la vista está con la cantidad de conventos que se están cayendo literalmente a pedazos, pero abrir la mano a tirar un edificio protegido simplemente por su mal estado es una línea que ningún político debería sobrepasar. Cuando Espadas dijo que su Gobierno iba a darle la vuelta a la ciudad no me podía imaginar que esa vuelta iba a ser regresar a la piqueta de los años sesenta. Lo más triste de todo es que detrás de esta descatalogación únicamente se esconden motivos económicos, hay que tirar la Gavidia para poder vender su solar y construir un hotel. Otro más. Y ¿qué edificio construimos ahí? ¿Con qué estética? ¿Ya nos hemos olvidado de la polémica del Metropol Parasol? ¿O hacemos un edificio historicista como la fachada del antiguo Sfera de la Plaza del Duque?
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