domingo, 2 de febrero de 2014

Un gran pacto por el Patrimonio en Sevilla


En las últimas semanas se han producido varios acontecimientos que muestran la fragilidad de nuestro Patrimonio. Hechos como el cambio de fachada de la calle Santa Clara, el posible derribo del interior del cine Trajano o la remodelación del Parque de Bomberos de Juan Talavera en San Bernardo dan una idea de la arbitrariedad con la que se actúa en los edificios protegidos de la ciudad.




Sevilla cuenta, a día de hoy, con un conjunto histórico protegido, varios planes pormenorizados de protección (otros aún están en estudio), dos Comisiones de Patrimonio (la Provincial, que depende de la Junta de Andalucía y la Local, del Ayuntamiento), además de técnicos municipales y por supuesto las dos leyes de patrimonio vigentes, tanto la andaluza como la estatal. Ante tanta burocracia y normativa podríamos pensar que nuestro Patrimonio está más protegido que nunca, pero nada más lejos de la realidad. Tenemos excelentes profesionales e Instituciones de referencia como el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, pero a la hora de la verdad, es demasiado fácil saltarse todos esos controles y hacer actuaciones como la que se muestra en la imagen, un edificio regionalista de los años veinte al que se le ha adosado una nueva fachada con paneles metálicos que no sólo no aporta nada al conjunto sino que rompe la armonía del mismo.


¿Qué es lo que falla entonces? Es complicado hallar una respuesta. Podríamos ir a lo fácil, decir que quienes deben velar por nuestro Patrimonio no son expertos o se dejan llevar por otro tipo de intereses, pero la verdad es que todos tenemos un poco de culpa en este problema. Si el ciudadano corriente ignora y no se interesa por estos temas, será mucho más fácil que desde arriba se cometan atropellos. Hace falta gente preparada, profesionales, que sirvan de referente en materia patrimonial, voces que sean tenidas en cuenta a la hora de enfrentarse a una restauración y marquen unas pautas para que el Patrimonio pueda seguir siendo disfrutado por generaciones futuras y no siga siendo tergiversado y envenenado. Es cuestión de tiempo que la construcción vuelva a ser uno de los motores económicos principales (todo apunta hacia ello a pesar de lo que hemos pasado) y el Patrimonio no debe ser la víctima que se sacrifique en pos de la recuperación económica.


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