jueves, 19 de marzo de 2015

El monumento que Sevilla necesita

Boceto monumento al costalero. Imagen de Andalucía Información

A lo largo de su historia, Sevilla ha sabido ir adaptándose a los movimientos artísticos contemporáneos en cuanto a arte urbano se refiere. Tenemos un buen número de obras realizadas por Antonio Susillo en la segunda mitad del XIX, un amplio repertorio de piezas heredadas de la Exposición Iberoamericana, un reducido aunque interesante grupo de esculturas y fuentes de los años sesenta, setenta y ochenta (Muchachas al sol, fuente de Sebastián Elcano, glorieta de Luis Montoto o monumento a Bartolomé de las Casas) y piezas de autores de gran relevancia realizadas con motivo de la Exposición Universal de 1992. Sin embargo, esta tendencia se rompió hace unos años cuando empezamos a llenar nuestras calles de piezas de dudosa calidad estética que rinden tributo a las tradiciones más profundas de la ciudad. Toreros, flamencas, aristócratas y motivos religiosos han ido apareciendo con el beneplácito del Ayuntamiento, que no ha tenido reparo en ceder las principales calles y plazas para la instalación de unos monumentos completamente anacrónicos en su factura.


Eduardo Chillida. Monumento a la Tolerancia en el Muelle de la Sal


La mayoría de estas piezas han sido donadas y regaladas por entidades y personas convencidas de que están haciendo un bien a la ciudad, pero que en realidad flaco favor le han hecho a una Sevilla que empieza a parecerse a un museo de cera. La última incorporación ha sido el monumento al costalero, sufragado por una entidad bancaria. El lugar elegido no puede ser más emblemático, en plena avenida de la Constitución, frente al antiguo Coliseo España. La pieza ha generado un gran revuelo en la ciudad y han sido muchas las voces que se han posicionado en contra por lo innecesario del monumento y por su fisonomía. Habría que preguntarse por qué estos mecenas que tanto fervor ponen en regalar estatuas no destinan esos mismos esfuerzos económicos a comprar obras para el Museo de Bellas Artes o a la adquisición de piezas realmente contemporáneas para nuestras calles.

Jesús Soto. Media esfera azul y verde, Sevilla. Desmontada y expatriada. Imagen de Legadoexpo


A estas alturas de la película no es cuestión de si el monumento representa a una persona o una tradición, o si Cernuda o Forestier se merecen más o menos una escultura que la duquesa de Alba. El reconocimiento por medio de una escultura a un determinado personaje tuvo su sentido en el siglo XIX cuando por medio de estos monumentos se intentaba transmitir una idea de identidad y valores a una sociedad que se enfrentaba a un futuro incierto. En un período en el que las ciudades se convirtieron en el epicentro del poder, la colocación de grandes monumentos dedicados a sus prohombres buscaba servir de ejemplo y de guía a todos esos ciudadanos que habitaban en ella además de jugar un papel de centralidad urbanística creando ejes y perspectivas. En pleno siglo XXI esto ha cambiado. El mejor homenaje que le podemos hacer a Aníbal González es mantener su patrimonio, si queremos honrar a Machado o a Cernuda, hagamos que sean leídos en los colegios, si queremos ensalzar la labor de Forestier, cuidemos sus bellos jardines. ¿De qué sirve levantarle monumentos a estas figuras si al día siguiente de la inauguración volvemos a olvidarnos de ellos?

Jaume Plensa. The Crown Fountain, Chicago. Imagen de maryosbazaar.com


Hoy en día el monumento público ha tomado otros derroteros convirtiéndose en una obra de arte que, además de enriquecer el patrimonio local, busca mejorar estéticamente el entorno en el que se encuentra estableciendo un diálogo con la ciudadanía. Ya no se levantan pedestales de mármol ni obeliscos, sino obras de arte de las que las ciudades puedan sentirse orgullosas. Exactamente lo que hicimos en Sevilla en 1992, pero parece que hemos regresado a un momento histórico superado hace décadas sin darle a nuestros artistas la oportunidad de obsequiarnos con obras de arte público. Hace unos años se levantaba en Chicago la 'Crown Fountain', una pieza interactiva de Jaume Plensa que costó la friolera de diecisiete millones de dólares, eso sí, donados íntegramente por la familia Crown, de ahí su nombre. ¿Os imagináis algo así en Sevilla? Mientras tanto, el Ayuntamiento sigue siendo cómplice de este desmán, dando su beneplácito a proyectos fuera de lugar que ni siquiera serían tenidos en cuenta si de arte contemporáneo se tratase. ¿Daría su visto bueno el Ayuntamiento para instalar en plena Plaza Virgen de los Reyes o en la avenida de la Constitución una obra de Anish Kapoor, Jaume Plensa, Xavier Mascaró o Miquel Barceló? El Ayuntamiento debe aprender a decir no y para ello debe contar con expertos en su Comisión de Patrimonio que tengan la formación suficiente para descartar aquellas piezas que no reúnan los requisitos para formar parte del patrimonio urbano.

3 comentarios:

Guille dijo...

Pues sí, la verdad que me parece un poco feo en el boceto. Con un poco de suerte, si es alli en frente del Coliseo, en los jandincitos que hay, no se notará mucho y pasarán desapercibidos los “3 amigos de la feria"... sin acritud...

Sergio Harillo dijo...

Lo cierto es que el boceto no es nada favorecedor, esperemos que la pericia del escultor cuando realice las esculturas mejore el resultado final.

¡Saludos!

nini desempleado dijo...

¡Dios, qué monumento más horroroso! La simetría es nefasta y el dinamismo es nulo. Calidad artística cero. Si al menos hubieran recreado a un costalero realizando el típico gesto de tirar de la faja de un compañero para ajustársela se podría haber creado una composición más plástica, descriptiva e interesante.
En fin, la cuestión es que dentro de poco habrá monumento al monaguillo, monumento al pertiguero, monumento al acólito, monumento a la autocomplacencia... Y todos ellos facturados al estilo "muñeco de plastilina" que causa tanto furor en la ciudad.