Esta pregunta se están haciendo en el Ayuntamiento de Sevilla ante la inauguración de la Plaza tras su restauración a mediados de este mes. Ayer lo dijo bien claro el delegado de Urbanismo, ya han tenido que ser repuestas dos farolas de cerámica recién restauradas por haber sido destrozadas a pedradas. Y la Plaza no ha sido aún abierta al público, ¿qué pasará cuando se tenga libre acceso al monumento? ¿Es esto justo? La verdad es que no. Dejando al margen la mediocridad de la sociedad que estamos creando entre todos y la impunidad con que actúan determinados individuos (llamarlos personas es algo que les viene grande), lo cierto es que algo habrá que hacer para evitar que los nueve millones de euros invertidos en la rehabilitación del monumento vayan directamente a la basura una vez abierto al público. La solución pasa, lógicamente, por la vigilancia. Ayuntamiento, Junta de Andalucía y Estado están en conversaciones para ver qué tipo de entidad se crea para velar por el mantenimiento y buena conservación de Plaza de España, esperemos que para esto sí que se pongan de acuerdo.
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Tras la rehabilitación, la Plaza de España contará con un servicio de barcas en la ría y dos quioscos de recuerdos que deberán abonar una cuota anual al Ayuntamiento, con ese dinero debería bastar para contratar seguridad privada a jornada completa en el monumento pero a nadie se le escapa que la medida se queda corta. Lo que necesita tanto Plaza de España como el resto del Parque de María Luisa (por fin unidos tras el derribo del muro que los separaba) es un Patronato, un organismo que cuente con financiación, que se encargue del mantenimiento, seguridad y gestione las actividades que se desarrollen en este espacio. Sólo contando con un personal dedicado en exclusiva a estas tareas conseguiremos mantener esta zona verde junto con los edificios y conjuntos escultóricos que alberga, todo lo demás que se improvise no deja de ser una solución a medias.
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La rehabilitación está hecha y ello hay que agradecérselo al Ayuntamiento, la única institución que ha afrontado, en solitario, esta ingente tarea. Ahora toca una labor quizás más complicada, la conservación y mantenimiento, esperemos que no nos fallen de nuevo.
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