lunes, 16 de julio de 2018

Burdeos, la ciudad dorada



Burdeos me ha enamorado. No puedo empezar este post de otra forma que reconociendo mi amor incondicional por esta ciudad volcada hacia el río Garona. A lo largo de los años he ido conociendo ciudades que se han ganado a pulso un trocito de mi corazón, me ha pasado con grandes capitales como Praga o Berlín y con ciudades de menor tamaño como Bilbao o Valladolid. Ahora Burdeos comparte espacio con ellas.

Mientras preparaba el viaje leí artículos en blogs, reportajes e incluso entrevistas al alcalde, Alain Juppé, principal impulsor de los cambios urbanísticos que la ciudad ha experimentado en los últimos años. Una de las cosas que más me llamaba la atención en los reportajes que leía era cómo se hablaba del turismo. El alcalde afirmaba en una entrevista que el turista que llega a Burdeos se mezcla de tal forma con los bordeleses que pasa totalmente desapercibido. Al leerlo me pareció el típico tópico que se dice de cualquier ciudad turística pero tras conocer Burdeos estos últimos días puedo asegurar que es totalmente cierto. En Burdeos hay turismo, pero pasa completamente desapercibido. Cuando vas paseando por la ciudad te sientes un bordelés más, ya que compartes espacio con ellos (sentado en los muelles tomándote un helado mientras miras a la gente paseando, sentado en los escalones del Gran Théâtre al atardecer mientras un músico callejero anima el ambiente o mientras cenas en un restaurante y en las mesas de al lado están hablando en francés, inglés o castellano). El turismo de Burdeos me ha sorprendido gratamente porque es el turismo de hace años, antes del boom de los free tours, los segways, los grupos siguiendo a un guía que habla a voces por un micrófono, las tiendas de souvenirs con toda la mercancía en la puerta... Supongo que sabéis de lo que hablo.




Grand Théâtre


Pero conozcamos un poco mejor la ciudad, su patrimonio y su urbanismo. Burdeos ha tenido varios períodos de esplendor a lo largo de su historia y casi siempre unidos a su principal recurso agrícola, el vino. En el siglo XII empezó a ganar importancia gracias al matrimonio de la duquesa Leonor de Aquitania con el futuro rey de Inglaterra, Enrique II. La ciudad vivió varios siglos de prosperidad en los que se construyen los templos góticos que se pueden admirar a día de hoy, como la catedral de Saint André, Saint Seurin o Saint Michel, con su monumental campanario que alcanza los 115 metros de altura. La ciudad se dota en estos siglos de una muralla desaparecida a día de hoy pero de la que se conservan las monumentales puertas de Cailhau y la de Grosse Cloche, denominada así por la monumental campana (cloche) que sigue marcando las horas de la ciudad.


Puerta de Cailhau (siglo XV) entre edificios del siglo XVIII


Si monumental tuvo que ser la ciudad medieval, poco se conserva en la actualidad. En el siglo XVIII Burdeos vive su segundo período de esplendor gracias al comercio del vino. El puerto de la luna se convierte en un potente motor económico y la ciudad entera muta para adoptar un urbanismo racional, monumental y de gustos clásicos que se convertirá en todo un modelo. La propia París se inspirará en el urbanismo bordelés en su gran metamorfosis decimonónica. Gran parte de la ciudad actual de Burdeos sigue siendo como en el siglo XVIII y eso es absolutamente maravilloso. Paseando por algunas calles, si te concentras, logras dar un salto en el tiempo y sentir que has viajado a otra época. Mientras que en otras ciudades es el monumento el que destaca entre tanto edificio moderno, en Burdeos son los edificios contemporáneos los que chocan entre el caserío de piedra histórico. La ciudad dieciochesca respetó los templos medievales creando ejes de perspectiva que los monumentalizan. Las casas se construyeron en piedra de un tono dorado que, tras su limpieza han dotado a la ciudad de una atmósfera mágica que te hace perder el sentido.


Plaza del Parlamento con el caserío típico bordelés


En esta monumentalización de la ciudad del XVIII dos espacios se convierten en imprescindibles hasta el punto de que tus propios pasos te llevan una y otra vez hacia ellos, por un lado el Grand Théâtre, construido por Victor Louis entre 1773 y 1780 y que servirá de modelo a la mismísima Ópera Garnier de París. Su monumental pórtico rematado con las nueve musas acompañadas de Juno, Minerva y Venus es abrumador. La otra pieza clave del urbanismo de esta época es la Place de la Bourse, construida entre 1730 y 1775 por el arquitecto Ange Jacques Gabriel como Plaza Real. El espacio se abre al Garona como la Plaza del Comercio de Lisboa creando un aparatoso escenario absolutamente maravilloso. Los tres edificios que la componen son un magnífico ejemplo del academicismo francés que se ha visto realzado con la intervención llevada a cabo en la zona frontal, donde se ubica el Miroir d'Eau, una fuente de grandes dimensiones a nivel de suelo que varía según las horas del día creando un espejo sobre el que se refleja toda la plaza. La fuente y los jardines aledaños se han convertido en un reclamo tanto para el público local (niños que juegan en la fuente, bordeleses de picnic en los jardines) como para el extranjero, que intenta por todos los medios conseguir una foto del espejo de agua sin que salgan decenas de niños chapoteando.


Place de la Bourse, corazón del Burdeos dieciochesco


Una vez contextualizada la ciudad vayamos a sus museos. En estos días he podido conocer el Museo de Bellas Artes, el de Aquitania, el de Artes Decorativas y el de Arte Contemporáneo (CAPC), además de la inquietante Base sous-marine. El Museo de Bellas Artes es el más antiguo de la ciudad y fue fundado en los primeros años del siglo XIX. Ocupa las dos galerías laterales del Palacio Rohan, ostentosa residencia del cardenal Ferdinando Maximiliano Mériadec de Rohan, arzobispo de Burdeos desde 1769. La monumental construcción se dilató tanto en el tiempo que el cardenal no llegó a verla concluida. Tras pasar por varios usos (fue residencia de Napoleón) actualmente acoge también el Ayuntamiento en su edificio principal. El museo se divide en dos secciones, el ala sur acoge obras hasta el siglo XVIII (Murillo, Tiziano, Veronés, Rubens...) mientras que el ala norte está dedicada a los siglos XIX y XX (Delocroix, Bouguerau, Gargallo, Matisse...). Su visita es imprescindible para cualquier amante del arte y al ser un museo relativamente pequeño se puede disfrutar sin prisas.


Vestíbulo de la Galería Norte del Museo de Bellas Artes

'Virgen con el Niño' de Pietro de Cortone, hacia 1641. Museo de Bellas Artes


El Museo de Aquitania acoge la historia de la región. Además de recorrer el pasado prehistórico y protohistórico de esta zona de Francia (las primeras salas del museo han sido remodeladas y la información está en francés, inglés y castellano) se pueden ver los restos arqueológicos de la Burdeos romana, Burdigala, con una interesante colección de relieves y esculturas entre las que destaca un Hércules de bronce. La segunda planta del museo está dedicada a la historia más reciente de Burdeos, su emporio marítimo y la gran transformación urbanística dieciochesca (en esta planta la información también está en castellano).


Hércules de bronce de finales del siglo II en el Museo de Aquitania


El Museo de Artes Decorativas ocupa el antiguo Hôtel Lalande, una residencia de la alta aristocracia bordelesa que fue construido a finales de los años setenta del siglo XVIII. La museografía recuerda a otros museos similares como nuestro Museo Nacional de Artes Decorativas de Valencia, ubicado en el palacio del Marqués de Dos Aguas. La visita permite conocer el edificio, decorado a la moda del siglo XIX mientras que en las vitrinas se pueden ver elementos de cerámica de diferentes épocas. En estos momentos el museo acoge, en sus salas de temporales, una interesantísima exposición de mobiliario del diseñador Martin Szekely, 'Construction'.


Una de las habitaciones del Museo de Artes Decorativas


El Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos (CAPC) ha vivido varias remodelaciones y ampliaciones desde que se instalara en su sede actual en 1974. El edificio es un antiguo almacén de productos coloniales, construido por el ingeniero Claude Deschamps, autor también del Pont de pierre que cruza el Garona. Las obras del almacén concluyen en 1824 y desde sus instalaciones se exportaba al norte de Europa azúcar, café, cacao, algodón y especias llegadas desde ultra mar. El museo cuenta con una zona donde se expone parte de la colección permanente del centro y espacios para exposiciones temporales. Forma parte del mismo edificio el Arc en Rêve, dedicado a la arquitectura.


Museo de Arte Contemporáneo de Burdeos


Por último no puedo dejar de hablaros de la gran sorpresa del viaje, la Base sous-marine. Buscando información sobre Burdeos encontré un post en un blog de viajes en el que recomendaban su visita a pesar de encontrarse bastante retirado. El edificio es una base de submarinos construida por los nazis durante la ocupación de Francia. Con esta instalación lograban tener acceso directo al Atlántico sin necesidad de cruzar el Canal de la Mancha. La enorme mole de hormigón fue construida en plena II Guerra Mundial, entre 1941 y 1943, y está muy relacionada con España ya que exiliados y refugiados españoles fueron obligados por los nazis a trabajar en su construcción. Su visita es inquietante y perturbadora. El edificio consta de varias naves paralelas donde apenas penetra la luz, cada una de estas naves repletas de agua servían para cobijar un submarino.




El edificio se construyó para soportar bombardeos y ahí sigue, incólume varias décadas después. Pero la visita a la Base sous-marine va más allá, ya que una parte del edificio se ha reconvertido en sala de exposiciones. Durante este verano acoge la interesante muestra 'Légendes Urbaines', un recorrido por el arte urbano de los últimos años con propuestas contemporáneas creadas específicamente para este espacio. La exposición es espectacular y el diálogo con las galerías y espacios de la base es alucinante. Sin duda un imprescindible en la visita a Burdeos. Eso sí, está lejos y su acceso es, cuanto menos, complicado. Cuando visito una ciudad intento ir andando a todas partes para no perderme ningún detalle. Camino a la Base sous-marine conocí la iglesia de Saint Louis, el barrio de Chartrons, me encontré con una réplica a pequeña escala de la estatua de la Libertad e incluso "paseé" por dos polígonos industriales a las afueras de Burdeos. Porque sí, está lejos, alrededor de una hora andando, dejando atrás la ciudad para adentrarte en polígonos industriales donde no había una sola sombra y donde los cortes de calles te hacían rodearlos para llegar a tu destino. Pero merece la pena, y mucho, es sin duda una de las experiencias más increíbles que he tenido en este viaje. También se puede ir en tranvía y luego hacer transbordo al autobús, eso ya lo dejo a vuestra libre elección.


Uno de los diques de la base de submarinos

Instalación en la exposición 'Légendes Urbaines'


Una vez vistos los museos, ¿qué tal si conocemos otros monumentos? Burdeos es una ciudad para pasear y pasear, descubriendo espacios absolutamente espectaculares como el monumento a los Girondinos, con sus dos monumentales fuentes dedicadas a la Concordia y a la República y su columna rematada por una alegoría de la Libertad. El monumento fue construido a finales del siglo XIX y durante la II Guerra Mundial sus esculturas fueron vendidas para fundirlas. Afortunadamente la ciudad pudo recuperar las piezas y en los años ochenta el monumento fue restituido en su integridad. 


Monumento a los Girondinos

Una de las fuentes del Monumento de los Girondinos


Subir a la torre de Pey Berland es otro imprescindible en la visita a la ciudad. Las vistas desde sus sesenta metros de altura son espectaculares. La torre fue construida en el siglo XV como campanario de la catedral. Al parecer la catedral de Saint André se levantó sobre terreno poco estable y se temía por su integridad si se colocaban las campanas en alguna de sus torres por lo que se decidió construir un campanario exento que no afectase, con las vibraciones de las campanas, a la mole catedralicia. En la segunda mitad del siglo XIX la torre tuvo que ser restaurada y se aprovechó para colocar en lo más alto una escultura de Nuestra Señora de Aquitania de seis metros de altura. La figura dorada es visible desde diferentes puntos de la ciudad.


La catedral de Burdeos desde la torre Pey Berland


Y ya que ves la catedral desde las alturas no te pierdas su interior gótico (del XII al XVI). Además de la girola y su bellísima colección de vidrieras no olvides acercarte a los pies de la catedral, bajo el órgano hay un pórtico renacentista decorado con grutescos y candelieri que es una auténtica delicia. La catedral tiene dos grandes fachadas, una en cada lado del transepto, pero no tiene fachada principal ya que cuando se construyó el edificio esta zona daba directamente a la muralla y se optó por concentrar los esfuerzos constructivos en la fachada norte con sus dos altas agujas góticas.


La catedral de Saint André, consagrada en 1096 pero muy remodelada en siglos posteriores

Interior de la catedral. Los muros románicos de la nave principal se utilizaron para sostener los nervios góticos


Mi consejo es que se entre en cualquier iglesia que esté abierta ya que todas son interesantes. Particularmente llamó mi atención la de Saint Louis, en el barrio de Chartrons. Se trata de un edificio neogótico construido entre 1874 y 1880 cuyas altas torres son visibles desde diferentes puntos de la ciudad. Guarda ese encanto de los templos neogóticos que aspiran a un nivel de perfección pocas veces conseguido en época medieval. Su colección de vidrieras es digna de admirar.


La monumental fachada de Saint Louis asoma entre el caserío del barrio de Chartrons

Otros lugares que no te puedes perder en tu visita a Burdeos son los restos del anfiteatro romano, el conocido como Palais Gallien o el Jardín Público, que data de 1746. Y ya si te gusta caminar y tienes tiempo puedes cruzar el Pont de pierre hacia el barrio de la Bastide donde además del Lion Bleu, escultura de Xavier Veilhan que preside la plaza de Stalingrad desde 2005 puedes acercarte al Jardín Botánico y a Darwin, un espacio de coworking habilitado en un antiguo espacio industrial.


Lion Bleu de Xavier Veilhan en la plaza de Stalingrad

El Jardín Público es el más antiguo de la ciudad


Además de los monumentos, cuando viajo a una ciudad me gusta recrearme en su urbanismo. Y no sólo en la morfología urbana heredada sino en cómo se va adaptando a la actualidad. Si algo destaca por encima de todo en Burdeos es su red de tranvías. Hace años la ciudad se planteó si construir un metro o una red de tranvías; se optó por lo segundo y a día de hoy disfrutan de tres líneas a pleno rendimiento (y otra en obras) que comunican el centro de la ciudad con los barrios más alejados e incluso poblaciones limítrofes. La tecnología empleada permite que los convoyes se alimenten sin catenarias gracias a un tercer raíl en el suelo. El tranvía está plenamente integrado en la ciudad y las calles por las que pasa se han remodelado dándole a la ciudad un aspecto muy atractivo. Siempre he sido muy fan de los tranvías y después de conocer el de Burdeos me pregunto qué hubiera pasado si en Sevilla hubiéramos optado por una red de tranvías bien hecha en lugar del metro. Otro dato curioso, en Burdeos las zonas por donde pasa el tranvía están impecables, nada que ver con determinados tramos del de Sevilla. Eso sí, me intriga saber si por algunas zonas por donde pasa el tranvía bordelés fue eliminado el arbolado, sobre todo en la zona más céntrica.


El tranvía perfectamente integrado en el urbanismo de la ciudad

El tema del arbolado es, como sabéis, una de mis obsesiones. En el centro de Burdeos hay pocos árboles. Sí que es cierto que se concentran en plazas y espacios como la Explanada de Quinconces, pero en general me faltó verde en la ciudad. Así se ven mejor las fachadas, sí, pero también es verdad que los 30 grados que ha hecho estos días en Burdeos hubieran sido más soportables con árboles en las calles. La gran mayoría de árboles que he visto en Burdeos eran plátanos, pero su aspecto no tenía nada que ver con el que muestran estos árboles en Sevilla. Mientras que en Burdeos estaban sanos, con alturas que podían superar perfectamente los 25 metros, en Sevilla están todos enfermos. ¿Es por el clima? ¿Es por el mantenimiento? En Burdeos desde luego no se veían podas severas, más bien todo lo contrario, ramas enormes que se elevan al cielo. Recomiendo al Ayuntamiento de Sevilla que se ponga en contacto con el de Burdeos para conocer cómo cuidar y mantener el arbolado. A veces es tan sencillo como preguntar.


Bóvedas verdes de plátanos de sombra en la Explanada de Quinconces


Cierro este monumental post con un detalle muy interesante, la presencia de arte contemporáneo en las calles de Burdeos. No es que haya mucho, pero hay piezas muy interesantes como el Lion Bleu de Xavier Veilhan, 'Sanna' de Jaume Plensa al final de la calle Cours de l'Intendance, junto al Grand Théâtre, o el monolito y la tortuga dedicados al vino que realizó Iván Theimer en 2005 en la Place de la Victoire, junto a la Porta d'Aquitania. Una forma magnífica de acrecentar el patrimonio de la ciudad.


Obelisco de Iván Theimer en la Place de la Victoire (2005). Arte contemporáneo dialogando con la ciudad histórica


Mientras regresaba el último día al hotel a recoger la maleta para marcharme al aeropuerto me embargó una sensación de tristeza. Siempre disfruto de los viajes que hago, pero sólo en contadas ocasiones una ciudad consigue atraparme hasta el punto de sentirme como un habitante más. Burdeos lo ha conseguido, es una ciudad maravillosa que bien merece una visita. Cuando estuve en Praga me prometí a mí mismo que volvería y al despedirme de Burdeos hice lo mismo. Así que nada de au revoir, mejor un à bientôt Bordeaux.


INFORMACIÓN PRÁCTICA


> El aeropuerto de Burdeos está comunicado con la ciudad por la línea de autobús 1+. Si viajas con Ryanair tendrás que dirigirte a la terminal principal (está justo al lado) donde podrás tomar el autobús que pasa cada diez minutos. El billete se compra en una máquina que hay junto a la parada y tiene un coste de 1'60 euros (tarifa julio 2018). El recorrido es largo, en torno a 45 minutos hasta llegar al centro de la ciudad y tiene varias paradas. Para dirigirte al aeropuerto puedes comprar el billete o bien en el mismo autobús o en alguna parada del tranvía ya que te sirve el mismo billete. ¡Ah! Ármate de paciencia en el aeropuerto porque la zona de vuelos low cost es un auténtico caos. Al llegar tendrás que guardar pacientemente la cola para enseñar tu DNI o pasaporte (yo estuve más de media hora esperando).

> Los museos y monumentos tienen un horario bastante reducido en comparación con España. La mayoría abre de 11:00 a 18:00 horas y suelen cerrar los martes. Conviene consultar horarios y planificar bien el día para no encontrarte nada cerrado.


Un croque en Le Croque Français. Comida perfecta en un ambiente inmejorable


> Una de las cosas que más me agobian cuando viajo es el tema de la comida así que os recomiendo varios sitios donde he comido muy bien estos días por un precio bastante asequible y donde han sido muy amables conmigo. Un detalle importante es que en los restaurantes te ponen una botella o jarra de agua (garrafa d'eau) del grifo para acompañar a la comida sin coste alguno. En la mayoría de los sitios te atienden en francés o inglés, pero no es difícil que también conozcan algo de español. El horario de comida es diferente al nuestro por lo que te puedes encontrar que si vas a las 14:00 a comer a algún sitio te digan que ya han cerrado la cocina. Si puedes, adelanta las comidas para comer tranquilo. Aquí van algunas recomendaciones:

- Le Croque Français. Place Pey Berland, 33. El croque es una base de pan con ingredientes a elegir y gratinado con queso al horno. Muy recomendable este sitio. Junto a la catedral.

- O Marie Annie. Place Pey Berland, 35. Tablas de pan con diferentes ingredientes al horno. Junto a la catedral.

- Nom d'une crêpe! Rue Saint Remi, 32. Amplio surtido de galettes (crêpes salados), crêpes y ensaladas. Junto a la Place de la Bourse.

- La Mama. Rue des Remparts, 21. Italiano. Cerca de Place Gambetta.

- Fuxia. Allées d'Orléans, 40. Italiano. Las vistas desde el restaurante a la arboleda de la Explanada de Quinconces son de lo más agradables.

- La Vie en Rose. Rue Sicard, 8. Comida típica y ambiente muy agradable. En pleno barrio de Chartrons, junto a la iglesia de Saint Louis.

- SoGood. Quai de Queyris, 12. Ensaladas. Al otro lado del río, en La Bastide. Comida ya preparada para llevar o para comer tranquilamente en las tumbonas que tienen en la terraza.

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