martes, 17 de febrero de 2009

Antonio Susillo

Antonio Susillo (1857-1896) es uno de esos artistas geniales a los que la Historia del Arte no ha ubicado en el lugar que se merecen. Tal vez por su repentina muerte o quizás por haber nacido en Sevilla, ciudad que a pesar de haber sido un foco cultural de primer orden un siglo antes, en la segunda mitad del siglo XIX, se encontraba muy alejada de los grandes centros artísticos europeos como París o Roma, lo cierto es que este magnífico escultor ha pasado bastante desapercibido.
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Hijo de comerciantes, Susillo poco interés sentía hacia los asuntos comerciales, sin embargo, según cuenta la leyenda, se entretenía realizando pequeñas figurillas de barro que llamaron la atención de la Duquesa de Montpensier que vio al muchacho realizando estas figurillas en plena calle. Asombrada por la valía del pequeño escultor, lo tomó bajo su tutela y le costeó sus primeros estudios.
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A los 18 años empezó a trabajar en el taller del pintor José de la Vega, que lo tomó como discípulo. Posteriormente consiguió una beca para viajar por Europa, visitando París (donde estuvo estudiando en la Academía de Bellas Artes) y Roma.
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Colón ante los Reyes Católicos (1893). Museo Bellas Artes de Sevilla
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A su vuelta a Sevilla ya era un escultor de éxito que incluso había trabajado para el Zar Nicolás II, que mandó al príncipe Romualdo Giedroky en busca del afamado escultor para que realizara su retrato. Tanto gustó la obra de Susillo a Nicolás II que éste alquiló un taller en París para que Susillo pudiera desarrollar el encargo que le había realizado.
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Diego de Silva Velázquez (1892). Sevilla
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El Ayuntamiento de Sevilla fue su principal cliente en cuanto a monumentos públicos. De hecho, Susillo fue el primero en cultivar este género escultórico en la ciudad y a decir verdad, dejó el listón tan alto que pocos le han superado. Sólo hay que comparar sus obras con las que se levantan hoy en día en la ciudad para ver que, en la segunda mitad del siglo XIX, Susillo consiguió una calidad y una modernidad, que los escultores de hoy en día no tienen. Se le encargó la escultura de Velázquez que centra la Plaza del Duque (en aquel momento la plaza estaba rodeadada por palacios, un decorado mucho más monumental que el actual); la escultura de Daoiz que ocupa la Plaza de la Gavidia y el maravilloso Cristo de las Mieles, ubicado en la glorieta central del Cementerio de San Fernando y bajo cuyos pies reposan los restos del insigne escultor.
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Ponce de León (1895). Palacio de San Telmo, Sevilla
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La infanta Maria Luisa de Montpensier volvió a cruzarse en el camino del artista encargándole en 1895 la serie de doce sevillanos ilustres que decoran la fachada este del palacio de San Telmo, residencia de los duques y de los que ya hemos hablado en este blog.
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Luis Daoiz (1889). Sevilla

La obra de Susillo destaca por su realismo y por el movimiento y la fuerza que imprime a sus esculturas. Influenciado por la escultura que se realizaba en aquel momento en París, Susillo concibe sus obras como monumento a la grandiosidad de los personajes representados. Pero no busca una grandiosidad irreal o artificial, sino que refleja la grandeza de su espíritu, apelando a la fuerza interior de cada personaje. Así, podemos ver como el retrato de Miguel Mañara que decora los Jardines de la Caridad refleja la humanidad y bondad del personaje, pero también a un hombre decidido y convencido de sus ideales, que dio su vida por los pobres y los necesitados. A Velázquez lo representa como a un genio, orgulloso de sí mismo pero consciente de sus limitaciones, por eso lo representa altivo, pero con gesto sereno, sabedor de su valía pero también de sus limitaciones como hombre. A Daoiz lo representa como a un héroe, orgulloso, pero con las idea claras, rostro sereno pero demostrando su fortaleza interior. Su Cristo de las Mieles es sencillamente magnífico, refleja al hombre que dio su vida por toda la Humanidad, pero antes que a un dios, representa a un hombre que está sufriendo como tal. Llama la atención en algunas figuras de Susillo la colocación de uno de los pies fuera del pedestal, como si la escultura quisiera salirse de su encorsetada ubicación, dando sensación de fuerza a las figuras y entablando una relación más directa con el público que la observa.

Cristo de las Mieles. Cementerio de San Fernando, Sevilla

A pesar del éxito de Susillo, a pesar de la popularidad de su escultura, la tragedia acabó posándose sobre él. Sin saberse muy bien el por qué, el 22 de diciembre de 1896 se dirigió a la zona norte de la ciudad, a San Jerónimo y se suicidó disparándose en la cabeza. Un final muy bohemio, muy romántico, pero que truncó para siempre las posibilidades de este gran escultor con apenas 39 años, un artista que aún tenía mucho que decir y que podría haber entrado por la puerta grande en la Historia de la Escultura. Hay quién apunta que nunca superó la muerte de su primera esposa. Otras historias dicen que no soportaba las deudas que le ocasionaba su segunda esposa, que pretendía vivir como aristócratas pese a la condición de artista de Susillo. Lo cierto es que nadie sabrá jamás por qué decidió hacer lo que hizo. También cuenta la leyenda que la Iglesia puso ciertos reparos para enterrar al escultor en suelo sagrado por haberse suicidado y que fue la propia infanta María Luisa la que con sus lágrimas convenció al arzobispo para que hiciera una excepción, enterrándose finalmente bajo el Cristo que él mismo había realizado.

Monumento a Colón (1892). Valladolid

Además de su legado artístico (muy numeroso, pero poco reconocido) tenemos la labor de sus discípulos, escultores afamados que siguieron la estela de su maestro y mantuvieron viva su grandeza. Los nombres de Joaquín Bilbao, Lorenzo Coullaut Valera o Antonio Castillo Lastrucci son muy conocidos en Sevilla, sin embargo, pocos conocen que Antonio Susillo fue su maestro y el faro que alumbró sus carreras artísticas.
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Algunos detalles de sus obras:
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Levita de Daoiz

Relieve del pedestal del monumento a Daoiz

Indios del relieve "Colón ante los Reyes Católicos"

Rostro del Cristo de las Mieles

Boceto para el monumento a la Infanta María Luisa

3 comentarios:

Edward dijo...

Merecido homenaje a un gran escultor no reconocido. Sus obras forman parte de la memoria fotográfica de todos los sevillanos, así es como reconocemos a los "sevillanos ilustres" ¿o no? Creo que su vida fue muy tormentosa, como muestra su final.

Como toque "cofrade" se encargó de restaurar a la Virgen de la Amargura tras el aparatoso incendio que sufrió su paso cuando transcurría por los Palcos. Incluso le hizo nuevas manos. Un precioso recuerdo que nos queda de él.

Muy interesante como siempre.

Un saludo.

Sergio Harillo dijo...

Yo es que tengo auténtica devoción por Susillo. Tengo mi tríada de artistas sevillanos, Aníbal González para la arquitectura, Susillo para la escultura y Murillo para la pintura, jeje. Llevaba tiempo queriendo hacer el homenaje y ya no podía postergarlo más tiempo, me alegro de que te haya gustado :)

Un saludo!

Sevalber dijo...

Excelente reseña ;)