Desde el martes pasado el Casino de la Exposición acoge la muestra 'Arte esencial, un aroma internacional', comisariada por Rafael Ortiz y Rosalía Benítez y que ha traído hasta Sevilla parte de los fondos de la colección de Ernesto Ventós.
Tras visitar la exposición, son varias las conclusiones que podemos sacar. La primera, y sin duda la más importante, es que el Casino no es el lugar apropiado para este tipo de exposiciones. Apenas cuatro paneles sirven de muros donde colgar unas piezas que se pierden en el espacio. La planta circular del edificio hace complicado adaptarlo a las necesidades de este tipo de exposiciones. El mismo error que se cometía en la ahora ignorada Sala San Hermenegildo hace años, se repite ahora en el Casino. En este espacio funcionan bien exposiciones como la de Dinopétrea ya que los grandes esqueletos de dinosaurios establecen un diálogo de tú a tú con el edificio, pero para colgar obras no es el lugar más adecuado. El Ayuntamiento, sin embargo, se empeña en utilizar el Casino como cajón de sastre donde meter una tras otra todo tipo de actividades. Si estamos hablando de una colección de arte contemporáneo con piezas que deben colgarse de una pared, es evidente que el lugar idóneo habría sido el Centro de las Artes de Sevilla, que para eso se supone que está y que sin embargo está muerto de la risa, infravalorado e infrautilizado. Ya es hora de apostar por el centro de la calle Torneo, un proyecto que debería aspirar a modelos que funcionan con éxito en Barcelona o Valencia pero que aquí se ha quedado en apenas un par de salas que tienen un uso esporádico de lo que sea.
Otra de las conclusiones la sacamos de la revista Sevilla DC, que, precisamente, te encuentras nada más entrar en el Casino. En ella tenemos esta exposición en portada y se la califica como "la mejor muestra de la creación actual". Ya en el interior de la revista leemos en su editorial que "en raras ocasiones se tiene la ocasión de admirar en una sola exposición y en un único lugar una vasta colección de obras de arte pertenecientes a numerosos creadores de primera fila". Posteriormente nos encontramos un artículo sobre la exposición a doble página que se limita a copiar lo que aparece en el folleto que te entregan en la propia exposición. Ante tal despliegue de medios, cabría esperarse que estamos ante la exposición del año en Sevilla, pero un paseo por la misma nos empuja hacia la cruda realidad. Hay obras buenas, sí. Y se agradece que recalen en la ciudad exposiciones de arte contemporáneo que nos permitan conocer por donde avanza la creación artística internacional. Así se contribuye a difundir el arte contemporáneo entre los ciudadanos, pero calificarla como la mejor muestra de la creación actual resulta excesivo. Si el CAS funcionara como debiera, ésta podría haber sido una buena exposición de su programación, una muestra que diera a conocer el coleccionismo privado y la integración del arte español en el mercado internacional. Pero en el Casino, la exposición se queda corta, parece más un hueco a rellenar en el mes de abril que la apuesta cultural de la tempora en Sevilla, que es lo que se da a entender en la citada revista.
Esta exposición debería hacernos reflexionar sobre diferentes temas. El primero, el papel del Centro de las Artes de Sevilla en el panorama cultural de la ciudad; en segundo lugar, sobre la necesidad de dotar continuamente de contenido a un espacio como el Casino de la Exposición, poco apropiado para determinadas actividades; y por último, el nivel cultural de la ciudad que vende como el paradigma del arte actual una exposición que da la impresión de haber sido instalada a última hora y de cualquier forma, haciéndole flaco favor a la misma.
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