Hace unos días se cerró la exposición con las obras de arte de la Casa de Alba en el Bellas Artes. La cifra total de visitantes alcanza las 155.000 personas en apenas tres meses lo que la convierte en la exposición con mayor número de visitantes de la historia del Museo (el "record" en la ciudad lo sigue teniendo la exposición que hubo en la Cartuja sobre Velázquez en 1999).
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Podemos sacar varias conclusiones de estos números. La primera es que el efecto llamada de las exposiciones de renombre es alucinante, el Museo vio como en los primeros meses del pasado año caían las visitas de forma imparable a pesar de las exposiciones temporales de calidad que se organizaban en él (Roelas, Modernismo catalán y Settecento veneciano). Sin embargo, se organiza una exposición con obras de la duquesa de Alba y la afluencia está asegurada. ¿Sabe realmente el público que acude lo que está viendo o simplemente acude porque es una exposición "que hay que ver"? Sería interesante hacer una encuesta a la salida de la exposición preguntando a la gente qué cuadro le ha gustado más y que dijeran, por ejemplo, el nombre de cinco artistas reflejados en la misma. Los resultados serían cuanto menos, interesantes.
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Al margen del interés por el Arte del público, lo cierto es que con esta exposición las visitas del Museo han alcanzado las 310.000 personas, apenas 40.000 menos que el año anterior que contó con exposiciones de El Greco y Sorolla, otra apuesta segura. Cuando fui a ver la exposición de la duquesa, aparte de elegir una hora donde no hubiera mucha gente para poder ver las obras con mayor tranquilidad, me entró la curiosidad y me recorrí el resto del Museo, esperanzado en ver un mayor número de visitantes que en un día "normal". Lo cierto es que tan sólo me encontré con los vigilantes de seguridad en unas salas donde cuelgan obras de Murillo, Valdés Leal, Zurbarán, Ribera, Gonzalo Bilbao...
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¿Lo estamos haciendo bien? Depende. Está bien que se atraiga a la gente con grandes muestras a los museos, pero ¿con qué fin? El Museo debería llegar a la sociedad los 365 días del año, no sólo cuando tiene una exposición temporal. Pero bueno, algo es algo y como bien han dicho los responsables de la muestra, es la primera vez que mucha gente pisa un Museo y alguno de ellos volverá.
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Uno de los aspectos más positivos de este tipo de exposiciones y que quizás no se tiene tan en cuenta como se debería, es el renombre que le dan al propio Museo. Organizar este tipo de muestras, con éxito de público y con obras de gran calidad hacen del Museo un referente a nivel internacional y las colaboraciones con instituciones de todo el mundo pueden estar más cerca ahora que hace unos años. Es sin duda un motivo de orgullo que instituciones de todo el mundo hayan colaborado con el Bellas Artes en la próxima exposición dedicada a Murillo que abrirá sus puertas en febrero.
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Por último, un pequeño apunte matemático. Si el año pasado entraron en el Bellas Artes más de 300.000 personas y pongamos que cada una hubiera pagado un euro por su entrada, tendríamos un dinero extra que el Museo podría utilizar, por ejemplo, para comprar obras y agrandar su colección rellenando lagunas en su discurso museográfico. Sabemos que para mucha gente, el oir eso de "pagar por entrar a un Museo" es casi un sacrilegio, pero si cuando viajamos pagamos por entrar en el Louvre, en los Uffizi o en el Museo del Prado, resulta ridículo que nuestro Bellas Artes siga siendo gratis. Primero porque pierde un dinero que le es más que necesario y segundo porque aquello que no se paga, se valora menos. Las administraciones deberían plantearse el poner una entrada en los museos andaluces, porque la Cultura cuesta dinero. La mejor forma de garantizar que la Cultura tenga calidad es pagando por ella. ¿Alguien se queja por tener que pagar por ir al cine? Debemos cambiar el chip en este asunto ya que de la Cultura también vive muchísima gente que también tiene que llegar a fin de mes.
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1 comentario:
Totalmente de acuerdo con el cobro de una entrada. Es la única manera de que se valore lo que se está contemplando. En Sevilla, no tenemos conciencia de ciudad como destino cultural y artístico. No apreciamos nuestro patrimonio y así nos va...
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