sábado, 3 de octubre de 2009

Crónicas urbanas_Fundación Madariaga

Con mucha emoción Culturadesevilla visitó ayer la recién inaugurada sede de la Fundación Madariaga. No todos los días abre en nuestra ciudad un centro cultural por lo que la ocasión bien merecía toda nuestra atención. El Museo del Baile Flamenco en 2006, el Centro Velázquez en 2008 y ahora este nuevo centro expositivo que rompe radicalmente con la tradición expositiva de la ciudad. Cuando estamos acostumbrados a Murillo, Zurbarán o Montañés, nombres como Andy Warhol o Joseph Beuys nos suenan ajenos, extraños, al margen de nuestra propia historia. Para eso nace la Fundación Madariaga, (o al menos esa es nuestra idea), para traer una corriente nueva, algo que no ha sido visto en la ciudad.
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Pero vayamos con la exposición en sí. Museográficamente nada nuevo bajo el sol. La verdad es que esperábamos algo distinto a lo que vimos en su primera etapa allá por 2006. Sin embargo todo parece estar igual, como si durante estos años el edificio se hubiera cerrado a cal y canto para volverlo a abrir ahora. Paredes blancas, obras dispuestas en diferentes salas en torno a diferentes temáticas y un hilo conductor, el medio ambiente. Y es que ese es el leif motiv de la Fundación, la relación del arte y el medio ambiente, cómo los artistas han plasmado en sus obras su forma de ver la naturaleza. El discurso se hace ameno e interesante. Se agradece el folleto informativo sobre la exposición ya que la cartelería en las salas brillas por su ausencia (las cartelas de cada obra son demasiado pequeñas y apenas se leen, deberían colocarse unas nuevas). Sólo dos notas negativas, la primera, imaginamos que por falta de espacio, el retrato fotográfico de Beuys apenas puede ser contemplado por la inmediatez de su aparición y el escaso margen para verlo. La idea de encontrártelo nada más entrar en la primera sala, como si saliera a tu encuentro, es buena, pero el espacio es tan reducido que se come al retrato, de considerables dimensiones. Se ahoga en un espacio tan pequeño. La segunda nota negativa la encontramos en la última sala, de nuevo pensamos que por falta de espacio. Varias imágenes fotográficas repartidas por la sala están acompañadas por sofás y una mesa con folletos. La sensación de saloncito quita todo el protagonismo a las obras que no se pueden ver con amplitud porque chocas con mesa y sofás, pero es que además interceden en la visión de las obras al estar ubicadas delante.
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Sin duda el gran momento de la visita es la salida al patio interior para ver la última de las obras, de los hermanos Rosado, Lloviendo cántaros. La museografía moderna aconseja que los espacios abiertos siempre estén en consonancia con el espacio expositivo, se trata de que el espectador no se fatigue con tanta obra, recorriendo salas y salas donde no haya un hueco libre y donde acabamos empachados de arte descendiendo nuestra atención y acudiendo ya únicamente a aquellas obras que sabemos que son importantes (pensemos en cualquier museo histórico como el Louvre o el Prado). Frente a ello, hoy en día se aboga por los espacios abiertos intercalados en la exposición, un lugar donde desconectar y descansar la vista, normalmente patios ajardinados que ayuden a recargar las pilas para poder seguir viendo obras. En la Fundación Madariaga se ha cumplido este precepto, y además a lo grande. Tras visitar las ocho salas expositivas, accedemos al patio central del Pabellón. El salir al exterior, la luminosidad y el minimalismo de la decoración nos hacen desconectar de todo lo que hemos visto, respiramos aire limpio ajeno a la ciudad que tenemos unos metros más allá. Sin embargo en seguida llama nuestra atención la instalación ubicada en el patio. Al principio parece una decoración típicamente andaluza a base de cántaros, pero hay algo más detrás de esa instalación que sirve de broche de oro a la colección permanente de la Fundación y que nos hace salir del centro con un buen sabor de boca.
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Una restauración exquisita, una colección bastante interesante, un oasis verde dentro de la ciudad y sobre todo, mucho que decir en el futuro. Ya sea por visitar el Pabellón de EEUU o por ver expresamente la colección, merece la pena visitar la Fundación Madariaga. Son pocas obras, sí, pero son fruto de la iniciativa privada, algo a lo que no estamos acostumbrados en nuestra ciudad y que merece todo nuestro apoyo. La única pega, el horario. Abrir viernes, sábados y domingos nos parece demasiado limitado para un centro de estas características. Por su ubicación (Parque de María Luisa, Costurero de la Reina, Biblioteca Pública) podría conseguir muchos visitantes en cuanto se le hiciera un poco de publicidad y más si en un futuro organiza exposiciones temporales, conferencias y encuentros. Las posibilidades con centros escolares son inmensas, y más con una temática tan de actualidad como es el medio ambiente. Su labor formativa podría ser muy importante.


Por último destacar un breve detalle. La colección permanente ocupa la totalidad de la planta baja del Pabellón, desconocemos qué hay arriba, imaginamos que la zona administrativa, pero nuestra pregunta es ¿qué pasará cuando se organice una exposición temporal? ¿Se desmontará la colección permanente para dar cabida a lo temporal o hay más espacio arriba para seguir exponiendo? Y si aumenta, cosa lógica y deseable, la colección de la Fundación, ¿dónde se expone? Esperemos que el centro no haya nacido con limitaciones de espacio puesto que sería un coste enorme tener que desmontar toda la colección cada vez que se quiera montar una exposición temporal.

Más información en su web

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