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Sin duda el gran momento de la visita es la salida al patio interior para ver la última de las obras, de los hermanos Rosado, Lloviendo cántaros. La museografía moderna aconseja que los espacios abiertos siempre estén en consonancia con el espacio expositivo, se trata de que el espectador no se fatigue con tanta obra, recorriendo salas y salas donde no haya un hueco libre y donde acabamos empachados de arte descendiendo nuestra atención y acudiendo ya únicamente a aquellas obras que sabemos que son importantes (pensemos en cualquier museo histórico como el Louvre o el Prado). Frente a ello, hoy en día se aboga por los espacios abiertos intercalados en la exposición, un lugar donde desconectar y descansar la vista, normalmente patios ajardinados que ayuden a recargar las pilas para poder seguir viendo obras. En la Fundación Madariaga se ha cumplido este precepto, y además a lo grande. Tras visitar las ocho salas expositivas, accedemos al patio central del Pabellón. El salir al exterior, la luminosidad y el minimalismo de la decoración nos hacen desconectar de todo lo que hemos visto, respiramos aire limpio ajeno a la ciudad que tenemos unos metros más allá. Sin embargo en seguida llama nuestra atención la instalación ubicada en el patio. Al principio parece una decoración típicamente andaluza a base de cántaros, pero hay algo más detrás de esa instalación que sirve de broche de oro a la colección permanente de la Fundación y que nos hace salir del centro con un buen sabor de boca.
Una restauración exquisita, una colección bastante interesante, un oasis verde dentro de la ciudad y sobre todo, mucho que decir en el futuro. Ya sea por visitar el Pabellón de EEUU o por ver expresamente la colección, merece la pena visitar la Fundación Madariaga. Son pocas obras, sí, pero son fruto de la iniciativa privada, algo a lo que no estamos acostumbrados en nuestra ciudad y que merece todo nuestro apoyo. La única pega, el horario. Abrir viernes, sábados y domingos nos parece demasiado limitado para un centro de estas características. Por su ubicación (Parque de María Luisa, Costurero de la Reina, Biblioteca Pública) podría conseguir muchos visitantes en cuanto se le hiciera un poco de publicidad y más si en un futuro organiza exposiciones temporales, conferencias y encuentros. Las posibilidades con centros escolares son inmensas, y más con una temática tan de actualidad como es el medio ambiente. Su labor formativa podría ser muy importante.
Por último destacar un breve detalle. La colección permanente ocupa la totalidad de la planta baja del Pabellón, desconocemos qué hay arriba, imaginamos que la zona administrativa, pero nuestra pregunta es ¿qué pasará cuando se organice una exposición temporal? ¿Se desmontará la colección permanente para dar cabida a lo temporal o hay más espacio arriba para seguir exponiendo? Y si aumenta, cosa lógica y deseable, la colección de la Fundación, ¿dónde se expone? Esperemos que el centro no haya nacido con limitaciones de espacio puesto que sería un coste enorme tener que desmontar toda la colección cada vez que se quiera montar una exposición temporal.
Más información en su web
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