domingo, 9 de noviembre de 2014

El Cristo de las Mieles será sometido a una profunda restauración


Treinta años han pasado desde la última intervención en profundidad en la escultura del Cristo de las Mieles, que preside la glorieta principal del Cementerio de San Fernando. La pieza, realizada en bronce por Antonio Susillo hacia 1880, será sometida a un riguroso estudio previo a la restauración que llevará a cabo el Ayuntamiento en los próximos meses.




El Cristo de la Clemencia fue un encargo del Ayuntamiento al genial escultor y se ubica sobre el monte Gólgota que sirve como mausoleo del propio Susillo. Desde su concepción, la escultura ha participado de las leyendas que rodean al poco valorado Susillo. Según la leyenda, la particular posición de los pies hizo que el escultor se sintiese tremendamente afectado por su "error" de composión, lo que lo llevó al suicidio. La triste realidad es que si bien Susillo acabó suicidándose, no lo haría hasta dieciséis años después de la realización de esta obra. Tras su trágica muerte (se disparó en la boca por lo que el desfigurado cadáver no pudo ser identificado al principio) las autoridades eclesiásticas se negaron a enterrar en recinto sagrado a un suicida por lo que, según la leyenda, tuvo que ser la duquesa de Montpensier, mecenas del artista, la que intermediara a favor de su escultor de cabecera. Finalmente Susillo fue enterrado junto a la tumba de Villegas, en el mismo Camposanto, hasta que unos años después sus restos fueron trasladados a su actual emplazamiento. Tras instalar la tumba del escultor a los pies del Cristo, se produjo otro hecho que fue calificado como milagroso, y es que de la boca de la escultura empezó a manar miel. La razón de este milagro se explica por la presencia de un panal de abejas en el interior de la boca del Cristo, pero la noticia se extendió con tal rapidez por la ciudad que la escultura fue conocida para siempre como Cristo de las Mieles.


Con esta restauración se pretende atajar la oxidación del material y resanar las manchas corrosivas que afectan tanto a la escultura como a la Cruz que le sirve de sostén. La propia composición del bronce, así como su ubicación al aire libre, son sin duda factores determinantes en el mal estado que presenta esta magnífica pieza, una de las obras cumbre de Susillo. Sólo hay que observar el rostro del Cristo para valorar el trabajo de un escultor que dominó como pocos el barro y el bronce. 


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