Empezamos el año con una fantástica noticia, la reapertura del Pabellón de la Navegación, uno de los emblemas de Expo'92. Tras una inversión de 11 millones de euros, Sevilla cuenta con un gran centro dedicado a la navegación atlántica donde conocer la historia de la navegación, los buques que han surcado los mares durante siglos, sentir cómo era la vida a bordo y viajar al pasado de la ciudad cuando su puerto era la espina dorsal de su economía. La visita se divide en cinco espacios que recorren gran parte del edificio, el resto está reservado para exposiciones temporales y congresos, actividades que llenarán de contenido el Pabellón y supondrán una fuente de ingresos alternativa.
El famoso mar de leds es la primera sala, la de mayor extensión. Las luces y el sonido transportan al visitante al océano, recorriendo diferentes puntos en los que conocer las vidas (almas) de personajes históricos que han sido recopiladas en el Archivo de Indias. Sin duda este espacio es en el que más esfuerzo (y dinero) se ha invertido y la gran apuesta del centro. La espectacularidad de la puesta en escena podría desmerecer los contenidos, sin embargo, es recomendable entretenerse en cada espacio, saboreando los entresijos de los personajes y así conocer cómo era la vida a bordo. Aún quedan algunos flecos pendientes en esta sala como evitar que los sonidos de unos puntos y otros se acoplen, resulta algo complicado poder escuchar determinadas historias cuando a pocos metros otro visitante acciona una segunda historia.
La segunda sala es un asombroso mural de varios metros de largo diseñado y realizado por el pintor Gabriel Pacheco donde se cuenta la historia de la navegación y los cambios realizados en los buques desde el siglo XVI hasta hoy. Este espacio recupera una serie de maquetas que formaron parte del contenido expositivo del Pabellón durante la Exposición Universal, restauradas para la ocasión. Se trata, sin duda, de la sala de mayor belleza del centro, cuidada hasta el último detalle.
La tercera sala, denominada "La vida a bordo" consiste en una serie de juegos para conocer de primera mano los oficios de los marineros, la bomba de achique, el timón, cómo manejar el velamen... Una delicia en la que mayores y pequeños disfrutarán de lo lindo.
Por último, con vistas al río, nos encontramos dos grandes pantallas táctiles con diferentes imágenes históricas de la ciudad de Sevilla. Navegando por las imágenes podemos conocer la evolución de la ciudad y su relación, fundamental, con el río Guadalquivir. Esta "sala" es la que menos me ha convencido del Pabellón. La historia de Sevilla no se entiende sin su río y podría haber dado mucho más de sí. Si bien es cierto que los objetivos del Pabellón van un poco más allá, hubiera sido interesante dotar de más contenido a este espacio, aprovechando la ubicación del edificio y su leit motiv.
De regreso al exterior, tras visitar el Pabellón, la Torre Schindler cierra la visita con una espectacular imagen panorámica de la ciudad.
La Isla de la Cartuja,
Hacia Triana y Los Remedios,
Y para que ubiquemos cada hito de la ciudad, un gran panel con el nombre de monumentos, edificios y puentes principales de Sevilla.
Como colofón, un delicioso detalle. Los postes originales del Pabellón de la Navegación, recuperados tras veinte años sin usarse.
¿Qué mejor forma de celebrar el vigésimo aniversario de la Expo que con la reapertura de este edificio? Sevilla cuenta desde hoy con un magnífico nuevo centro cultural que esperemos sea todo un éxito. Los ingredientes para serlo ya los tiene, una exposición atractiva, un edificio perfectamente reconocible en el paisaje de la ciudad, espacios para congresos y muestras temporales y una zona con un enorme potencial de futuro. Sevilla ha recibido un magnífico regalo de Reyes, ahora hay que hacer los deberes para que no se quede en una inversión millonaria puesta al servicio de las musarañas. La promoción y difusión de los nuevos atractivos de la ciudad es una tarea pendiente que no terminamos de perfilar pero en la que debemos ponernos las pilas cuanto antes para despuntar.
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