A pesar de que Guatemala había mostrado su interés por participar en la Exposición Iberoamericana de 1929 tres años antes, no será hasta febrero de 1929 cuando se asigne una partida presupuestaria para construir un pabellón permanente. Las obras comenzaron en abril y el edificio se inauguró a finales de octubre de ese año, cuando la Muestra llevaba ya abierta cinco meses.
De la construcción se encargó el arquitecto sevillano José Granados de la Vega, que diseñó un sencillo volumen rectangular cuya personalidad recae casi exclusivamente en los azulejos realizados en la Fábrica de Ramos Rejano de Triana. Los motivos decorativos que cubren todos los paramentos del edificio hacen alusión a la cultura maya, con el azul y el blanco como principales colores, en homenaje a la bandera del país centroamericano. Granados de la Vega no dudó en incluir algunas innovaciones arquitectónicas en el edificio, como cierto aire art decó en las ventanas, la puerta de ingreso, o los remates del edificio, hoy colmatados por la nueva cubierta instalada en la segunda mitad del siglo XX con motivo de su uso docente. Y es que el Pabellón de Guatemala pasó a formar parte del cercano Instituto Murillo en 1953 y a pesar de que el derribo del edificio llegó a contratarse en los años sesenta, finalmente se salvó y acabó sirviendo de anexo al Conservatorio Superior de Danza ubicado en el Pabellón de Argentina.
Fachada trasera del Pabellón de Guatemala con los azulejos perdidos |
Detalle de la zona donde se han perdido un mayor número de azulejos |
Desgraciadamente la situación actual del edificio debería hacer saltar todas las alarmas. A la antiestética y oxidada cubierta hay que sumarle la cada vez mayor ausencia de azulejos en su fachada y la presencia de pintadas en la zona que da al Muelle de las Delicias. La sencillez arquitectónica de este edificio ha hecho que pase bastante desapercibido con respecto a otros grandes pabellones construidos para la Muestra del 29, pero no por ello merece un trato desigual. La conservación del patrimonio es una obligación de todos, empezando por las administraciones (el edificio depende de la Junta de Andalucía) que deben dar ejemplo a la ciudadanía de correcta conservación del legado histórico y artístico. De proseguir en este abandono, más pronto que tarde el Pabellón de Guatemala habrá perdido parte de su decoración cerámica, algo que no se puede consentir en pleno siglo XXI.
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