Si nada lo remedia, a finales de año la veterana Sala Q echará el cerrojazo dejando a Sevilla sin la única sala de conciertos de mediano tamaño (entre 800 y 1000 espectadores) que había. Los propietarios han anunciado que la Sala no es rentable, tienen una programación estable y el público responde, sin embargo, se quejan de no recibir ayudas por parte del Ayuntamiento, ayudas que sí reciben las salas de teatro y los festivales (aunque algunos, como el South Pop tengan que, prácticamente, mendigar esas ayudas).
Si una empresa no es rentable, lo lógico es que cierre. Pero cuando hablamos de empresas culturales, la cosa cambia, ya que supuestamente ofrecen un servicio público. Sin embargo, ¿pueden y deben las administraciones sostener todo proyecto cultural que surja? Quizás habría que replantearse la concesión de ayudas por parte de las administraciones pues por todos es sabido (y hay numerosos ejemplos) que mientras más cercano se esté al político de turno, más ayudas recibes, y así se explica que algunos proyectos cuenten con gran cantidad de medios y ayudas mientras que otros no ven ni un solo euro. Esta situación es totalmente injusta, es cierto, pero en las manos del sector cultural está el reivindicar lo que a cada uno corresponde. Quizás es hora de que las fuerzas culturales de la ciudad se unan y al margen de los políticos, busquen una nueva dirección enfatizando en la rentabilidad sin dejar de lado la calidad y exigiendo a los políticos un trato igualitario para todos. La Sala Q por sí misma, quizás no puede ejercer ningún tipo de presión, pero seguramente haya muchos más proyectos culturales en su misma situación, y entre todos, podrían intentar resolver el problema del amiguismo en las ayudas.
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