Era cuestión de tiempo que se llegase a esta situación. Según publicaba El Correo de Andalucía ayer, el coleccionista Mariano Bellver ha desistido de legar a la ciudad de Sevilla su patrimonio artístico y está dispuesto a ofrecérselo a otras ciudades interesadas. Incluso podría venderlo por lotes.
Sevilla perdería así, una vez más, una oportunidad de oro para hacerse con una colección que incluye, entre otras piezas, pinturas y esculturas decimonónicas valoradas en diez millones de euros. Las conversaciones para la cesión se remontan a años atrás y aunque las administraciones siempre han valorado el ofrecimiento, la verdad es que nunca ha habido un compromiso firme para que Sevilla fuese la sede de esta colección. Se habló de integrarla en el Museo de Bellas Artes e incluso Cajasol ha barajado la idea de exponerla en el museo que está proyectando en la Plaza de San Francisco, pero nunca hubo un proyecto firme.
¿Qué ha pasado para llegar a esta situación? Seguramente al común de los mortales se nos escapen muchos detalles de la Operación Bellver, porque si simplificamos el asunto, resulta ridículo pensar que todo se pueda ir al traste por una mera firma. Un octogenario coleccionista con una inmensa colección se ofrece a donarla a la ciudad de Sevilla sin nada a cambio. Es tan simple que cuesta entender que no se haya materializado ya. Sin embargo, si vamos a la letra pequeña empezamos a ver detalles como que el coleccionista quiere que se exponga todo a la vez, que el Museo de Bellas Artes no tiene espacio para tanta obra, que la ampliación duerme el sueño de los justos, que en el lote iba un edificio entero que habría que mantener.... Y si a eso le sumamos el nulo interés de nuestros políticos por el arte y la cultura pues tenemos el cóctel perfecto para que fracase la operación.
Desde Cultura de Sevilla siempre hemos defendido que esta colección se quede en Sevilla. Sin embargo, la calidad de la misma es desigual (como en todas las colecciones, hay cosas mejores y cosas más anecdóticas, como en este caso el conjunto de abanicos) por lo que su integración en los fondos del Bellas Artes no tendría por qué incluir su exposición al completo, quizás aprovechar parte de las piezas para mejorar las lagunas que pueda tener el discurso expositivo del Museo, pero no exponerlo todo. En eso consiste una donación sin condiciones, que el que recibe puede disponer de lo cedido en función de las necesidades de la entidad depositaria. Por otro lado, si la intención del coleccionista era exponer todo su legado en un edificio, quizás se equivoca al querer donar sus obras a las administraciones y lo que debería haber creado es una Fundación que gestione su legado y lo muestre de forma particular, como ha ocurrido con otras colecciones repartidas por todo el país.
Lejos de solucionarse, el problema está cada vez más enquistado y lo más probable es que terminemos perdiendo esta oportunidad. Todos nos lamentaremos pero la única verdad es que, como dice el dicho popular, "entre todos la mataron y ella sola se murió". El fracaso de esta donación es un fracaso colectivo de la sociedad sevillana, con el Ayuntamiento a su cabeza, que no sabe valorar este tipo de iniciativas como debería.
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