Hace unas semanas se daba por cerrado el acuerdo por el que Pilar Citoler cede su amplia colección de arte contemporáneo al IAACC Pablo Serrano, en Zaragoza. Más de 1.300 obras de artistas como Miró, Tàpies, Picasso, Warhol, Le Corbusier o Lèger viajarán hasta la capital del Ebro para instalarse en el flamante (y bastante falto de contenido) museo azul.
La noticia, fantástica para Aragón, es un jarro de agua fría para Andalucía ya que el destino de la colección era, hasta ahora, Córdoba. O al menos con ello se ha especulado durante años. Precisamente, ser sede de este importante conjunto de obras era una de las bazas para lograr la capitalidad cultural europea en 2016. La Universidad de Córdoba ha estado lidiando contra molinos de viento para conseguir que la colección se quedara en la capital omeya, pero el desinterés de la Junta de Andalucía ha hecho que la coleccionista se decante por el mejor postor, en este caso el Gobierno aragonés.
Llegados a este punto la historia podría empezar a sonarnos. Una importante colección que se ofrece a una ciudad, unas administraciones que no muestran el más mínimo interés, un coleccionista que se cansa de esperar y otra ciudad que aparece en escena poniendo a su disposición un magnífico edificio. Podríamos estar hablando de la colección Circa XX de Pilar Citoler o de la Colección Bellver, que lleva años queriendo donar sus obras al Museo de Bellas Artes de Sevilla. La historia es la misma, lo único que varía es el capítulo final. En Sevilla, el coleccionista aún no se ha hartado, pero poco le falta. ¿Seguiremos el mismo camino que Córdoba? ¿Llegará otra ciudad ávida de un titular cultural que ponga sobre la mesa un espacio para la colección decimonónica? Lo ocurrido aguas arriba del Guadalquivir debería hacernos reflexionar. Lo más curioso de todo es que Córdoba tiene un espléndido espacio completamente vacío, el C4, mientras que Zaragoza ha consentido que la escultura Splash, creada para la Exposición de 2008, sea mutilada y troceada. Será que en el fondo la Cultura sigue siendo un pretexto para hacerse la foto, sin importar el verdadero sentido de la misma.
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