jueves, 23 de julio de 2009

1810: Un año para recordar


Editorial Renacimiento ha vuelto a editar el libro Inventario de cuadros sustraídos por el Gobierno intruso en Sevilla en 1810, escrito en 1896 por Manuel Gómez Ímaz y que recoge el expolio al que fue sometida la ciudad durante la invasión francesa, período en el que 400 obras de arte de los mejores artistas sevillanos salieron rumbo a París.
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El catedrático Enrique Valdivieso ha sido el encargado de realizar el prólogo de esta reedición y ayer, durante la rueda de prensa, no dejó pasar la oportunidad de denunciar el robo que cometieron los franceses durante su estancia en Sevilla, en especial el Mariscal Soult, personaje despreciable que despojó a nuestra ciudad de sus mejores obras de arte. Al llegar a Sevilla (ciudad que no mostró resistencia a las tropas francesas para evitar derramamiento de sangre y destrucción de Patrimonio) estableció su residencia en el Palacio Arzobispal y se dedicó a ir seleccionando hasta 999 pinturas de iglesias, conventos y palacios con la excusa de la creación de un Museo Real dedicado a Napoleón. Obras de Murillo, Pacheco, Velázquez, Zurbarán, Herrera el Viejo y Juan de Roelas, entre otros, abandonaron sus ubicaciones originales para no regresar jamás. Tras su venta al mejor postor hoy se encuentran en los mejores museos del mundo.
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Un hecho despreciable que no debería ser olvidado. Igual que lloramos la pérdida de algunos edificios durante el Desarrollismo franquista, no deberíamos olvidar este expolio que nos privó de lo mejor de nuestro arte.

2 comentarios:

Emeterio dijo...

También es verdad que el expolio de Soult fue la mayor propaganda para un patrimonio artístico prácticamente desconocido hasta entonces para el mundo.

Qué irónica es la vida. Murillo se convirtió en un gran maestro reconocido universalmente gracias a que un ladrón robó sus obras, las descontextualizó y las repartió por el mundo.

Sergio Harillo dijo...

En realidad Murillo ya era famoso en aquel entonces y por eso los franceses llegaron con la idea de llevarse todo cuanto pudieran. Las obras de Murillo, la dulzura y amabilidad con que representaba a sus personajes ya eran muy apreciadas en Europa.

Los franceses llegaron a Sevilla con la guía de Cea Bermúdez donde se detallaban cuáles eran las mejores obras que había en los diferentes edificios sevillanos, así que lo tuvieron bastante fácil.

Con el robo se difundió aún más la universalidad de nuestros pintores, pero a qué precio?

Un saludo!!