El ensanche iniciado en el centro histórico de la ciudad a finales del siglo XIX y principios del XX nos dejó edificios de carácter historicista de gran interés. Sin duda, uno de los más llamativos es el palacio que el marqués de la Motilla mandó modificar, construyéndole nuevas fachadas, en la esquina entre la calle Laraña y la calle Cuna. Esta zona de la ciudad fue ampliada con el fin de crear una gran avenida que atravesara la ciudad de oeste (Puerta Real) a este (Puerta Osario). El proyecto de ensanche no se concluyó, pero la calle Laraña nace en estos momentos y hace necesaria la creación de nuevas y monumentales fachadas que cosan esta herida urbana.
El marqués de la Motilla dejó el proyecto del palacio en manos del arquitecto italiano Gino Coppede, que se encargó de las obras junto con Vicente Traver entre 1921 y 1930. Nos encontramos en pleno auge de la arquitectura historicista en nuestra ciudad que alcanzará grandes cotas de originalidad en el Regionalismo. Sin embargo, este palacio hunde sus raíces en la arquitectura histórica italiana más que en la nueva corriente ideada por Aníbal González, Talavera y Heredia o Espiau, entre otros.
Se trata de un trasunto de la arquitectura medieval civil italiana, y más concretamente florentina. En este coqueto edificio hallamos una fusión de estilos que casan a la perfección, demostrando la pericia del arquitecto Coppede a la hora de diseñar los diferentes elementos que componen la fachada. Nos encontramos arcos de medio punto románicos junto a arcos ojivales góticos y vanos geminados renacentistas, todo en una misma fachada y en perfecta armonía. La inclusión de un jardín en la esquina, con su correspondiente cierre hacia la calle, le da aún mayor interés al edificio al sacar al exterior un elemento que normalmente quedaba relegado a las zonas interiores y que contribuye a oxigenar el aspecto de la calle.
Pero sin duda lo que más resalta de la fachada son sus torres, y concretamente la que da a la calle Laraña y que sirve de punto de referencia de todo el conjunto. De base cuadrada, se eleva en diferentes plantas, todas ellas con iluminación natural gracias a las distintas ventanas que se abren en sus muros de ladrillo. El remate es un castillete almenado que se sostiene sobre una galería de arcos de ojiva ciegos bajo los cuales hay un cinturón decorativo donde se combinan distintos motivos realizados en ladrillo.
El diseño de la torre se inspira en las torres medievales italianas, y en concreto en la del Palazzo Vecchio de Florencia construido a principios del siglo XIV y cuyo diseño se atribuye a Arnolfo di Cambio. En el caso italiano vemos una construcción más hermética y robusta, de un carácter defensivo que no requiere el caso sevillano donde los muros han sido sustituidos por grandes ventanas como corresponde a una residencia urbana.
También podemos encontrar similitudes con el Palazzo Medici-Riccardi, levantado por Michelozzo siguiendo los postulados de Alberti. Se trata de la rica residencia de una de las familias florentinas más importantes de los siglos XV y XVI, los Médici, que controlaron la política de la ciudad durante décadas. El modelo se basa en una estructura de tres plantas coronada por una potente cornisa. El piso inferior, de un robusto almohadillado, da paso en las plantas superiores a una delicada sucesión de vanos geminados enmarcados por un alfiz de medio punto muy similares a los que encontramos en el palacio sevillano.
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