martes, 28 de julio de 2015

La decoración de fachadas en la Sevilla histórica

Puerta principal de la iglesia de San Bartolomé con catas que muestran su riqueza cromática

La delicada situación del exterior de la iglesia de San Bartolomé y el reciente compromiso de la Archidiócesis sevillana de intervenir lo antes posible en sus elementos decorativos para evitar su desaparición trae a colación un tema sobre el que se suele pasar de puntillas cuando se interviene en edificios históricos, ¿qué hacemos con sus pinturas murales? La iglesia de San Bartolomé conserva restos de un interesante ciclo pictórico original de finales del siglo XVIII o principios del XIX (el templo fue consagrado, según recoge Manuel Jesús Roldán en su libro 'Iglesias de Sevilla' entre 1800 y 1806) aunque su estado de conservación es pésimo.


Paramento exterior de la iglesia con varias capas pictóricas

Lagunas en el muro de la iglesia que dejan al aire el material constructivo

A la hora de redactar el proyecto de intervención en estas pinturas los responsables de la actuación se enfrentan al difícil dilema de qué hacer, ¿consolidar lo que haya y aplicar un color neutro al resto? ¿Reconstruir las pinturas desaparecidas imitando lo conservado pero con un tratamiento que permita discernir qué es original y qué una copia? Por fortuna a día de hoy éstas son las dos únicas opciones que se contemplan, hace unos años hubiera existido una tercera vía consistente en picar el muro y dejarlo en ladrillo visto, un daño irreparable para nuestro patrimonio que ha despojado a innumerables edificios de su característico colorido en aras de una mal entendida "pureza de estilo".

La suciedad impide ver el dibujo original del muro

En la ciudad tenemos escasos pero interesantes ejemplos de intervenciones donde se ha conservado parte del colorido original de los edificios. El barrido cromático aplicado durante el siglo XIX (cuando se encalaron muros) y principios del siglo XX cuando el Regionalismo reinventó el estilo sevillano, nos ha privado del rico cromatismo que decoraba templos y palacios como muestra del poder e importancia del comitente que encargaba la obra.

Casa de los Mañara, calle Levíes

En el mismo barrio de San Bartolomé, a apenas unos metros de la iglesia, se encuentra la bella Casa de los Mañara, palacete del siglo XVI que fue ampliamente remodelado en el siglo XVII y que tal y como se refleja en las cartelas de su fachada, ésta "se renovó en el año de 1767". El resultado fue una fachada en la que se imitaba por medio de enfoscados y morteros el despiece de ladrillos y sillares en paramentos y pilastras. En la restauración de finales de los años 80 se optó por conservar la policromía original y reconstruir aquellas zonas que habían desaparecido, aunque con un tono distinto que permita al observador contemplar el edificio con su aspecto del siglo XVIII pero notando qué parte es nueva.


La reciente recuperación de la fachada del ex convento de La Paz, en la calle Bustos Tavera, llevada a cabo por la empresa Metis, ha optado por una rehabilitación radicalmente diferente. Se ha procedido a la limpieza del paramento, eliminando las capas de pintura que tapaban las pinturas y esgrafiados originales del siglo XVII, consolidando lo que se conservaba y dejando el resto del muro en ladrillo. Esta opción si bien es la más aséptica, entraña el problema de que impide hacerse una idea de cómo era la fachada en su momento. Además, ni siquiera se ha empleado un enfoscado neutro que tape el ladrillo, con el consiguiente riesgo que conlleva para la integridad del propio muro, que, como ya sabemos, nunca estuvo hecho para dejarse con su material constructivo a la vista.

Paramento exterior de la iglesia del ex convento de La Paz, calle Bustos Tavera

El uso de pinturas y esgrafiados como motivo decorativo en Sevilla tuvo que ser una técnica bastante extendida a tenor de los ejemplos que se conservan, sin embargo a día de hoy lamentablemente son escasos los edificios que lucen sus fachadas decoradas. Uno de los mejores ejemplos se encuentra en la calle Cruces, en un caserón del siglo XVIII que conserva una bella secuencia de motivos geométricos en los que se mezcla la pintura y el esgrafiado para logar una decoración vegetal en la planta inferior y de almohadillados en la superior. En este caso, allí donde ha desaparecido la ornamentación se ha reconstruido una parte mientras que la otra se ha enfoscado con un mortero un tanto tosco. Al observar de cerca la decoración es perfectamente visible qué parte es original y cuál es un añadido reciente.


Decoración de pintura y esgrafiados en una casa de la calle Cruces


En peores condiciones está este otro ejemplo de la calle Manuel Rojas Marcos donde se conservan algunos fragmentos de una decoración geométrica que imita un almohadillado, modelo que como podemos comprobar, estuvo bastante extendido en la ciudad del XVII y XVIII. Esta imitación del material noble por excelencia, la piedra, destierra por completo la idea de que los edificios se dejaran en ladrillo, un material considerado pobre y que se cubría con estucos y pinturas. La falta de canteras cercanas a la capital sevillana obligaba al uso del material autóctono, el ladrillo, mientras que la piedra se reservaba para los edificios más importantes, como la Catedral o las Casas Consistoriales.

Restos de decoración de almohadillado en una casa de la calle Manuel Rojas Marcos

Si las grandes casas y edificios civiles se decoraban con pinturas, las iglesias, conventos y parroquias recurrían al mismo sistema para dotar de mayor lujo a sus exteriores. Es el caso de la iglesia de San Esteban cuya cabecera y contrafuertes góticos fueron redecorados en siglos posteriores con pinturas que imitaban el despiece del ladrillo y sillares de piedra. Sin duda el aspecto de esta iglesia sería muy diferente al tono ocre que vemos hoy en día.


Frente a estos ejemplos en los que se ha conservado poca decoración original dejando el resto del muro en ladrillo o en un color neutro, nos encontramos otros edificios en los que se ha tendido a reconstruir lo que faltaba, como en la iglesia de Santa María la Blanca, donde es fácil hacerse una idea de cómo era la fachada pintada tras la remodelación barroca del edificio.

Fachada principal de Santa María la Blanca

Reconstrucción pictórica en el muro del hotel Casas de la Judería, junto a Santa María la Blanca

O la torre del Palacio de Altamira donde no sólo se reconstruyó el mirador en la última intervención llevada a cabo en el edificio, sino que se redecoró entera con el despiece de ladrillos y sillares que hemos visto en otros casos como la Casa Mañara. Es una intervención bastante agresiva en cuanto a que devuelve al edificio a un estado prácticamente original, pero al mismo tiempo permite al espectador conocer cómo era un elemento ya desaparecido.

Torre del Palacio de Altamira con decoración pictórica reconstruida

A tenor de los ejemplos expuestos observamos que no existe un criterio unitario a la hora de intervenir en las fachadas de nuestros edificios históricos. Las leyes de patrimonio exigen que se conserve lo original y en caso de añadidos se diferencie de alguna manera la parte añadida, pero no entran en unas directrices concretas. Es el arquitecto conservador el que apuesta por una línea de actuación u otra y por ello el papel de la Comisión de Patrimonio debe ser fundamental a la hora de dar su visto bueno a un proyecto. La opción de picar la pared dejando al aire libre el ladrillo debería ser una técnica a erradicar no sólo por el daño físico que produce al edificio, sino por alejarse completamente del sentido original del mismo. Intervenciones como la que se está llevando a cabo en Santa Catalina bien podrían servir de ejemplo a la hora de reintegrar morteros y recuperar la imagen histórica de los edificios. San Bartolomé se enfrenta a un difícil reto, ojalá se opte por la conservación de su idiosincrasia y más pronto que tarde podamos ver recuperadas sus espléndidas pinturas murales.

Casa decorada con pinturas murales en la calle Santa Clara

¿Quién sabe? Puede que si empezamos a poner en valor este desconocido patrimonio evitemos que se pierdan auténticas joyas como esta otra casa de la calle Santa Clara cuyas pinturas y esgrafiados se encuentran en muy malas condiciones.




> Muchas gracias a Francisco Javier Fernández Blázquez por su colaboración a la hora de elaborar este reportaje.

2 comentarios:

Líbero en zona dijo...

¡Enhorabuena Sergio! Una gran entrada. Yo estuve viviendo en la zona de Málaga y en la misma ciudad se conserva un buen número de estas pinturas murales y esgrafiados, como seguro sabrás. En la popular calle Carretería pueden verse algunas fachadas con esta morfología, además de en buen número de iglesias (la de San Juan en la calle del mismo nombre creo recordar que tenía). Así como en otros espacios, verbigracia el Museo del Vidrio. En fin, como bien dices hay intervenciones más acertadas que otras pero, en cualquier caso, el I.C.O.M. y la normativa museológica hace hincapié en respetar todos los añadidos históricos en los bienes culturales inmuebles así como recuperar aquellos elementos perdidos que faciliten la lectura del bien , mostrando siempre una diferenciación como ya has apuntado. Tú lo explicas mejor que yo. Un saludo y gracias por tu labor.

Sergio Harillo dijo...

En realidad has hecho un magnífico resumen, Isaac, jeje.

La verdad es que he escuchado hablar de las fachadas pintadas en Málaga pero cuando he estado allí tampoco es algo que me haya llamado la atención por la cantidad, no sé si es que no ha coincidido que me haya movido por las calles donde hay más edificios conservados o si, como aquí, se conserva muy poco. En varias ocasiones he leído que muchas fachadas decoradas en Málaga han sido picadas y sus pinturas destruidas durante las "restauraciones" de los edificios. Supongo que es un mal generalizado, el poco interés en conservar un elemento tan valioso.

Un saludo y muchas gracias por tus palabras.